
Versos que el viento riza, sale de su cueva en estos días de agosto y se presentará en septiembre.
El poeta José Luis Miranda Cruz, melillense de nacimiento, pero afincado en Madrid desde su juventud, es autor de una veintena de poemarios de los que cabe señalar el cancionero Floresta de varia Lírica, Jugoso existir y Se pararon las aguas. Diario de una cuarentena, que vio la luz durante el desaforado desasosiego y la latente inquietud que empezó a propagarse con el Covid 19.
Como prosista, ha indagado en la historia de la capital publicando artículos matritenses, la extensa obra Ulises en Madrid y el libro de relatos Pisando Madrid. En este 2025 publica “Versos que el viento riza”, título que procede de un verso encabalgado de Gustavo Adolfo Bécquer, de la Rima II (15), concretamente de la tercera estrofa:
Gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar
y rueda y pasa y se ignora
qué playa buscando va.
Apareció por primera vez en la Revista El Museo Universal, el 8 de abril de 1866, año en que el poeta sevillano se hizo cargo de la dirección literaria protegido por el ministro moderado Luis González Bravo. En ella se difundieron varias de sus Rimas y ejerció como cronista de la sección de actualidad.
El poemario engloba 68 poemas escritos entre 2022 y 2023 y distribuidos en cinco apartados: DE POESÍA, REFLEXIONES RECÓNDITAS, EN LA QUIETUD DE LA NOCHE, HISTORIAS DE MADRID y DE LA GUERRA. Son un conjunto de versos hondos de contextura íntima, con historias evocadoras, que vienen a ser cavilaciones relajadas sobre la vida, el paso del tiempo y la muerte. Expresados con un lenguaje entendible sin abandonar las florituras poéticas, forman una poesía atrevida, descarada y, a la vez, enternecedora, sensible, con altas dosis de romanticismo.

Tres poemas de «Versos que el Viento riza»
Mujeres (Del apartado “Reflexiones recónditas”)

El tren del mundo periférico se detiene un momento en la estación de las nubes.
No se apartan de mi mente esas mujeres vestidas de negro, de ojos bellos escondidos
tras las celdas de telares fraguados con costumbres.
Mujeres de luto interminable caminando tapadas con resignación y el temblor metido en los tuétanos.
Mujeres de los cuatro puntos cardinales Mujeres de África
Mujeres de Asia Mujeres de Europa Mujeres de América Mujeres de Oceanía
Mujeres tropicales del Amazonas,
de las nieves, de los cantos rodados,
de los bosques, de las calles de la ciudad, de las marismas, de las montañas,
de los arrabales, de los pueblos, de los vientos más fuertes
y de los aires en calma.
Mujeres soterradas en los contornos del silencio
o mirando el sendero donde se halle la esperanza.
Del apartado Historias de Madrid

Madrid, años treinta del siglo XX
En los corazones humanos encontré el deseo del cambio
y otra forma de ser libre.
Vinieron tiempos de zozobra, de no dejarse avasallar,
de morir matando.
Madrid, años cuarenta
En los corazones humanos encontré el miedo, la denuncia
y la firma ligera para ir al paredón.
Eran tiempos de águilas imperiales, caminos rectilíneos hacia Dios
y salvar el pellejo falazmente.
Madrid, años cincuenta y sesenta
En los refugios humanos encontré el cúmulo de dolor sin querer yo buscarlo.
Eran esos tiempos de dictadura encubierta por un atroz silencio y una endemoniada censura.
Madrid, años de la transición
En las entrañas humanas encontré una falsa libertad,
un satanás y un escapulario.
Venían tiempos de perdón, tiempos de olvidar y de seguir
haciendo lo mismo con otro nombre.
Madrid, años ochenta y noventa
En las chaquetas cambiantes encontré la cartera de la ascensión,
pasaporte para edificar y cantar villancicos.
Eran esos tiempos de bipartidismo, de escaladas por paredes lisas
y de memorizar el catalán.
Madrid, siglo XXI. Enero de 2022
En los corazones humanos encontré el ansia de amor
sin querer yo buscarla.
Son estos tiempos de democracia encubierta por una atroz risotada y una endemoniada corrupción.
En la franja de Gaza (Del apartado “De la guerra”)

Los hombres de la guerra embisten
con pasos marmóreos, agitan sus manos
de fuego feroz y sellan los gritos momificados
que se desparraman por las ciudades destrozadas.
La paloma blanca está enjaulada,
los niños no juegan en el patio escolar.
La paloma no es símbolo de paz ni los niños son ya esperanza.
El estruendo se bifurca por los aires y yo con los pies en la guerra.
El aire es un bloque de bronce detenido en tanta oleada revuelta. Las garras del sueño jamás soñado aparecen embravecidas.
El crepúsculo de la noche que nunca será fluctúa con tinte quejumbroso,
Por doquier sangres que no fraguan, estómagos vacíos y la medicina que no llega.
Entre suspiros del viento las nubes se oscurecen
y yo mirando a un lado y a otro con los pies en la guerra.
Libros de José Luis Miranda