Joaquim Castellanos,poeta taciturno, quejumbroso, pero asertivo

Por Andrés Cascio*

Últimamente, la desazón, el inconformismo, la desilusión de la política y la sociedad aparecen como un signo de nuestro tiempo, por ello acude a mi mente la trayectoria de un poeta argentino que, implicado en la política para el combate contra el conservadurismo político de su país, desarrolló una enriquecedora obra literaria que dejaría un mensaje, que, de algún modo, aún es válido.

Posiblemente, el pesimismo impregne el mensaje literario o traslade una visión  no del todo ajustada a la coyuntura vivencial de estos tiempos, pero nos imbuye de una parte de la realidad del país americano, un siglo atrás y que tras su evolución en el siglo XX, cuándo solo el fenómeno peronista genera un cambio, intentando romper la vertiente de un conservadurismo perenne, y bien desde una óptica populista y progresista, bien desde una vertiente de cambio no alineada, consiguió detener levemente el implacable destino de una sociedad, que atesora un capital intelectual sin duda elogiable.

Joaquim Castellanos, literariamente, fue producto del romanticismo, este poeta, de corte victorhugoneano, era considerado como el más alto exponente de la poesía del cono sur, donde perteneció a la Academia Argentina de las Letras.

Fue periodista, y además el primer docente de la cátedra de Historia Argentina y Literatura Americana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Comenzó su vida literaria escribiendo El cautivo, en 1879, poema en el que cuenta su experiencia cuando fue detenido, durante una manifestación política, porque Castellanos fue un literato estrechamente vinculado a la política.

Desde sus primeros años enfrentó la adversidad, pero esto no amilanó su carácter ni despertó en él sentimientos hostiles, el sufrimiento, la soledad, la ausencia temprana de sus seres queridos y posteriores pérdidas, las numerosas infamias en torno a su persona robustecieron su temperamento y de esta manera pudo vencer los escollos que la vida le iría imponiendo.

Desarrolló su actividad política ya en los estertores de la Argentina conservadora, período comprendido entre los años 1880 y 1916, continuadora de un periodo incierto desde su independencia, y dentro de este tiempo, en 1861 durante las guerras civiles argentinas, fue Bartolomé Mitre quien puso fin a la Confederación Argentina y consolidó la unificación del país.

El final de ese período se establece en 1916, una democracia mas igualitaria, es cuando llegó al poder cierto cambio, debido a la implementación de la Ley Sáenz Peña, sancionada por los mismos conservadores, que estableció el sufragio obligatorio y secreto y se buscó homogeneizar a la población, sobre todo a los más jóvenes, y se trató de construir una “nacionalidad argentina”, hasta entonces poblada por extranjeros, europeos migrantes, tras deshacerse de la población autóctona.

Es en este periodo donde la figura política de Joaquín Castellanos entra en el tablero de juego y una de sus preocupaciones fue la educación. Se acercó a un político en liza, Juan A. Alsina, quien había sido comisario general del Departamento de Inmigración, quien decía respecto de los hijos de los inmigrantes que se radicaban en el país que: «las escuelas recibían en todo el país alrededor de 40.000 niños, pero quedaban cerca de 450.000 sin posibilidades efectivas de alfabetizarse«. Castellanos, tomo distancia al poco tiempo del “alsinismo” y se integró junto a Leandro Alem, cuando comenzaba a generar la fuerza política denominada la Unión Cívica y de la que posteriormente se abrió la Unión Cívica Radical, que proponía una revolución, pero solo era un cambio, inclinado a lo liberal y en algunos sectores inclusos hacia la socialdemocracia, pero al ir avanzando su reformismo se fue volviendo chamuscado por tintes conservadores.

Castellanos estaba decepcionado del rumbo de la sociedad, de la injusticia y a la vez, tal vez, de la política o tal vez de la vida misma, eso hizo que algunos intelectuales lo considerasen un asocial.

