
Eduardo Montagut
Isidro Escandell (1895-1940), al que nos hemos acercado en más de una ocasión, fue un maestro y destacado periodista socialista valenciano, que llegó a ser diputado, siendo fusilado por el franquismo. En este trabajo estudiamos su visión social del arte a través de un artículo que publicó en el Almanaque de El Socialista de 1931.
El periodista se preguntaba qué era el arte como hacia Tolstoi, que arremetía contra el arte puro, el arte hermético, contra el arte que no llegaba a los humildes. Pero antes, nos informaba que había habido otro personaje que había planteado la misma tesis contra el arte por el arte. Se trataría de Plejanov, el “fundador del socialismo ruso”. Aquel tipo de arte sería, por lo tanto, netamente burgués. El arte, en cambio, tenía que ser servidor de la Humanidad, como defendería el socialista ruso en su libro El arte y la vida social. La importancia del arte se había de medir por la cantidad de magisterio y de bien que del mismo surgiera. Así pues, la importancia de las sinfonías de Beethoven no lo era tanto por su belleza polifónica como por la propensión al bien y a la ternura que nacía de la obra del músico de Bonn. Pues bien, Escandell decía que en la literatura rusa ocurría lo mismo. De todos sus novelistas destacaba tres: Gorki, Tolstoi y Dostoyevski. Los tres, como representantes del “neocristianismo” buscaban en su arte la educación del alma. Así pues, el arte se había de interpretar como las normas didácticas para el sentimiento. Lo otro no sería arte, sería una caricatura del mismo.
El arte había de ser educación sentimental, preparación para la mayor perfección.
Escandell era categórico, y criticaba las teorías, que consideraba novísimas, como el cubismo, el futurismo, el vanguardismo, y otras manifestaciones de lo que expresaba como desnaturalización artística. No se trataría, a nuestro juicio, de la defensa en sí del realismo social por parte de Escandell, sino de una dimensión social para el arte.