
Rosa Amor del Olmo
En la Alejandría convulsa de finales del siglo IV d.C., una mujer se erigió como faro del conocimiento en medio de la tempestad. Hipatia de Alejandría, astrónoma, matemática y filósofa, brilló por su sabiduría en una época de grandes tensiones culturales . Fue líder de la prestigiosa escuela neoplatónica de Alejandría y educó por igual a estudiantes paganos y cristianos –jóvenes aristócratas que luego ocuparían altos cargos, como el obispo Sinesio de Cirene o el prefecto Orestes –. Sin embargo, su destino se vio marcado por la intolerancia religiosa y la violencia: Hipatia murió linchada por fanáticos, convirtiéndose en mártir del saber libre y en símbolo inmortal de la lucha contra el fanatismo .
Una vida dedicada al saber
Hija del renombrado astrónomo Teón de Alejandría, Hipatia creció inmersa en un entorno académico excepcional . Su padre —último erudito asociado a la Biblioteca del Serapeo, heredera de la legendaria Biblioteca de Alejandría— le inculcó tanto el amor por las matemáticas y la astronomía como la importancia de un cuerpo sano y la elocuencia en la oratoria . Se le atribuye a Teón un consejo que marcaría el espíritu libre de Hipatia: «Todas las religiones dogmáticas formales son falaces y nunca deben ser aceptadas como finales. Reserva tu derecho a pensar, porque incluso pensar equivocadamente es mejor que no pensar en absoluto» . Fiel a esta filosofía, Hipatia consagró su vida al estudio y la enseñanza; decidió no casarse y se mantuvo célibe, anteponiendo la cultura a su propia vida personal .
De extraordinaria inteligencia y carácter carismático, Hipatia destacó rápidamente en campos tradicionalmente vedados a las mujeres. Es reconocida como una de las primeras mujeres matemáticas de la historia . Escribió comentarios sobre geometría, álgebra y astronomía, colaborando en la revisión de obras clásicas; también diseñó instrumentos científicos como un astrolabio plano para ubicar estrellas en la bóveda celeste y un hidrómetro para medir densidades de líquidos . Su erudición y capacidad pedagógica atraían a numerosos discípulos. El historiador Sócrates Escolástico relata que Hipatia “explicaba públicamente los principios de la filosofía a todo el que quisiera escucharla”, vistiéndose con el manto de los filósofos y siendo consultada por las más altas magistraturas de la ciudad . Era, en efecto, una maestra brillante y respetada por paganos y cristianos cultos por igual, que veían en ella un modelo de virtud intelectual . Tal era su prestigio que incluso décadas después de su muerte, autores cristianos la seguían alabando por su sabiduría, aunque no compartieran su religión .
Alejandría: crisol de culturas y tensiones
La Alejandría en la que vivió Hipatia había sido durante siglos un crisol de culturas, famosa por su gran biblioteca y por sabios como Euclides, Arquímedes o Eratóstenes. Pero a finales del siglo IV d.C. la ciudad era también un campo de batalla ideológico. El Imperio romano había adoptado el cristianismo niceno como religión oficial en 380 (Edicto de Tesalónica), prohibiendo los cultos paganos . En 391, el obispo Teófilo de Alejandría obtuvo autorización imperial para demoler templos paganos; el majestuoso Serapeo fue destruido y con él su biblioteca, cuyos estantes vacíos vio con tristeza el historiador Orosio pocos años después . Aunque sangrientos disturbios sacudieron la ciudad durante esa transición, Hipatia se mantuvo al margen de las disputas religiosas abiertas . Neoplatónica de formación, no era una pagana militante: no participaba en rituales públicos y albergaba más bien una religiosidad filosófica, centrada en la exaltación de la razón y la virtud clásica . Esto le permitió seguir enseñando con relativa tolerancia, aun cuando el cristianismo ganaba poder.
Tras la muerte de Teófilo en 412, asumió como patriarca de Alejandría su sobrino Cirilo, cuyo mandato pronto se caracterizó por la mano dura contra cualquier disidencia religiosa. Cirilo, más intransigente que su tío, arremetió contra paganos, herejes e incluso la minoría judía de la ciudad . La poderosa posición del obispo chocó frontalmente con la autoridad civil representada por Orestes, el prefecto imperial de Egipto (antiguo alumno de Hipatia). Orestes, aunque cristiano bautizado, veía con recelo la creciente intromisión del obispo en asuntos de gobierno . Las tensiones escalaron rápidamente: Cirilo instigó episodios de violencia contra la comunidad judía en Alejandría, expulsándola de la ciudad luego de sangrientos motines . Orestes, indignado, informó al emperador de Constantinopla sobre los desmanes de Cirilo e incluso habría pedido su destitución .
En respuesta, Cirilo intentó una reconciliación política, pero Orestes se negó a ceder su autoridad. La situación degeneró cuando un grupo de unos 500 monjes fanáticos del desierto de Nitria acudió a Alejandría para respaldar al patriarca . Estos monjes interceptaron el carruaje de Orestes en plena calle, llamándolo “pagano” e “idólatra” pese a que el prefecto gritaba ser cristiano . En el tumulto, uno de los monjes, llamado Amonio, arrojó una piedra que hirió gravemente a Orestes en la cabeza. Las fuerzas del prefecto capturaron a Amonio, quien murió tras ser torturado. Cirilo, lejos de condenar la agresión, tomó el cadáver del monje y lo honró como mártir de la fe, exacerbando la ruptura total entre la iglesia alejandrina y el poder imperial . Había empezado una guerra soterrada entre el patriarca y el prefecto, un enfrentamiento de poder que tendría consecuencias fatales para Hipatia .
