O’Donnell – Un Episodio Nacional de Benito Pérez Galdós

Rosa Amor del Olmo

Benito Pérez Galdós publicó O’Donnell en 1904 como la quinta novela de la cuarta serie de sus famosos Episodios Nacionales. La novela toma su título del general Leopoldo O’Donnell, figura clave de la España isabelina, y abarca el convulso periodo histórico entre 1854 y 1859. En sus páginas, Galdós entrelaza un detallado relato de las intrigas políticas y militares de la época con la vida cotidiana y los conflictos personales de personajes ficticios. El resultado es un fresco narrativo donde los “vaivenes” de la joven protagonista Teresa Villaescusa sirven de contrapunto a la precaria situación política del momento. A continuación, exploraremos el argumento de la novela, su contexto histórico, los personajes principales, sus conexiones con otros Episodios Nacionales y la intención del autor al escribir esta obra, destacando su valor literario e histórico.

Resumen del argumento de O’Donnell

La novela O’Donnell presenta una trama folletinesca ambientada en Madrid a mediados del siglo XIX. Galdós deja de lado al narrador habitual de la cuarta serie (José García “Pepín” Fajardo) para centrarse en nuevos personajes como Teresa Villaescusa y Juan Santiuste. Teresa es una joven de buena posición social que, al no hallar marido a su gusto, dedica sus energías a ayudar a los más necesitados de los barrios pobres de la capital. En el curso de sus obras de caridad conoce a Juan Santiuste –apodado cariñosamente Tuste–, un muchacho inteligente pero humilde, amante de la poesía y admirador de oradores como Castelar. Juan malvive apoyando a una familia mísera (la de doña Jerónima Sánchez, dueña de una modesta pensión) hasta que la intervención de Teresa le cambia la vida, proporcionándole medios para ascender socialmente.

Gracias a Teresa, Juan obtiene ropa, alojamiento digno e incluso formación en un oficio, mientras que la benefactora reinstala a doña Jerónima y sus hijas en una nueva casa de huéspedes y las provee de todo lo necesario. La aparición de Teresa en aquel submundo de miseria es vista casi como milagrosa por los pobres: “Ni Jerónima, ni las niñas, ni yo acabábamos de convencernos de que la señora es persona humana… las niñas hablan de usted como de un ser sobrenatural… Es el hada de los cuentos de niños, o el ángel de las leyendas cristianas”. Entretanto, en paralelo a esta trama sentimental y social, se desarrollan los acontecimientos históricos que dan título al libro. Aunque O’Donnell (el personaje histórico) no es protagonista directo de la ficción, su ascenso y caída del poder marcan el telón de fondo de la novela. Galdós describe cómo tras la revolución de 1854 la vida política española sufre constantes vaivenes: gobiernos efímeros, golpes de estado y cambios ministeriales que repercuten en la vida de la gente común. Teresa Villaescusa, con su espíritu independiente y caritativo, encarna precisamente la respuesta compasiva a ese pueblo abandonado a su suerte por los continuos trastornos políticos.

Hacia el final de la novela, las historias personal y nacional convergen simbólicamente. Teresa, “mujer rebelde e inconformista”, ha luchado por encontrar la forma de ser libre y feliz en medio de una sociedad turbulenta. Aunque caprichosa en el amor (rechazando pretendientes como el apuesto pero derrochador Guillermo de Aransis), Teresa halla propósito en su labor social. Juan Santiuste, por su parte, agradecido y enamorado platónicamente de su benefactora, comienza a forjarse un futuro mejor. De esta manera, O’Donnell cierra con un destello de esperanza personal dentro de un panorama histórico de incertidumbre: los personajes ficticios encuentran algo de orden en sus vidas, mientras España entera se encamina hacia nuevos episodios de agitación que Galdós relatará en novelas posteriores.

