El club de enemigos

Rosa Amor del Olmo

A menudo nos gusta sentirnos bien con nuestro entorno, con todas las personas que nos rodean donde buscamos el equilibrio y el entendimiento porque eso es lo que nos hace sentirnos bien. Hablo de los caracteres tranquilos, aquellos que están en armonía personal y que irradian plenitud, son aquellas personas que rara vez entran en polémica con nadie y que no malgastan sus emociones en combatir una idea con nadie. La verdad es que no compensa.

Existen igualmente personas que sin ser conscientes de ello o quizás siéndolo son polemistas por naturaleza, todo lo rebaten, todo lo combaten y nos dan la sensación de que están en contra de todo y de todos. El famoso Club de enemigos personal del que ya he hablado en otros lugares. Son por lo general personas o personajes muy esforzados, con gran personalidad y muy emprendedores. El carácter en el ser humano es algo difícilmente controlable porque cada quien lo ha ido forjando con el tiempo, con las experiencias y pruebas de la vida, las tragedias, las desilusiones, el medio ambiente, la herencia genética…Muchos son los factores que configuran lo que entendemos como una manera de ser. Esto en teatro se denomina arquetipos o tipos.

Como digo, las características del carácter de una determinada persona pueden variar en función también de las circunstancias cotidianas a las que dicha persona se somete, de modo que en función de esas circunstancias nuestro carácter y manera de ser también variará. Una mujer que pasa de ser -por ejemplo- una empresaria a desempeñar el papel de madre de familia puede ver afectado su carácter así como los demás también podrán comprobar y/o sentir dichas mudanzas. Un hombre que pasa a ser un cesante como diría Galdós o si se quiere la palabra actual, parado, se verá igualmente afectado por sus circunstancias, estas hoy son muy comunes, habida cuenta la situación de crisis en la que se encuentran la mayoría de los países.

La infancia, ha sido y es para muchos psiquiatras y psicólogos la etapa definitiva de la personas, para algunos incluso, desde el seno materno donde podemos ser influenciados y determinados por una serie concreta de sentimientos, rechazos, miedos, sensaciones inexplicables, fobias…La infancia, por tanto, marca nuestra vida pero también marcaría la de los padres que tuvieron a esos hijos, es decir, aquellos padres también estaban sometidos a prueba durante la etapa de ser padres con los determinantes que eso conlleva para muchos: inexperiencia, divorcios, abandonos, viudedad, guerras, hambre…. Ese niño que sufrió rechazo en el vientre materno y que sufre miedos de adulto comprobó un día que también su madre sufría rechazo del ambiente, de su suegra, de su marido, de la sociedad, de su madre…La persona por tanto, puede tener una serie de reacciones en su carácter, hoy solo hablo del carácter, que no las puede explicar porque parece que el carácter responde a una cuestión de impulso, a algo que no se puede programar por mucho empeño que uno tenga. Se pueden controlar las tentaciones, las ideas incluso, los problemas de la vida…muchas cosas, pero ¿el carácter? ¿Cómo podemos hacernos dueños de él? Hoy, lo perdonamos todo o no perdonamos nada, según nos dé. Un hombre agresivo probablemente sea así porque está reivindicando algo, por imitación, porque le educaron así…siempre hay una razón, una mujer colérica, histérica, también lo será por muchas circunstancias. En general lo que sí podemos observar es lo desconfiada que es la gente, hablamos de ese tipo que he descrito al principio, el impetuoso- siempre sospecha de lo que uno quiere decir y yo digo que soy responsable de lo que digo y no de lo que los demás quieran interpretar de mis palabras, ese es el problema del lenguaje a diferencia de otras artes o maneras de comunicarse. Lo de malinterpretarme me ha pasado toda la vida y he sufrido por ello, pero un día me levanté por la mañana –yo siempre marcial con mis horarios- y llegué a la conclusión de que el problema no era que yo no me expresara bien, simplemente “molestaba” lo que decía o quizá las personas querían escuchar otra cosa. Rosa Amor como persona molesta porque dice cosas, lo inventan otros, no yo. La mayor desgracia de la vida es tener razón y lo peor es lo del ya te lo dije…

