Reflexiones de un sindicalista sobre Benito Pérez Galdós

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   Jesús Barcenilla, Director Gerente

Fundación Progreso y Cultura

En enero de 2019 va a comenzar el III ciclo de conferencias sobre Galdós en la Fundación Progreso y Cultura. Seguimos así una línea que nos ha permitido someter a reflexión y crítica, el teatro de Buero Vallejo o las vidas paralelas de Miguel de Cervantes y William Shakespeare.

Benito Pérez Galdós es un novelista al que hay que regresar una y otra vez. Es transgresor frente al inmovilismo y no conviene olvidar las lecciones de entereza y comprensión de la realidad que lleva aportando a varias generaciones.

La memoria trae y se lleva, caprichosamente autores y obras, algunos, sin embargo, con breves periodos de interrupción, mantienen una actualidad sostenida y tenaz porque han sido capaces de emitir un mensaje para que sea descifrado, no sólo por los que vivieron en su época, sino por quienes aún no habían nacido.

Benito Pérez Galdós es mucho más que un novelista realista. No se limita a fotografiar la realidad, sino que la interpreta y sus interpretaciones nos siguen siendo tan útiles hoy como hace cien años. Nunca es convencional y las ideas, las gentes y las vivencias que narra nos parecen tan próximas que a veces dan la impresión de que conocemos a los personajes que la sufren y que compartimos sus andanzas y sus sueños.

Galdós no sólo fue un hombre de su tiempo, sino que su alargada influencia se proyecta hasta nosotros proporcionándonos una grata sombra bajo la que cobijarnos de tanto fanatismo, de tanta cerrazón y de tanta envidia.

Muchas de las ideas que desarrollan sus novelas pertenecen más al futuro que al presente. Desde que se aprobó la Constitución del  78, España ha experimentado, sin ningún género de dudas, avances significativos… Sin embargo, es mucho el trecho que aún nos falta por recorrer para disfrutar de un país que pueda sentirse orgulloso de sus niveles de justicia redistributiva, de sus valores republicanos y de la superación de tantas décadas donde el peso de la tradición y de la Iglesia Católica han impedido que alcancemos la mayoría de edad política.

Algunos países se sienten orgullosos de haber protagonizado la Reforma… mientras nosotros seguimos lamentando los efectos paralizantes y nocivos de la contrarreforma.

Ha habido mentes lúcidas que han apostado por la tolerancia y el laicismo. Galdós es un referente claro que nos marca un camino a seguir. Los efectos del fanatismo, de la intransigencia y del atraso económico y cultural han de superarse a base de justicia, de democracia y de proseguir nuestro camino hacia una convivencia saludable individual y colectiva.

Benito Pérez Galdós toma partido por los de abajo, por los que luchan por la vida, por los que dedican sus esfuerzos para que las cosas mejoren. Se puede ser universalista y describir con rabia y acierto la España inmovilista provinciana y las cadenas que atan la España profunda a un pasado muerto. Todo es miseria económica y moral en los rotten Burrough.

Galdós tiene una visión cosmopolita de la existencia. Eso le lleva a ser europeísta y desear para España lo que ha convertido en naciones prósperas a países europeos de nuestro entorno.  Su europeísmo es anhelo que cristalizará años más tarde y que será un factor clave para el progreso político y económico.

En las novelas de don Benito hay una aspiración sostenida porque los ideales democráticos transformen en un espacio habitable la desigualdad social y el espíritu cainita. Por eso, en más de una ocasión insiste, en la importancia de la libertad de pensamiento y de que nos marquemos como objetivo encaminarnos hacia niveles aceptables de justicia social.

Afirma que hay que poner coto a las supersticiones, a los prejuicios y a la ignorancia, en definitiva, hay que actuar para salir del atraso que nos mantiene postrados.

Aspira a un estado moderno y eficaz donde no tengan lugar las rémoras atávicas de la corrupción, el caciquismo y las redes clientelares. ¿Qué echa don Benito de menos? Negociar, ceder y hacer concesiones. Debe cesar un odio malsano hacia el discrepante y abrirse camino una mentalidad moderna que no hable de enemigos a exterminar sino de adversarios a los que se puede entender y con los que se ha de convivir.

El progreso es urbano. El aire de la ciudad trae consigo la libertad, hay que llenar las calles de adoquines, de farolas que iluminen, de agua corriente y de costumbres urbanas y saludables.

Cuando se aproxima el centenario de su muerte me da por pensar que Galdós es, en cierto modo, un exiliado interior, alguien que tuvo que encerrarse en sí mismo para no soportar más, un clima social adverso, irrespirable y que no toleraba que alguien se atreviera a buscar su propio camino.

Por estas razones y otras que de momento me guardo, creo que tiene sentido hacer llegar los mensajes tolerantes de don Benito a las generaciones de las que va a depender, a medio plazo, el futuro de nuestro país.

Estoy convencido que uno de los males que nos acechan es el adanismo. Hay que evitar el creer que podemos prescindir del pasado.

Muy al contrario, tener una preocupación social y cultural profunda es tomar conciencia de que, sigamos el camino que sigamos, continuaremos la obra inacabada que otros comenzaron.

Termino señalando que don Benito amó a Madrid como nadie, se sintió atraído por la vitalidad, empuje y pasión de sus gentes y supo describir la vida en las corralas… y el transcurrir de un tiempo que se desmoronaba, pero, todavía no alumbraba en el horizonte, el inicio de una nueva era.

Cada uno ha de aportar lo que pueda a las empresas comunes que le parecen importantes. Es una satisfacción y un honor el que la Fundación Progreso y Cultura forme parte de las entidades y colectivos que hacen posible que este libro vea la luz cuando todavía falta un año para que conmemoremos el primer centenario de la muerte de Galdós.

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