
Eduardo Montagut
La apuesta federal para España puede ser una alternativa al auge de los nacionalismos, tanto frente a los que no tienen Estado como sobre el que sí tiene Estado, pero se siente amenazado por el supuesto auge de los otros.
¿Y por qué es una alternativa?
En primer lugar, porque es una solución racional, es decir, que apela a la razón, al razonamiento acerca de la convivencia partiendo del hecho de la intensa diversidad histórica de nuestro país. No apela al sentimiento, un elemento complejo y difícil de administrar. El análisis pausado y racional con el consiguiente y necesario ejercicio pedagógico se puede presentar como un intento de superar los ejercicios irracionales, apasionados y que conducen al enfrentamiento sin debate y al triunfo de una concepción violenta del juego político. Ante el auge de banderas, símbolos, exabruptos, sentimientos patrióticos desbordados, es necesario el trabajo sereno de explicar a la ciudadanía la necesidad de encauzar a través de la razón tanto sentimiento desbordado y realizar ejercicios de empatía, y de autocrítica antes de lanzarse a ese combate.
En segundo lugar, porque el federalismo se basa en el ejercicio del pacto, del acuerdo, sobre la construcción racional de un modelo territorial. Pactar es muy complicado, pero es la esencia de la política democrática, el ceder para conseguir algunos objetivos, el intentar consensuar un modelo nuevo partiendo de la constatación de la diversidad, y de los peligros que supone tanto negarla como considerar que debe ser la puerta hacia las autodeterminaciones. Esa negación, ya sea desde una posición, como de la otra, conduce, en el mejor de los casos, a que se enquisten los problemas o, en el peor, a que afloren los conflictos y hasta la violencia. De nuevo, se hace necesario el ejercicio pedagógico sereno, tanto para enseñar a unos que no existe una sola manera de entender España, como para que otros entiendan que el agravio permanente no se sostiene ni puede ser un método para funcionar en la vida.
La cuestión territorial en España es de las más difíciles de tratar, seguramente más que la de sostener y ampliar el Estado del Bienestar, y lo es, porque se apela al sentimiento y no a la razón.
