Entonces, el mensaje que la música nos quiera dar, será el que es, nostálgico, enérgico, hermoso, terrible…pero nunca lo interpretaremos de manera equivocada, el lenguaje y las palabras sí. Igualmente sucederá con la pintura, la arquitectura, la danza…a nadie se le ocurrirá sentirse agredido por el mensaje, o al menos si el mensaje es agresión será agresión pero no agresión porque la persona ha querido voluntariamente interpretarlo así, tergiversando el tema. Eso marca la diferencia de las palabras donde un mensaje de paz puede ser interpretado como una agresión. Así ha sido a lo largo de la Historia y continúa siendo así, por eso, los que utilizamos la palabra como medio de comunicación somos los más vulnerables pero también los más peligrosos.

Es posible que nuestro carácter también se vea reflejado en nuestros escritos, por qué no. Las formas agresivas son posibles de detectar incluso entre los poetas, como también podemos detectar la armonía o la inteligencia, solo el contacto directo con una persona es la situación más difícil de solventar porque entran en función los caracteres con la parte sentimental o emocional de la persona, la manera espontánea de solucionar nuestros problemas, marcando la forma expedita de la situación. A mí, me agrada mucho llevarme bien, con la gente, con cada una de las personas que conozco, pero he podido comprobar algunas cosas que me llaman la atención. Una de ellas es que la gente que siente animadversión por nuestra persona, la tiene, y por mucho que se quiera, nunca la cambiaremos, por mucho acto de humildad y cercenación de nuestro orgullo, nunca le caeremos bien, aunque ellos ni conozcan las razones. Alguien odia a otro y no sabe por qué, me cae gordo, se dice, una lástima, pero es así. Hoy decimos empatía. Uno se convierte delante del odiador como alguien incómodo, molesto. He comprobado igualmente que cuando menos interés tengo en las cosas en general, algo mayor es la inteligencia para enfrentar la idea, menores son los intereses sobre ese tema o idea y por lo tanto la forma en que puedo enfrentarlo o arreglarlo será mucho más culta, desinteresada, inteligente, solidaria, porque la forma espontánea, interesada o interior no interviene. Veo las cosas desde fuera sin que me importen y sufro de repente de exceso de coherencia. En ese caso siempre somos muy correctos y ese es el caso en el que somos extraordinarios porque escuchamos a alguien sin vehemencia, con equilibrio, dominando la situación (pero en el fondo porque no nos interesa verdaderamente). Cuando la situación nos importa y por ejemplo estamos en una conversación con alguien que es muy fuerte en carácter, en general nos quedan dos opciones: una es la de ponernos en esa situación templada en la que no nos interesa nada y con ello dominar la situación, osea, el principio de la no intervención y la otra es la de entrar al trapo y discutir continuamente poniendo nuestra opinión por encima de todo.

Este acto de coraje siempre tiene un por qué, claro, pocos son los que se encienden por encenderse, generalmente ha habido un antes, un argumento que nos hace responder así, el resorte que provoca nuestro impulso y respondemos polemizando como búfalos. Las consecuencias nunca serán ni inteligentes, ni desinteresadas, ni cultas, entraremos en un broncazo infame para intentar convencer a alguien de lo que probablemente será imposible y nos sentimos por ello frustrados, dolidos, horrorizados por el no entendimiento, surge lo que conocemos como: incompatibilidad de caracteres, ¡y qué le vamos a hacer!

Los niños se enfadan y se juntan con una facilidad pasmosa, a mí me gusta aprender de ellos porque no tienen rencor a nadie, la infancia es una etapa absoluta de limpieza del alma, aunque también lo es de rencores, de bestialidad, de crueldad supina y del carácter más primario, salvaje que cada persona traemos a este mundo. No obstante, esa naturalidad de conformarse con todo, me gusta, aunque como dice Galdós en su novela Miau y que viene al caso por lo que tiene de reflexión para el texto de hoy: «La infancia es implacable en sus resentimientos, y la amistad no tiene raíces en ella».

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