Lo cierto, es que una persona asocial, es aquel individuo que evita tener interacción con otros, no suele convivir con las personas o evita convivir con las personas, tiene dificultades para relacionarse con los demás y suele sentirse incómodo ante situaciones sociales, como reuniones con amigos, familiares o algún otro tipo de situación que le resulte molesto, actúa en contra de las normas y reglas sociales, una persona que puede manipular, engañar o agredir a otros sin remordimiento, que no siente empatía ni culpa por sus acciones, y que tiende a mostrar comportamientos impulsivos y agresivos. Eso seguro, no era Castellanos, un hombre integrado en la lucha por el cambio, un político activo, que incluso fue baleado y tuvo que llevar muletas durante el resto de su vida.

Ni siquiera se lo podría encuadrar como un inadaptado social una persona que no se ajusta a las normas o expectativas de la sociedad, que puede tener comportamientos, intereses o apariencias poco convencionales. 

Lo que sucede con la Decepción de Joaquín Castellanos es que dió a la luz un poemario amargo, pero romántico, un relato en versos de la decepción de la especie humana inmersa en una sociedad indolente, que elige la sumisión cómoda, antes que la superación. Y esto lo pone de manifiesto, al final de su vida en su obra “El Borracho”, que causo tal ruido y tal impacto, sobre todo entre los intelectuales de la época y de su entorno, que hubo que cambiar el nombre a la obra, y así pasó a llamarse “El Temulento”.

Ya enfermo y a veces dictando los versos, su pluma dibujó un panorama oscuro, irreal, pero que de algún modo era cierto.

La obra cumbre de su incisiva pluma, alcanzó un extraordinario éxito que lo encumbró como uno de los mejores poetas del primer cuarto de siglo en América Latina, hace ahora ya un siglo.

¡Ya van tres noches de festín! En ellas,
Ávido el corazón de un algo inmenso
¡Toda una vida en el placer condenso
Y aún tengo hambre de placer y amor!
Quiero beber mi juventud de un sorbo
Del goce en la frenética locura,
Como en el ansia de la sed se apura

Nos habla de un hombre deseoso de vida, rebelde y transgresor, tal vez si, pero, deseoso de una vida plena.

¡Afluye a mi cerebro en onda cálida
La sangre, haciendo estremecer el pulso,
Y vacilante, trémulo, convulso,
Con nerviosa inquietud,
Siento que el aire a mis pulmones falta;
Mi pecho en sorda agitación palpita,
Y el golpe seco al retumbar imita
¡Del martillo clavando el ataúd!

Corra el deleite para mí a raudales;
Más que la tempestad temo la calma;
Tormentas de placer sacudan mi alma
Que harto conoce ya las del pesar!
¡Dadme el ardor de las pasiones locas,­
Dadme un edén de tropicales flores;
Quiero aturdirme en frenesí de amores
y en un salvaje vértigo gozar
!

Al final de la vida, y las concepciones religiosas no le han convencido, ni volcado a creencia alguna, busca en la aproximación a la muerte, la paz revestida de justicia, silencio, aunque sin duda también angustia.

Hoy busco las ciudades; hoy prefiero
La sucia fonda que con luz mezquina
Amarillenta lámpara ilumina,
A un paisaje bellísimo con sol;
La taberna es mi hogar; en este sitio
Donde se goza, porque en él se olvida,
Vengo a tomar venganza de la vida
Usando como un arma el alcohol!

¡Aquí llegan los náufragos del mundo;
Aquí en la pobre y mísera taberna
El pueblo alivia la tristeza eterna
De un dolor cuyo fondo nadie ve;
Este es el sitio, la fatal guarida
En donde a unos la miseria lanza,

A otros un amor sin esperanza
Y a muchos, como a mí…, yo no sé qué!

Dibuja con tristeza, pero con frescura de pluma, la sociedad con la que se encuentran los migrantes y los sitios donde los marginados, buscan refugio.

