
Antonio Chazarra
En los casi 75 ños de su publicación
Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad.
Jean Paul Sartre
Los años finales del siglo XX y el primer cuarto del XXI, es un periodo desapacible, gélido y donde el nihilismo, con su efecto paralizador, no ha hecho más que poner trabas a los impulsos de racionalidad y a la denostada herencia de la Ilustración.
El pensamiento crítico, a fuerza de golpes, se ha ido batiendo en retirada. A estas alturas, la lámpara de la sabiduría es apenas una luz tenue. Una atmósfera de toxicidad se va extendiendo como una densa niebla. Cada día son más frecuentes los discursos brutales, deshumanizadores y hasta homicidas… parece que nos hemos resignado.
Es un lugar común que un futuro de realizaciones, humanismo y justicia social se ha borrado del horizonte. Todo a nuestro alrededor está lleno de zozobra, indecisiones y estupores. No hay derecho conquistado que no sea, de alguna manera, burlado. Reflexionar y dudar es, progresivamente, una práctica cada vez más infrecuente.
Los mercaderes se han adueñado de casi todos los espacios. La realidad es equívoca y está llena de trampas y traiciones. Lamentablemente contra el miedo, el valor no es suficiente. Colectivamente rendimos un tributo –muy a pesar nuestro- al holandés errante. Formamos parte de una larga deriva. ¿Cuándo y cómo comenzó este momento crepuscular? Pese a los pesares, el pensamiento… puede renacer entre las sombras.
En este ensayo voy a seguir una línea –más oblicua que recta- haciendo unas consideraciones sobre “El guardián entre el centeno” y sobre Jerome David Salinger (Nueva York, 1 de enero de 1919-Cornish, Nuevo Hampshire, 27 de enero de 2010)
“El guardián entre el Centeno”, se convirtió en un clásico de la literatura moderna estadounidense, casi desde el momento mismo de su publicación, aunque vinculado a un cierto halo de malditismo.
El “carpe diem” es una invitación a gozar de la vida y a vivir el presente con intensidad. Por el contrario, cuando desaparece del horizonte este impulso, da lugar al desaliento, a la desesperanza y al nihilismo.
Desde su aparición provocó controversias, entusiasmos y descalificaciones. Su lenguaje es, manifiestamente, provocador. Hunde el bisturí, sin concesiones, en los conflictos de la adolescencia.
Inauguro una serie de novelas que abordan, sin tapujos, la falta de horizonte de una juventud desnortada. La novela constituye una serie de rupturas con la moral y los valores de lo establecido.
Salinger para indagar en una concepción del mundo, manifiestamente subjetiva y banal, elige un narrador en primera persona. Holden Caulfield protagonista de la obra, ha sido considerado, con acierto, un síntoma y a la vez un icono de la rebeldía juvenil.
La novela tuvo una elaboración lenta y meditada. Nada en ella es fruto de la improvisación. Entre 1945 y 46 la publicó, con ligeras variantes, por entregas.
Es una obra muy representativa de la guerra fría con sus tensiones, visión pesimista y conciencia de haber puesto el pie en un terreno hostil, tras salir del horror. Un adolescente contradictorio busca inútilmente, su lugar en el mundo, en un intento frustrado por alcanzar el conocimiento.
Como tantos otros adolescentes, lleva puesta una máscara con la que intenta cubrir su vaciedad y su inestable mundo interior. Sus motivaciones son esquivas y transgresoras. Salinger hace un esfuerzo por utilizar el lenguaje adolescente con sus prejuicios y bravuconadas.
“El guardián entre el centeno” es una novela cuya aparente quietud, muestra por contraste el fluir de la historia. Se desliza como un rio subterráneo.
Holden Caulfield está poseído por una mortal desgana. Salinger utiliza con habilidad una dialéctica profunda y desesperanzada, a través de diálogos nihilistas llenos de desasosiego. Es cierto que cada generación se siente protagonista de la historia, mas la generación de Holden Caulfield presenta el perfil de los perdedores. Es, por tanto, un antihéroe perfecto que se hunde más y más en la nada cuando pretende hacer tabla rasa de una moral fosilizada.
La novela es fascinante y ha dejado una huella profunda en no pocos adolescentes que no se aceptan a sí mismos. Es significativo –quizás por eso es un texto de culto- que el asesino de John Lennon, Mark David Chapman, llevaba consigo un ejemplar cuando perpetró su trágico acto, absurdo… sin sentido.
La sociedad estadounidense, especialmente en la América profunda, ha protagonizado numerosos atentados en los que, como un siniestro ritual, el libro de Salinger actuaba si no como leitmotiv, al menos como desencadenante.
Estos síntomas sociales de esquizofrenia han sido, sistemáticamente, cometidos por quienes sintiéndose incomprendidos, en realidad eran unos inadaptados. Seres a la deriva que no saben lo que quieren, alienados y disconformes consigo mismos.
Holden Caulfield es mucho más inseguro y vulnerable de lo que parece. En cierto modo, no está lejos de algunos personajes del existencialismo. Es un enfermo, un pájaro con las alas rotas que en su vuelo alicorto ha ido perdiendo plumas hasta quedar desnudo.
No es un ser inmoral sino amoral. Su itinerario vital es una cadena de errores. Expulsado de varios centros educativos. No siente apego por casi nadie y por casi nada, quizás la excepción sea su hermana, Phoebe y un hermano que murió. Desubicado, vagabundea, tiene cambios repentinos de humor, arrebatos de furia, con cierta frecuencia bebe hasta emborracharse como mecanismo de defensa para huir de una realidad hostil. Esta andadura errática finaliza en una institución mental.