Contexto histórico de la novela

O’Donnell noveliza un periodo clave del reinado de Isabel II, concretamente los años posteriores a la Vicalvarada de 1854. La Vicalvarada fue la sublevación militar liderada por el general Leopoldo O’Donnell que, junto a un alzamiento popular en Madrid, puso fin a la Década Moderada (1844-1854) y dio inicio al Bienio Progresista (1854-1856) bajo la égida del general Baldomero Espartero. Galdós abre la novela justo después de estos hechos: Espartero llega al poder como jefe de gobierno, aunque vigilado de cerca por O’Donnell, a quien se nombra Ministro de la Guerra. Durante ese Bienio Progresista, España vivió reformas importantes como la segunda desamortización (Ley Madoz de 1855, que expropió bienes eclesiásticos y comunales), así como conflictos sociales inéditos –por ejemplo, la primera huelga general de su historia en julio de 1855–, pero en la novela estos eventos se mencionan solo de pasada.

Galdós concentra la atención en los bruscos cambios de gobierno y sus repercusiones. En julio de 1856, un golpe de estado destituyó a Espartero y llevó al poder nuevamente al general Ramón María Narváez, representante del ala moderada. O’Donnell narra con detalle este cambio repentino de gobierno en favor de O’Donnell (quien se impuso momentáneamente en 1856 antes de ceder paso a Narváez) y también los disturbios subsiguientes, como las revueltas campesinas en Andalucía en 1857, donde la dura represión del gobierno Narváez–Nocedal causó más de cien ejecutados. Tras ese periodo de reacción moderada, la novela muestra el retorno de O’Donnell al poder: en 1858 el general fundó un nuevo partido centrista, la Unión Liberal, con el que presidió el gobierno más duradero de la época (1858-1863). Galdós explica que la Unión Liberal pretendía conciliar a moderados y progresistas, pero su falta de ideario sólido hizo que acabara perdiendo apoyos. En 1859 estalló además la Guerra de África contra Marruecos –campaña militar dirigida por O’Donnell–, que marca el cierre temporal de la novela y da pie al siguiente episodio de la serie.

Dentro de O’Donnell, Galdós se esfuerza por retratar no solo los hechos políticos y militares sino también sus efectos sociales. Se destaca la descripción de los barrios más desfavorecidos de Madrid, representativos de una España sumida en la pobreza a causa de los constantes vaivenes gubernamentales y la tensión política endémica. Así, el trasfondo histórico en la novela no es un mero escenario, sino una fuerza que influye directamente en la vida de los personajes: las crisis ministeriales, las conspiraciones palaciegas y las insurrecciones repercuten en la inseguridad económica, la corrupción administrativa y el abandono de los más humildes –temas que Galdós denuncia con fina ironía a lo largo del relato.

Personajes principales y narrador

En O’Donnell confluyen personajes históricos reales con personajes ficticios característicos de la narrativa galdosiana. Teresa Villaescusa es la protagonista central: una joven hermosa, caritativa y de espíritu libre, aunque también caprichosa y exigente con sus potenciales parejas. Hija del coronel Andrés Villaescusa, Teresa pertenece a la burguesía madrileña, pero muestra una inquietud poco común en su círculo social: renuncia a la pasividad que se esperaba de las mujeres de su clase y busca activamente su independencia y propósito. En palabras de Galdós, Teresa es una “mujer rebelde, inconformista, que luchará… por encontrar la manera de ser libre y feliz a espaldas de todos”. A lo largo de la novela, su personalidad fuerte y compasiva la lleva a desafiar convenciones sociales –por ejemplo, frecuentando los barrios pobres sin importarle el “qué dirán”– y a enfrentarse a pretendientes que no cumplen sus ideales románticos. Su carácter sintetiza virtudes y defectos de España en esa época, según sugiere el narrador: las virtudes (caridad, generosidad) y los vicios (volubilidad, frivolidad) de Teresa reflejan los del país entero.

