
José Montesdeoca
Hace setenta y dos horas que el trovador cubano Silvio Rodríguez, ofreció su último concierto antes de iniciar una gira por determinados países latinoamericanos. Eligió para la ocasión las icónicas escalinatas que dan acceso a la Universidad de la Habana, como ya hizo tres décadas atrás. La pétrea y grisácea estructura ha sido impasible testigo del devenir de la revolución. En sus peldaños han descansado, descansan y descansarán miles de posaderas estudiantiles, que de una forma u otra han contribuido y seguirán contribuyendo al devenir de la historia de Cuba.
Hace años, en el Café Central de Madrid, en una noche de frio invierno, un cantautor español que perdura entre generaciones me dijo, que Cuba podría cambiar si Silvio Rodríguez y Pablo Milanés se unieran nuevamente sobre un escenario. ¿Cambiar qué?, me pregunté en mi fuero interno. La frase me acompañó durante años porque a ciencia cierta estaba revestida de un notable simbolismo. El trovador, veía en esa reunificación de los dos exponentes más significados de la Nueva Trova Cubana, a un país que podía regresar de sus fracturas y sus grietas profundizadas por el paso del tiempo, sobre todo porque al pueblo que le cantaron desde sus orígenes se ha quedado fuera de la ecuación y su esperanza es similar a la de una señora que mira al cielo desde un balcón de la Vieja Habana y que mañana podría no estar.
Nunca tuve dudas del carácter simbólico de la frase. Tampoco de que esa unión difícilmente se daría, a pesar de algunos intentos de personas cercanas a los dos artistas, para que volvieran a compartir un escenario juntos. La revolución los necesitaba. Ambos, aparte de sus canciones, pasaron a sus hijos un legado robusto que cada uno asumió a su manera. Milanés nos entregó a una familia de cantantes y compositores de primera linea que llega hasta su nieta Camila Guevara Milanés, marcada por una genética comprometida y de peso, no sólo por ser nieta de Pablo-que también-, sino por serlo al mismo tiempo del mítico “che” Guevara, la cual acaba de ser nominada al Grammy Latino.
Por su parte, Rodríguez legó a un MC que domina la disciplina del rap-si el rap se puede considerar disciplina- con maestría y sus letras responden al perfil más contestario del género. Regresó Silvio Rodríguez tras tres años de ausencia a un escenario cubano y le dedicó una canción a Pablo, que hasta su fallecimiento tuvo siempre presente a su pueblo y a la música popular que de ellos emanaba. Ya el autor de Ojalá, le había dedicado previamente una canción al compositor de Yolanda, en un homenaje póstumo celebrado en el Wisink Center de Madrid, donde se tuvo que colgar el cartel de “entradas agotadas”.
Hace tres días, Silvio se dirigió a un público entregado y les dijo que había solicitado la escalinata universitaria, ya que la misma simboliza la esperanza. Esa misma esperanza que le insufló la revuelta provocada por los estudiantes universitarios, que protestaron por la subida de precios de Etecsa (empresa estatal que suministra internet) que los cubanos calificaron como tarifazo.
Al autor de Rabo de Nube, fueron a verle y escucharle miles de personas, entre ellos el presidente de la República, especialmente para cantar al unísono sus temas más emblemáticos. También fueron muchos y muchas a escuchar lo que dijo y lo que no dijo. Otros sencillamente estaban presentes para ver y escuchar al hombre y al artista. Al cubano de 78 años que ha estado presente como un símbolo en la historia de la Perla del Caribe, que junto a sus compañeros de generación consiguió vencer la censura. Otros, sencillamente no estuvieron presentes porque prefieren tener las canciones del artista en casa o por temor al regreso en medio de una ciudad en penumbras.
Del que fuera tripulante del pesquero Playa Girón, cada cubano tiene su propia percepción. De su postura ante la sociedad cubana y de la influencia que podría ejercer para que esa misma sociedad fuera o se pareciera al menos al futuro del país al que cantó junto a sus colegas de la Nueva Trova (Amaury Pérez, Noel Nícola, Sara González y Pablo Milanés) entre otros, de los cuales algunos ya han partido, pero han dejado una obra tan memorable como desgarradora.
Silvio es el testimonio vivo de una época y de un país. No sé si se siente solo ante tantas ausencias, ni como se observa a si mismo en una sociedad que muchos cubanos y cubanas desde la isla han dicho que forman parte del llamado “fracaso de la revolución”. En verdad, es una carga demasiado pesada el tener que portar la historia sobre los hombros. Con esa historia ha hecho lo que ha considerado como artista, cuya obra lo trasciende y nos trasciende. Esas canciones nos unen en la memoria y nos mantiene enganchados al pasado, mientras el cantautor se mantiene cada vez más en el complejo e infalible foco de la historia.
Algunos hablan que podría haber sido el último concierto de Silvio en la Habana y al mismo tiempo su última gira internacional, debido a la avanzada edad. No estoy tan seguro de ello, porque se mantiene bastante activo al menos en grabaciones y colaboraciones internacionales. Una de sus mas recientes fue con el español Pablo Pastor en el tema Quererte. El tiempo lo dirá.
Obviamente, desconozco en que lugar ubicará la historia a este enorme poeta de la canción. Pero si sé, que Fidel lo tuvo claro desde el minuto uno, cuando enmarcó aquella lapidaria frase ente Sierra Maestra y Santa Clara. Entre uniformes verdes olivo y habanos kilométricos: “la historia me absorberá”.
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