
por Eduardo Montagut
En este trabajo apuntamos una serie de esbozos sobre el fenómeno de los ateneos obreros en la Barcelona de la Revolución Industrial ya asentada, de la segunda mitad del siglo XIX, con especial atención al Ateneo Catalán de la Clase Obrera, sociedad cultura fundamental en Barcelona en el ámbito de la enseñanza y formación de los trabajadores, tareas que no atendía el recién y primer sistema nacional de educación a través de la conocida como Ley Moyano.
El Ateneo Catalán fue creado en el año 1861 por personajes cercanos al liberalismo progresista barcelonés con el fin de promocionar la educación y la formación entre la clase obrera, habida cuenta de las dificultades para acceder a la misma. Comenzó impartiendo un programa de cultura general: lengua, matemáticas, historia y geografía. Al año siguiente tenía más de doscientos alumnos, aunque a mediados de la década, bajó algo el número de estudiantes. Hasta la Revolución de 1868 la institución no tuvo ningún contacto con el movimiento obrero. Sus patrocinadores, en aras de una acusada filantropía, buscaban mejorar la condición de los trabajadores, por lo que el Ateneo podría convertirse también en un medio para atemperar el radicalismo obrero, en una suerte de primigenio interés por la cuestión social.
La Revolución de 1868 cambió completamente el espíritu del Ateneo, para convertirse en un centro donde se concentraron diversos dirigentes obreros muy vinculados a las ideas bakuninistas mayoritarias de la Internacional en España, especialmente en Barcelona. En realidad, se puede decir que allí nació el núcleo de la sección barcelonesa de la AIT. En ese momento estarían personajes de la importancia de Rafael Farga i Pellicer, Jaume Balasch y Josep Llunas i Pujals, entre otros.
Por otro lado, es importante destacar que las enseñanzas giraron de una formación general a una más científica y técnica, dado el alto número de ingenieros que ejercieron de profesores. Se potenció mucho el aprendizaje de las matemáticas, la física y química, rudimentos de construcción y ciencias aplicadas a las artes y la industria. También se potenció la enseñanza de la economía política. En todo caso, no se olvidaron los saberes humanísticos. Es de destacar, además, que se impartieron clases de enseñanza elemental para trabajadoras.
El ejemplo barcelonés cundió porque se abrieron otros ateneos en Madrid, Valladolid, Zaragoza, Alicante o Cáceres.
El golpe de Pavía de enero de 1874, que terminó con la experiencia de la Primera República, fue determinante en la represión de todas las organizaciones obreras. El Ateneo sería clausurado.
Pero el ejemplo del Ateneo siguió presente entre muchos miembros del movimiento obrero catalán. De ese modo, en 1881 se creó el Ateneo Obrero de Barcelona, dirigido por Manuel Bochons y Josep Pàmies.