Juan Santiuste (“Tuste”) es el otro personaje ficticio de peso. Joven humilde y huérfano, Juan posee un gran talento poético e intelectual, pero se encuentra sumido en la pobreza hasta que Teresa interviene en su destino. Es un idealista admirador de Emilio Castelar (el célebre orador republicano), lo que denota su inclinación liberal y soñadora. A través de Juan, Galdós muestra el contraste entre la inteligencia meritoria y la falta de oportunidades en aquella sociedad: pese a sus cualidades, Tuste habría quedado relegado en la miseria de no ser por la ayuda providencial de Teresa. La relación entre ambos personajes es entrañable; aunque no se presenta explícitamente como romántica, subyace un afecto profundo y gratitud que los une. Otros personajes ficticios complementan el elenco: por ejemplo, Guillermo de Aransis, un joven rico, apuesto y dilapidador, quien corteja a Teresa sin éxito; Mariano Centurión, un veterano progresista ardoroso que encarna la voz liberal exaltada; y doña Celia (esposa de Centurión), amiga de Teresa que aporta un punto de vista más conservador. Muchos de estos secundarios aparecen en animadas tertulias donde se debate la actualidad política –escenas costumbristas en las que Galdós brilla con sus diálogos y retratos sociales.

En cuanto a los personajes históricos que dan verosimilitud al relato, destacan naturalmente Leopoldo O’Donnell y Ramón María Narváez, los dos generales rivales cuyas idas y venidas del poder forman el eje histórico. Aunque ellos no son personajes “de escena” constante (no mantienen diálogos extensos en la trama ficticia), su presencia se siente a través de noticias, rumores y discusiones de los personajes. También se menciona a figuras reales como el ministro Cándido Nocedal, ultraconservador aliado de Narváez, o el general Espartero. Estas figuras aportan autenticidad histórica y sirven para contrastar con las figuras novelescas.

Un rasgo notable de O’Donnell es el cambio en la voz narrativa respecto a otros episodios de la serie. Hasta la novela anterior (La Revolución de Julio), Galdós había utilizado a José García Fajardo (Pepín Fajardo) como narrador-protagonista y “hilo conductor” de la cuarta serie. En O’Donnell, sin embargo, Galdós prescinde deliberadamente de Fajardo. La narración pasa a tercera persona y Galdós introduce un recurso metaficcional: al inicio invoca a doña Clío de Apolo, una personificación de la Historia, como si fuera ella quien presenta los “apuntes del pasado siglo” recopilados en el libro. A través de Clío, el autor adopta un tono casi irónico, comentando los hechos con distancia y reflexionando sobre cómo se construye la historia. Galdós escribe en el primer capítulo: “Fue O’Donnell una época… O’Donnell es el rótulo de uno de los libros más extensos en que escribió sus apuntes del pasado siglo la esclarecida jamona doña Clío de Apolo”. Esta narradora simbólica permite a Galdós alternar entre la realidad histórica y la ficción novelesca con libertad, contrastando los datos “oficiales” con las vivencias imaginarias de Teresa Villaescusa. Pepín Fajardo queda relegado a un papel menor (apenas referido de pasada), pero su ausencia está calculada para destacar la nueva perspectiva. Este cambio de enfoque en la narración enriquece la novela, aportándole un perspectivismo irónico: la gran Historia contada por Clío frente a la pequeña historia sentimental de Teresa y Juan.

Conexión de O’Donnell con otros Episodios Nacionales

Como parte integrante de la cuarta serie de los Episodios Nacionales, O’Donnell se conecta estrechamente con las novelas que la preceden y la siguen en la cronología galdosiana. En concreto, continúa la narración iniciada en La Revolución de Julio (cuarta novela de la serie), que había cubierto la Vicalvarada de 1854 y la instauración del Bienio Progresista. En La Revolución de Julio, Galdós ya había reintroducido a Pepín Fajardo (con el título de Marqués de Beramendi) como narrador de los sucesos revolucionarios de 1854, mezclando sus memorias personales con la crónica de la rebelión de O’Donnell contra el régimen moderado. O’Donnell retoma esa historia después del triunfo de la revolución: arranca con el gobierno progresista de Espartero y luego desarrolla los vaivenes políticos de 1856-1858. Muchos personajes ficticios reaparecen de una novela a otra, creando continuidad en la saga: por ejemplo, el mencionado José García Fajardo viene desde Las tormentas del 48 (primera novela de la cuarta serie) y aparece al menos nominalmente en O’Donnell, mientras Mariano Centurión y su esposa Celia también figuran en episodios anteriores como parte del círculo progresista madrileño.

