Por Rosa Amor del Olmo
Barcelona está en poder de la revolución victoriosa, que de la noche a la mañana se trocará en insolente, y hemos de ver, si Dios no lo remedia, no pocas brutalidades. Me tranquiliza, no obstante, la confianza en el pueblo catalán, cuyas virtudes conozco. Es bravísimo si le hostilizan sin razón, fácil a la concordia si se logra herir la cuerda del sentimiento fraternal, que en él existe, aunque está bastante honda. Es apacible en su casa, en el común trato sincero y rudo, buen amigo, mal enemigo, amante si le aman, fiero si le aborrecen… El peligro que corremos hoy los que estamos bajo la férula del pueblo barcelonés y de la Juntita que a estas horas se forma, es que se injieran en su seno los perdidos vividores que ordinariamente están al acecho de estas situaciones irregulares para desvirtuarlas y corromperlas. Benito Pérez Galdós, Los Ayacuchos, BMC, Alicante, 2002. Pág. 253.
Pérez Galdós adoraba Cataluña, situó la obra Mariucha en Barcelona y ha confirmado muchas veces su apertura liberal y su concepción intelectual de la cultura y de las lenguas. De ello no cabe duda. Sin embargo, en ocasiones, como el caso de la lengua catalana, el escritor canario nunca se ha mostrado… partidario, por así decirlo. No daba dinero.
Como hombre de cultura no podía eludir la grandiosidad de la literatura medieval catalana, claro, pero no opinaba igualmente del uso de dicha lengua para la novela contemporánea. Su defensa a ultranza de la lengua que él dominaba y que tanto éxito le proporcionaba no solo a él, sino a todo el grupo de realistas y naturalistas, le posicionó en alguna ocasión en una palestra algo rara y ambigua, característica por cierto del intelectual de verdad. Sin embargo, el diálogo y el respeto con el que se trataban las personas que no siempre tenían porqué pensar igual, es a día de hoy, admirable.
“Narcis Oller, Palacio Valdés y otros no hacen ahora sus primeras armas, y son muy conocidos desde hace algún tiempo. Oller escribe sus novelas en catalán, privando así a la mayor parte de los españoles del placer de leerlas. El catalán es más difícil de lo que parece a primera vista, seduce poco, no es de esas lenguas que se pegan. Cuando la necesidad nos obliga a leerlo, rara vez permanecen en nuestra memoria sus giros y su vocabulario, y si cuesta algún trabajo aprenderlo, no cuesta ninguno olvidarlo. Que Oller, uno de los más insignes catalanes y uno de los primeros novelistas españoles, escriba sus admirables obras en catalán, es verdadera desdicha. Dice él que no siente en castellano; pero me consta que lo sabe escribir magistralmente, y sin duda entran por mucho en su catalanismo los resentimientos regionales, algunos no injustificados. Ese empeño de dar vida literaria a una lengua que no la tenía, nos priva de uno de los escritores más ingeniosos y más inspirados de la época presente. Comprendo que los resucitadores del catalán literario consigan su objeto dentro de la poesía, porque la poesía vive perfectamente en los idiomas ingenuos y sin cultivo, casi mejor que en los muy trabajados; pero querer hacer en catalán la novela contemporánea que requiere una dicción extraordinariamente rica y flexible, me parece absurdo, con perdón sea dicho del insigne colega Oller, que podrá escribir en castellano, si quisiera, sin que sus admirables creaciones perdieran nada, antes bien ganando mucho.
Y esto se comprende observando que el catalán no tiene construcción propia. La sintaxis es la castellana y solo varían las voces. No puede desconocerse que en ciertos pasajes de ternura y en los diálogos o cuadros de un carácter popular, la lengua catalana tiene cierto encanto, por su misma ingenuidad, por el dejo quejumbroso de los diminutivos, pero desde que el narrador sale de estos terrenos, la lengua se le revela, no tiene más remedio que recurrir al español catalanizado, porque el dialecto carece de recursos para todo lo que es de un orden ideológico.
