
La existencia de Estados en las Antillas que no forman parte del universo hispano tiene su origen en el siglo XVII. Efectivamente, el debilitamiento del poder naval y militar español a partir de la década de 1630 permitió que piratas, corsarios y bucaneros se hicieran casi dueños del mar de las Antillas, pero, sobre todo, que ingleses y franceses aprovecharan la situación para hacerse con algunas islas con el fin de colonizarlas y explotarlas en su beneficio.
En 1625, los franceses se instalaron en San Cristóbal, y en 1635 se hicieron con Guadalupe y la Martinica, dos colonias que tendrán una gran importancia en la economía francesa. El caso de San Cristóbal es, por otro lado, un tanto peculiar porque comenzó, paradójicamente, beneficiando a los holandeses. La Compañía de las Islas no tenía medios para completar la colonización y los gobernadores de la isla eran muy independientes, por lo que para sacar beneficio de la explotación de la colonia recurrieron a los holandeses que implantaron el cultivo de la caña de azúcar. Colbert cambiará esta situación en consonancia con sus ideas y políticas económicas. En 1661 decidió ocuparse de las islas. Se concedió el monopolio de la explotación de las mismas a la Compañía de las Indias Occidentales, empresa creada en 1664. Colbert justificaba este cambio de política tanto para preservar el orden y la justicia en las colonias en nombre del rey, como para fomentar el comercio excluyendo a los extranjeros, que eran los que hasta entonces, en clara alusión a los holandeses, habían sacado todo el provecho. En 1674 se disuelve la Compañía, y las islas francesas, es decir, San Cristóbal, Martinica, Guadalupe y la parte occidental de Santo Domingo (Haití), que había sido arrebatada a España en 1665, pasaron a ser administradas directamente por la Corona, permitiendo el comercio con las mismas a todos los comerciantes y barcos franceses. Colbert insistirá mucho en esta libertad y en la confiscación de cualquier barco extranjero o francés cargado de mercancías extranjeras que intentara comerciar con las islas.
En las islas francesas se cultivó la caña de azúcar, tabaco, índigo y café, empleando cada vez más mano de obra esclava.
Los ingleses se asentaron en 1612 en las Bermudas, y en 1625 en Barbados. En 1655, en pleno conflicto con Francia y España, consiguieron hacerse con Jamaica. En unos decenios se convirtió en una verdadera perla económica antillana, por su importancia en la explotación azucarera mundial. El comercio estaba controlado por la Compañía Real de África estableciendo el conocido como comercio triangular, entre Inglaterra, Guinea y las Antillas. La metrópoli vendía sus productos elaborados, África proporcionaba los esclavos y las Antillas suministraban el azúcar a la metrópoli.
Los ingleses abordaron el continente en la zona de Honduras en 1667, y tres años después completaron su dominio antillano con la toma de las Bahamas.
A finales del siglo XVII era evidente la importancia económica de las Antillas en el circuito económico mundial.