Hacia delante, O’Donnell prepara el terreno para las novelas posteriores de la serie. La siguiente entrega, Aita Tettauen, relata la Guerra de África de 1859-60 –evento anticipado en O’Donnell cuando se menciona la expedición militar en ciernes– y continúa siguiendo las aventuras de algunos personajes. Sabemos, por ejemplo, que Teresa Villaescusa volverá a aparecer en Prim (novena novela de la serie) y La de los tristes destinos (décima novela), manteniendo su papel de mujer inconformista en nuevos contextos históricos. Esto convierte a Teresa en un hilo conductor informal en la recta final de la cuarta serie, semejante a cómo Fajardo lo fue al inicio. En Prim, Galdós abordará los años 1860-68, incluyendo la figura del general Juan Prim y la crisis final del reinado de Isabel II, mientras que La de los tristes destinos se centrará en la caída de la monarquía isabelina en 1868. Teresa vivirá esas transformaciones, permitiendo al lector seguir no solo la continuidad histórica sino también la evolución personal de un personaje ficticio a través de varios volúmenes.

Es interesante notar que Galdós concibió cada Episodio Nacional como una novela autónoma, pero al mismo tiempo tejió tramas transversales. En el caso de O’Donnell, su trama interna se entiende por sí misma, pero su significado se enriquece al situarla dentro de la serie: forma parte del mosaico narrativo del reinado de Isabel II. La cuarta serie en conjunto cubre aproximadamente dos décadas (1847-1868) de agitada historia española, reflexionando sobre la progresiva descomposición del régimen isabelino. O’Donnell ocupa el lugar central de esta serie, y su título mismo –igual que Espartero antes y Prim después– indica que Galdós concebía esos nombres propios como síntesis de etapas históricas. En resumen, la novela actúa como puente entre la revolución de 1854 narrada previamente y las guerras y revoluciones de los años 60 narradas después. Su conexión temática y de personajes con los demás Episodios hace que el lector tenga una sensación de continuidad histórica novelada, casi como seguir una extensa crónica familiar y nacional a un tiempo.

Intención del autor y valor literario e histórico

Benito Pérez Galdós emprendió la serie de Episodios Nacionales con el doble propósito de divulgar la historia de España y de reflexionar críticamente sobre ella mediante la ficción. O’Donnell, en particular, ejemplifica esta intención didáctico-crítica del autor. Galdós mismo explica en la introducción de la novela el porqué del título y su método: “El nombre de O’Donnell al frente de este libro significa el coto de tiempo que corresponde a los hechos y personas aquí representados… Fue O’Donnell una época, como lo fueron antes y después Espartero y Prim”. Es decir, Galdós titula sus episodios con nombres de líderes emblemáticos para sugerir que cada uno define un periodo histórico concreto. Pero inmediatamente matiza que la historia que va a contar no es solo una crónica de grandes hombres, sino un mosaico de hechos públicos y manifestaciones particulares que dan unidad a una época. Mediante la figura de doña Clío (musa de la Historia), Galdós confiesa su estrategia literaria: la mezcla de verdad y ficción. Clío –dice el autor con sorna– rebusca entre “el montón de verdades que no pueden decirse” para rescatar unas pocas verdades publicables, y las combina con “conjeturas razonables y mentiras de adobado rostro”, aplicando “el colorete de la verosimilitud” allí donde hace falta. Esta metáfora ingeniosa revela la intención de Galdós de rellenar los huecos de la historia con la invención novelística, buscando siempre la verosimilitud y un fondo de verdad humana, aunque los detalles sean imaginarios.