Me parece que, al fin y a la postre, Oller se convencerá de esto, y vendrá a Castilla, donde puede tener seguramente bastante mayor número de lectores que en Cataluña. Vale tanto, que sus obras si estuvieran en lengua inteligible, serían recibidas como pan bendito en España y en América. Las obras del insigne barcelonés son dos tomos de cuentos y novelitas cortas, titulados Notas de color, y Croquis del Natural, y las novelas La Papallona y Vilaniu. Esta última es la más reciente. Seguramente será poco conocida en América esta literatura, fuera de los círculos propiamente catalanes, y es gran lástima que así sea, porque no es posible imaginar mayor viveza en las pinturas, ni una tan simpática y fácil naturalidad. En los dos tomos de obritas que he citado hay cuadros cuya belleza y verdad no puede ser superada. La observación de Oller es de verdadero artista y de poeta. La Papallonaes novela encantadora. Fuera del final, que aprecié un poco artificioso, nada hay en ella que no sea de maestro. Observación, sentimiento y esa poesía extraída de la verdad del hecho, ese prestigio de la narración sincera que no puede expresar la crítica, forman el tejido de esta hermosísima obra. Se ha traducido al francés, con un prólogo de Zola, y después fue traducida al castellano. Vilaniu es un cuadro de costumbres de población pequeña, en que reinan la envidia, la maledicencia y las intrigas de campanario. Hay en ella menos sentimiento que en La Papallona, pero una observación más firme y completa, y un estudio más profundo de la vida humana. Los caracteres están tan bien pintados que se confunden en nuestra mente con la realidad. El ambiente, el fondo, el teatro, digámoslo así, es de tal naturaleza, que el lector cree haber vivido en Vilaniu y tratado a sus habitantes.
Pidamos a Dios que le toque el corazón al buen Oller para que nos dé sus obras en lengua que entendamos, y renuncie a la empresa loca de infundir al catalán una vida que ha de ser puramente galvánica. Ingenios tan sobresalientes se deben al mayor número, pertenecen a la patria común, que les reclama y les reclamará hasta que vengan. Tarde o temprano vendrán”.
Galdós sigue erre que erre con el centralismo madrileño, tan inaudito como casual en su caso. Las lenguas también se llevan en el corazón como el propio Galdós expresó en muchas ocasiones y en efecto, Oller realmente fue un maestro de las letras que respondió así a las expresiones y valoraciones de su amigo Galdós, respondiéndole así:
“No amigo Galdós, no es exclusivismo, ni provincialismo, ni separatismo, ni otro ogro cualquiera de los terminados en -ismo que pueda inventarse algún vecino de la corte tratando de los platónicos poetas del Pelago que él no conoce pero usted sí, lo que me hace escribir en catalán. Es algo muy superior, mucho más invencible que el pueril afán de mostrar al orbe mis preferencias por Cataluña que no niego, pero que podría tener del mismo modo y aun alardear de ellas escribiendo en romance. Escribo la novela en catalán porque vivo en Cataluña, copio costumbres y paisajes catalanes y catalanes son los tipos que retrato, en catalán los oigo producirse cada día, a todas horas, como usted sabe que hablamos aquí. No puede usted imaginar efecto más falso y ridículo del que me causaría á mi hacerlos dialogar en otra lengua, ni puedo ponderarle tampoco la dificultad con que tropezaría para hallar en paleta castellana cuando pinto, los colores que me son familiares de la catalana. …”.
Galdós quería como comunicó a su amigo que Oller fuera mucho más conocido y que su obra cruzara al otro continente como sucedía con las obras en castellano para lograr su triunfo. Pero no todo lo escribe, no toda obra artística se crea para conquistar y tener fama. El literato escribe por necesidad artística e intelectual, porque no podría hacer otra cosa y cuando lo hace, tiene que hacerlo en su lengua madre o en la que le dé la gana. Decide si tiene oficio, decide qué quiere y cómo escribir. ¿Tendré lectores? Si los hay, mejor. ¿Me pagarán ellos? Poco importa. Sólo quiero saber si me leen y un día poder charlar sobre escritos y otras cosas. El oficio, se gana a base de trabajo y entrenamiento. Galdós, esto lo tenía, claro, pero dudo de su altruismo. El literato, el escritor, escribe, con independencia de que las obras triunfen o no, o que le propinen los pingües beneficios que tanto quiere la gente, a decir verdad, mediocre. Lograr reconocimiento, saber que las cosas están bien hechas, no se paga con dinero y en este sentido Galdós siempre tuvo una intención mucho más lucrativa que otros, fue mucho más acaparador que otros y recaudador de una fama que después se volvió contra él mismo. Las tantas horas que he pasado leyendo, releyendo y descifrando manuscritos de Pérez Galdós, me despertó continuamente la curiosidad de saber si todo lo que escribía, lo hacía por esa necesidad del que nace y hace, pase lo que pase. Creo que no.
Lo mejor es no medirse con nadie. Yo estudié en la facultad literatura catalana por dos años, no había para más, y ciertamente fui feliz. Poder leer a los autores en su verdadera naturaleza es algo que no tiene precio. Detesto las malas traducciones que las hay por todos lados, con el afán de atraer a uno todo lo que le rodea, en lugar de esforzarse para ir por esos mundos que no son nuestros, pero que tanto nos enseñan.