
Eduardo Montagut
Las Jacintias eran unas festividades, que se celebraban entre mayo y junio, por los espartanos, en honor a Jacinto, el amado de Apolo, que murió de forma accidental cuando ambos jugaban al lanzamiento del disco. Una versión de este mito fue magníficamente reflejada por Tiépolo en un lienzo que se conserva en el Museo Thyssen. En todo caso, hay otra versión y en la que aparece Céfiro, celoso de que Jacinto había preferido a Apolo, y por ello le lanzó un tejo, provocándole la muerte. Apolo recogió la sangre del amado para que surgiera una planta que simbolizaría la muerte, y que llevaría su nombre. Jacinto, por su parte, pasó a los cielos entre los astros. Los espartanos le construyeron un templo, y de ahí su especial devoción por el mismo, estableciendo las fiestas primaverales.
Las Jacintias tienen, por lo que intuimos ya, una clara vinculación con la renovación vegetal o natural. Las fiestas duraban tres días. En el primero todo era duelo con ceremonias fúnebres, pero en el segundo todo era, en cambio, fiesta. Los jóvenes tocaban la cítara y el aula, y cantaban a la gloria de Apolo. También había concursos hípicos. Esparta se llenaba de coros y de carros decorados por las jóvenes y las mujeres. Se ofrecían sacrificios, y se celebraban banquetes (kopís). Al parecer, también los ilotas y los extranjeros podían participar en las celebraciones. En el tercer día se recuperaba cierta solemnidad. Las mujeres, como vemos, tenían gran protagonismo en estas fiestas espartanas. Para estas fiestas tejían un quitón, que era ofrecido al dios. Este hecho de tejer una prenda para una divinidad era muy propio de los griegos porque las atenienses, por su parte, hacían un peplo para la festividad de las Panateneas.
Las Jacintias, en conclusión, fueron fiestas fundamentales en Esparta. Había treguas y hasta se regresaba de los combates, si es que los había, con el fin de participar en las mismas.