¡Aquí, desde este sitio y a esta hora
Voy al mundo a mirar a la manera
Que solitario en árida ribera
Contempla el pobre náufrago en la mar
Las tablas sueltas de la rota nave
Donde viajaba a los deseados puertos,
y mira de otros náufragos los yertos
Cadáveres flotar!

Las corrientes de migrantes, nos recuerda la desesperación de aquellos que hoy llegan en pateras, a lejanas tierras, buscando esperanza, tal vez solamente supervivencia, tal vez, comprensión y acogida.

¡No saben que el amor como la muerte
Nos llevan en dirección desconocida

………………………………………………

Yo fui poeta en mi niñez; mi genio
Era en la vida, franco, audaz y altivo;
En la naturaleza, reflexivo,
Y triste allá en la interna soledad
Donde se aísla en la emoción mi espíritu;
Soy-sano y, sin embargo, desfallezco
A influjo de un terrible mal: padezco
De una incurable sensibilidad.

Plasma la ansiedad y la depresión leve que se vive a menudo en la sociedad en la que vivimos, que decepciona, que entristece vitalmente y es cuando aflora la pregunta, ¿Qué sentido tiene la vida, si es así?

Amigos, ¡maldición sobre la vida!

Cuando yo caiga a vuestro lado, inerte,
Con una orgía festejad mi muerte
Y al campo mi cadáver arrojad.
Haced como en las islas magallánicas
Las tribus de sus páramos incultos,

¿Qué sentido tiene despedirse del muerto?, cuándo no solo pronto lo olvidarás, en ocasiones poco te importó. Otra cosa es si aquel que se fue, era tu amado/a, tu hijo, aquel que de verdad te hizo compañía, aquel que fue tu amigo

……………………………………….

Qué espléndido ataúd el de un paisaje
Que baña en luz la bóveda celeste,
O la alta cima de un peñón agreste
Siempre batido por el ronco mar!
Antes que me devoren los gusanos,
Bajo un montón de piedras bien cubierto,
Con mi cuerpo a las aves del desierto
Un salvaje banquete quiero dar!


¡Ellas son más benignas que los hombres;
Sólo devorarán mi carne fría,
Mientras 1o grande que en mi ser había
El mundo 1o desgarra sin piedad!

La sociedad desgarró mi vida sin piedad, tal vez las aves del desierto sean más benignas, al comer la carne muerte, jugando su papel en el eco sistema.

—————————————–   


No sé si Dios, o el Hado, O la Natura,
En torno y dentro de mi ser condensa
Un halo prehistórico de inmensa,
Inmutable, agresiva soledad.
Soy un fermento de los fangos cósmicos,
Soy un intoxicado por la vida
Que llevo la impresión de una caída
Sin fin, en desolada inmensidad!

Apelando a la toxicidad constante y la hipocresía, que la sociedad me rodea, desvela el porqué de tanta soledad y en todo su poemario, describe la decepción.

Joaquín Castellanos, fue un poeta y la política su herramienta para el combate social en busca de un mundo más fraterno, fue un francmasón integro y fiel a sus principios y valores, pero, sin embargo, al final de su vida, se hundió en una flagrante decepción de rumbo del mundo que avizoraba, que fue, sin duda, la inspiración con la que hizo aflorar la verdad amarga que se esconde a menudo en el seno de la sociedad.

Su trayectoria, tras un siglo, nos traslada a una realidad amarga que aún pervive. Castellanos, Buscó de manera incesante el amor a la vida y nos dejo sus versos para la reflexión.

* Andrés Cascio, Doctor, Psicólogo Social, Conferenciante y articulista. Profesor retirado de la Universidad de Barcelona, ha sido experto internacional y Catedrático de la Escuela de Especialización de la O.E.A. (Panamá) Director de Proyectos de UNICEF (Panamá) 1976 y del Fondo Social Europeo. 1990. Profesor invitado de distintas Universidades y Escuelas de Negocios de España e instituciones de altos estudios y América Latina. Presidente Club de Opinión Liber Cogitatio. Co director de la Revista Suum Cuique Ius. SCME.

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