
Eduardo Montagut
Flora Tristán escribió en un tiempo concreto, pero explicó e interpretó cuestiones que trascienden el mismo en relación con las mujeres.
La autora partió de una concepción clásica o ilustrada del feminismo para terminar prefigurando el feminismo socialista. Siempre hemos creído que los pensamientos o acciones que suponen un encrucijada o transición son extremadamente sugerentes porque incorporan aspectos de ambos mundos, intentando combinarlos o para procurar una síntesis. Las ideas del feminismo de Tristán serían un claro ejemplo.
Flora Tristán defendió la crítica ilustrada y del sufragismo al principio que sustentaba que la naturaleza de la mujer era inferior a la del hombre. En consecuencia, este falso principio, que alimentaba el pensamiento político, la ciencia y la religión, justificaba la exclusión de la mujer de la educación racional, de su participación en el ámbito público y defendía su reclusión en el privado o doméstico, para ejercer funciones como esposa y madre.
Pero nuestra autora dio un paso más para explicar la desigualdad, sin negar lo anteriormente expuesto. Planteó que la causa de la profunda discriminación que padecían las mujeres se basaba en la explotación económica. Que las niñas no recibiesen una educación racional como la que recibían los niños se justificaba porque aquellas estaban destinadas a unas tareas específicas donde se podría sacar de ellas un mejor rendimiento, precisamente en el ámbito doméstico. Así pues, el discurso de la distinta naturaleza femenina se combinaba con el argumento económico. En consecuencia, la mujer del pueblo padecía un trato sumamente injusto, sin posibilidad de poder educarse, y siempre destinada a un estado de servidumbre en relación con los hombres, ya fueran hijas, ya esposas y madres, y hasta amantes. Cierto era que las mujeres de las clases elevadas padecían una situación de discriminación, pero no sufrían esa servidumbre.
La clave, estaría, por lo tanto, en la educación, y aquí su feminismo, que ya estamos intuyendo socialista, adoptaba un claro matiz utópico, sin olvidar la raíz ilustrada y/o liberal. La educación siempre fue clave en este socialismo por su supuesto valor transformador, y en este caso, primero para la mujer, pero también para el hombre, y para la sociedad, en general. ¿Por qué? Pues porque que la mujer recibiese una educación racional traería beneficios, ya que no se despreciaría su talento, después de haber combatido el argumento de su inferior naturaleza. Pero, en segundo lugar porque una mujer educada sería una excelente educadora de los hijos para formarlos en hombres libres, siendo un argumento muy empleado también por el librepensamiento y hasta por el socialismo. Y, por fin, porque la educación convertía a la mujer en compañera, no en sierva, lo que redundaría, siempre según su opinión, en un sustancial mejora de las relaciones entre ambos sexos.