
Eduardo Montagut
La historiografía se ha centrado en el debate y acciones que el socialismo español realizó en relación con las obreras de fábricas, talleres o a domicilio, pero no sabemos tanto de las mujeres en el campo, y sobre si el PSOE y/o la UGT se preocuparon de ellas. El objetivo de este artículo es muy modesto, pero creemos que acercarnos a la opinión de un socialista a mediados de los años veinte sobre cómo atraer al socialismo a las mujeres del ámbito rural tiene su interés.
En el número del 27 de marzo de 1925 de El Socialista se publicó una columna cuyo título es “Feminismo agrario”, firmada por Pedro García (1880-1949) fue agricultor y empleado de oficina, natural de Cofrentes (Valencia), y con una intensa dedicación al sindicalismo agrario levantino, con importantes responsabilidades, así como en el PSOE, a cuya ala izquierda perteneció, llegando a ser diputado por Valencia-provincia en 1931 y 1936.
Por otro lado, hay que señalar que el año 1925 fue importante en el seno del socialismo español, con la iniciativa de María Cambrils de intentar que se promocionase la información periodística feminista, y la publicación de su imprescindible Feminismo Socialista, con prólogo de Clara Campoamor.
La tesis de Pedro García pasaba por trabajar para que la mujer se acercara al socialismo, pero, no cabe duda que algunos de sus planteamientos derivaban de prejuicios tradicionales sobre la mujer, y con un evidente paternalismo en algunas ocasiones, propio de la forma de tratar las cuestiones laborales relacionadas con las mujeres, y que no era solamente propio de los legisladores, sino también de parte del sindicalismo, como tendremos ocasión de comprobar en algunas de sus afirmaciones. Pero, por otro lado, García fue un convencido de la participación de la mujer en el movimiento obrero frente a compañeros más reacios, y no sólo por su liberación, sino para el fortalecimiento de la lucha obrera en general.
García consideraba que tan importante era trabajar para que los trabajadores de la agricultura se asociasen y organizaran, como para que lo hicieran también las mujeres, porque sufrían aún más explotación que el hombre en las faenas agrícolas. Las mujeres desempeñaban un papel fundamental en esas tareas en determinadas épocas del año. Las faenas agrícolas y otras similares que realizaban las mujeres eran recompensadas con míseros salarios. García consideraba que el capitalismo necesitaba a todos “los elementos de la prole desheredada”.
El sindicalista socialista opinaba que, aunque no se podía sustraer a las mujeres, por el momento, de las arduas tareas que realizaban porque no era suficiente con el salario del marido para cubrir las necesidades del hogar, apreciación que denota los resabios tradicionales de una parte de los socialistas varones, era fundamental, trabajar para “inculcar” a la mujer la idea de la asociación, dándoles a conocer las ventajas de la unión, uno de los principios básicos del movimiento obrero socialista.
Para García esta cuestión no era un asunto baladí para quienes estaban interesados en la organización obrera, ya que la mujer reunía cualidades superiores a las del hombre, y para ello, aludía a un ejemplo que no deja de llamarnos la atención, y que seguía denotando ciertos prejuicios, ya que se refirió a la fuerza de la mujer entre la “población negra” que habría podido dominar al hombre y tenerle “sujeto a creencias insanas”.
La mujer era más débil en lo físico, pero en lo espiritual estaba por encima de la “voluntad del género masculino”, demostrando una voluntad “inquebrantable”.
Teniendo en cuenta ese poder, era necesario orientar a las mujeres hacia la asociación, tenerlas agrupadas en las Casas del Pueblo para “encariñarlas” con los ideales “que han de redimir a la Humanidad de la opresión y tiranía”. No olvidemos que entre muchos socialistas seguía pesando una visión paternalista sobre la mujer.
Había que indicar a las mujeres que los patronos pagaban muy mal, y les obligaban a realizar tareas “impropias” de su sexo, en jornadas de trabajo excesivamente largas. Para luchar contra los abusos había que organizarse. García ponía el ejemplo de las provincias de Castellón y Valencia donde ya había Sociedades de obreras manuales, adheridas a la Federación Regional y a la UGT, ya que se apreciaba una gran diferencia de trato en relación con las trabajadoras, así como en la reglamentación de las horas de trabajo durante la jornada. García, pues, ponía como ejemplo a las trabajadoras socialistas valencianas, que se hacían respetar en su dignidad, y que no aceptaban tratos insolentes. Además, habían conseguido la jornada de ocho horas, y un aumento en las retribuciones de un 25% sobre el jornal ordinario. Por fin, habían obtenido un permiso de lactancia de dos horas diarias para las madres con hijos lactantes, sin descuento salarial.
Pedro García siguió defendiendo la importancia de la organización sindical femenina, porque unos días después, publicó un nuevo artículo en El Socialista. Curiosamente, el nuevo trabajo planteaba una interpretación más “feminista” que la pudimos ver en el trabajo anterior, ya que consideraba que la mujer sufría una doble esclavitud, la laboral y la del hogar, pero, además, porque criticó que hubiera socialistas que siguieran pensando que el papel de la mujer estaba en el hogar, aunque volvía a demostrar cierto paternalismo al considerar que el deber de los compañeros era emancipar a las mujeres procurando los medios necesarios. Pero, además de ser un derecho para las trabajadoras, existía otro argumento. García consideraba que se perdían muchas luchas en los pueblos por no contar con las compañeras organizadas. Se había dejado a las mujeres en manos del clero.
Pedro García no dejó de insistir en la explotación que sufría la mujer en el ámbito rural. En un tercer artículo del 17 de abril se explayó sobre esta cuestión.
Hemos consultado los números 5035, 5041 y 5053 de El Socialista. Para ahondar en la figura de Pedro García se hace obligatoria la consulta del Diccionario Biográfico del Socialismo Español.