Quizás sea útil reseñar que en una sociedad tan conservadora, especialmente en la América profunda, en diversas ocasiones “El guardián entre el centeno”, ha sido el libro más censurado tanto en escuelas secundarias como en bibliotecas. No sería acertado dejar a un lado el afán censor del fundamentalismo y de un puritanismo exacerbado.
Holden Caulfield no sabe como instalarse en el mundo en que vive. Choca una y otra vez contra el muro de la realidad. Su forma de reaccionar es un rechazo instintivo y una rebeldía transgresora.
Es un ignorante, quizás por eso, tiene ataques de soberbia, cae en fragantes contradicciones y siente un odio difuso tanto hacia la sociedad como a sí mismo, hasta convertirse en un síntoma y en un símbolo de una generación que no sabe a dónde va e ignora su lugar en el mundo. Un acierto evidente de Salinger es elegir como atalaya un punto de vista caótico y errático.
Hoy, a finales de octubre de 2025, percibimos con preocupación que estamos rodeados de mal gusto, incompetencia y corrupción. Me pareció la primera vez que lo leí –y me sigue pareciendo- que es una obra de ficción y, a la vez un documento histórico, que debería ser imprescindible para los adolescentes. Es accesible. No basta con leerla. Hay que sugerir su lectura, como se hace aún en los Estados en que los demócratas tienen mayoría.
Pagaremos un precio muy alto por nuestro desinterés hacia los clásicos. De los clásicos se aprende y sus mensajes nos llegan vivos y frescos a través de los siglos. Aristóteles en su “Retórica” nos dejó dicho que: “los jóvenes tienen mucho futuro y poco pasado”. En la actualidad varias generaciones de jóvenes piensan y actúan como si no tuvieran futuro y hubieran roto los puentes con el pasado.
Holden Caulfield es representativo de esta forma de pensar y de actuar. Rabiosamente individualista, no tiene el menor interés por la esfera social y se refugia en sí mismo aunque no se soporte. Es significativo que pone los sentimientos muy por encima de la razón.
El suyo es un malestar que se va extendiendo y dejando tras de sí… un abismal vacio. Quizás sea cierto que cuando la fuerza impera, la razón llora presintiendo o sintiendo que ha perdido la batalla.
Holden Caulfield no sabe guardarse del enemigo que lleva dentro. En su delirio cree que lo protege una armadura de hierro… mas debajo tiembla una piel de gallina.
A Salinger le gusta mirar la realidad cara a cara. Es directo y rehúye lo rebuscado y las sofisterías. Está en el barro y, por eso, escribe con los pies hundidos en la podredumbre, consciente de que aunque se diga que la literatura obra milagros no puede extraerse, por mucho que se intente, agua de las piedras.
Es un lugar común separar la obra del autor. Analizarla, desde dentro y sin apoyaturas externas. Creo, sin embargo, que conviene señalar que Salinger nació en el seno de una familia judía, visitó algunos países europeos como Austria y Polonia y que en la Segunda Guerra Mundial, perteneció a la red de contraespionaje aliada. Una experiencia que le marcó, fue participar en la liberación del Campo de Concentración de Dachau.
En París conoció a Ernest Hemingway, con el que mantuvo una relación discontinua. Salinger ha tenido sus epígonos, quizás los más destacados sean John Updike y Philip Roth.
“El guardián entre el centeno” tiene, desde luego, diversos niveles de lectura. Se cumple el veredicto de que muchas veces lo simple es más verdadero que lo complejo y rebuscado.
La postura iconoclasta de Holden Caulfield le lleva a menospreciar y arremeter contra todo lo establecido. La angustia que padece es una aguda dolencia que lo confunde y que le impide bucear en su interior y cumplir el sabio desiderátum del Oráculo de Delfos.
No tiene expectativas. No sabe lo que quiere, ni a dónde va. Se siente prescindible y vive dolorosamente un itinerario absurdo. Se siente vacio porque es inconsistente. La suya es una trayectoria vital sin consuelo, promesa alguna de futuro, ni fe. Quizás por eso, está tan predispuesto a traicionarse a sí mismo.
Su vida es dar vueltas alrededor de un eje. Está enfermo de egolatría y de subjetividad. Su visión alienada de la realidad se impone a toda objetividad del mundo exterior.
Deambula como si le faltara el aire, mientras percibe ruidos y más ruidos de fondo. Tiene delante de sí un espejo que le devuelve dudas e inseguridades sin asomo de certeza alguna.
La suya es una ruptura abrupta de registros. Su ansiedad e inestabilidad hacen añicos todo síntoma de cordura y de equilibrio. No puede haber valores donde no hay coherencia. Es infeliz, con esa infelicidad de quien no espera nada del futuro. Su vida es una sucesión interminable de irresponsabilidad y nihilismo.
Hoy, cuando los jóvenes leen tan poco, cunde la desinformación. Las redes sociales y la inteligencia artificial, sólo les suministran la información sesgada que desean. En definitiva, un circulo vicioso que se retroalimenta y que los empobrece más y más. Lógicamente, el espíritu crítico se resiente.
La mayoría de los adolescentes –las chicas leen más y tienen una visión más estructurada de la realidad- hacen buenas las palabras de Antonio Machado: “desprecian cuanto ignoran”.
La literatura es una ventana abierta a la vida que aporta visiones y formas de entender la realidad y de entendernos a nosotros mismos.
Los buenos libros nos hacen más libres. Me atrevo a sugerir que se haga una lectura de “El guardián entre el centeno” en uno de los clubs de lectura existentes y que se sometan a revisión y crítica, los problemas que plantea.
Estas páginas son tan solo un modesto intento de sugerir algunos de los puntos de vista que pueden plantearse y debatirse. Son tan actuales que despertarán el afán polémico y el intercambio de puntos de vista.
¡Ojalá! Que esta iniciativa no caiga en saco roto.