En O’Donnell, la crítica social y política de Galdós aflora de múltiples modos. Por un lado, al mostrar la corrupción, la incompetencia y el constante conspirar de las facciones gobernantes (moderados, progresistas, unionistas), el autor pone de relieve su desencanto con la clase política decimonónica. De hecho, algunos estudiosos interpretan que al escribir estas novelas (ya en el siglo XX, medio siglo después de los hechos narrados), Galdós estaba proyectando su propio desencanto con el Partido Liberal de su tiempo y acercándose cada vez más a ideales republicanos más radicales. En O’Donnell no hay héroes políticos incuestionables: O’Donnell aparece como ambicioso y ambiguo, Narváez como un represor violento, y el nuevo partido Unión Liberal carece de principios firmes. Esta visión crítica refleja la intención de Galdós de desmitificar la historia oficial, mostrando que las glorias militares y los cambios de gobierno a menudo dejaron intactos los problemas del pueblo llano. Por otro lado, a través de Teresa Villaescusa, Galdós plantea una crítica a la posición de la mujer y a la moral de su época. Teresa desafía los roles tradicionales –no quiere ser solo esposa adornada, se atreve a opinar de política informalmente y actúa por su cuenta en la esfera pública mediante la caridad–. Con este personaje, Galdós no solo añade atractivo novelesco, sino que también señala las ansias de emancipación femenina latentes en la sociedad finisecular.

El valor literario de O’Donnell es notable dentro de la producción galdosiana. La novela combina magistralmente el realismo detallista –en la pintura de costumbres madrileñas, lenguajes populares y ambientes desde salones aristocráticos hasta tabernas sórdidas– con la épica histórica. Los diálogos vivaces en las tertulias políticas, los monólogos interiores de personajes como Centurión (atormentado por pesadillas que simbolizan la lucha entre Espartero y O’Donnell) y las descripciones de la miseria urbana, todo contribuye a una rica textura narrativa. Además, Galdós logra equilibrar la narración objetiva de los hechos con una sutile ironía. Por ejemplo, al narrar las ideas de Teresa sobre la desamortización, señala: “Teresa Villaescusa, sin darse cuenta del valor y significado de las palabras, quería desamortización… gritaba: «juro por las Tres Gracias que a mí nadie me gana en el desamortizar»… en la rigurosa interpretación de la idea no fallaba la despejada hembra”. Aquí el autor juega con el doble sentido (Teresa, sin entender del todo la ley de desamortización de Madoz, intuye que quiere “liberar” algo en su vida). Este guiño humorístico e irónico es parte del valor literario de la obra, que se puede disfrutar tanto por su contenido histórico como por su estilo.

En cuanto a valor histórico, aunque O’Donnell es una novela y no un libro de historia, ofrece una perspectiva vívida de la España de los años 1850. Galdós, documentado y testigo de la generación siguiente, aporta datos fidedignos sobre acontecimientos (fechas, nombres, lugares) y a la vez captura el ambiente y el espíritu de la época de Isabel II. Muchos lectores han aprendido sobre este periodo gracias a los Episodios Nacionales, que siguen considerándose un referente de la novela histórica en español. O’Donnell, en particular, tiene el mérito de iluminar un lustro complejo –de revoluciones abortadas, experimentos políticos y problemas sociales crecientes– a través de una narración ágil y emotiva. Su combinación de entretenimiento novelesco y rigor histórico le confiere un valor perdurable. Galdós consigue que la Historia cobre vida, con sus luces y sombras, y que el lector entienda no solo qué sucedió entre 1854 y 1859, sino también cómo podían haberlo vivido personas de carne y hueso. Esa humanización de la Historia es quizás la mayor intención del autor y el mayor logro de O’Donnell: mostrarnos, como dice Clío en la introducción, las “muchedumbres” de hombres y mujeres anónimos marcadas por la época de O’Donnell, y hacerlo con tanta verdad artística que esas páginas resisten el aire libre del tiempo.

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