La ira del fanatismo: persecución y asesinato
En ese clima enrarecido, una calumnia fatal comenzó a circular por Alejandría: se acusó a Hipatia de ser la instigadora de la discordia entre Cirilo y Orestes . Para los fanáticos, la filósofa pagana —mujer influyente, consejera del prefecto y símbolo viviente del saber clásico— se convirtió en el blanco ideal. La Semana Santa del año 415 d.C., la tensión alcanzó su punto crítico. En plena Cuaresma, un enardecido grupo de cristianos, liderados por un clérigo llamado Pedro, interceptó a Hipatia cuando regresaba a su casa en su carruaje . La arrancaron violentamente del vehículo, la golpearon y arrastraron por las calles de la ciudad hasta el antiguo templo de Cesáreo, ahora convertido en catedral . Allí, ante el altar, desnudaron a la respetada maestra de 45 (o quizá 60) años y desataron su furia más brutal: la atacaron con tejas afiladas y piedras, destrozando su cuerpo hasta descuartizarla . Tras el linchamiento, los restos mutilados de Hipatia fueron exhibidos por las calles en macabra procesión triunfal y finalmente llevados a un lugar llamado Cinareo, donde fueron quemados . La mujer más sabia de Alejandría había sido aniquilada de la forma más atroz.
La noticia de aquel crimen sacudió al mundo culto de la antigüedad tardía. Incluso entre los propios cristianos muchos quedaron horrorizados. Sócrates Escolástico, historiador contemporáneo de los hechos, afirmó que la muerte de Hipatia trajo “no poco oprobio” sobre el patriarca Cirilo y sobre toda la Iglesia de Alejandría . Nada más lejos del verdadero espíritu cristiano –escribió– que aquel acto, cometido por una turba poseída no por celo divino sino por furia homicida . Otras fuentes de la época confirman la esencia del relato y señalan culpables: el historiador Filostorgio, arriano, culpó directamente a los cristianos nicenos ; cronistas posteriores, como Juan de Nikiû en el siglo VIII, calificaron a Hipatia de “bruja” y justificaron su asesinato como voluntad del obispo. Aunque algunos historiadores modernos han debatido si el móvil fue puramente político más que religioso , en la práctica ambos aspectos estaban entrelazados: la eliminación violenta de Hipatia eliminó de un golpe a una figura que encarnaba la antigua élite intelectual pagana y aseguró la hegemonía de Cirilo en Alejandría. Irónicamente, Cirilo nunca enfrentó castigo por estos hechos; por el contrario, con el tiempo sería venerado como santo por la Iglesia, una santificación polémica que la posteridad ha visto con incomodidad a la luz del rol que pudo haber jugado en esta tragedia.
La muerte de Hipatia supuso también un antes y un después para Alejandría. Muchos la señalan simbólicamente como el fin de la ciudad como cuna del saber de la Antigüedad . Si bien la academia neoplatónica continuó unos siglos más bajo influencia cristiana, el brutal linchamiento de aquella filósofa marcó el ocaso de una era de relativa convivencia entre la razón clásica y la fe emergente. La llamativa figura de una mujer sabia, que impartía conocimiento abiertamente en las calles de la metrópoli, fue apagada para advertencia de cualquiera que osara desafiar el nuevo orden.
Del mito a la inspiración actual
Paradójicamente, la voz de Hipatia resonó más allá de su muerte. Su figura, silenciada en su siglo, fue rescatada muchos siglos después para convertirse en leyenda. A partir de la Ilustración del siglo XVIII, pensadores europeos la elevaron como mártir de la ciencia, víctima emblemática del fanatismo religioso y del oscurantismo que acompaña al fin del mundo clásico . Autores como Voltaire y Gibbon difundieron su historia como ejemplo de los horrores cometidos en nombre de la fe ciega. En el siglo XIX, novelistas y poetas recrearon a Hipatia en sus obras, alimentando el mito de la hermosa filósofa sacrificada por una turba ignorante. Con el tiempo, su nombre llegó a los astros: el asteroide (238) Hypatia y un cráter lunar llevan oficialmente ese nombre en honor a la ilustre astrónoma alejandrina .
En el siglo XX, Hipatia fue redescubierta desde una nueva perspectiva: la de pionera de los derechos de las mujeres en la esfera intelectual . Se la consagró como icono feminista, celebrándola no solo por su sabiduría sino por haberse atrevido a pensar y enseñar en un mundo dominado por hombres. Hipatia pasó a ser un símbolo de la mujer independiente y valiente, una precursora que rompió techos de cristal en la Antigüedad. Su vida inspira a científicas, filósofas y educadoras modernas que ven en ella un modelo de integridad intelectual. Hoy, más de dieciséis siglos después, la historia de Hipatia de Alejandría sigue ejerciendo una poderosa fascinación y un profundo estímulo moral. Nos recuerda el valor insustituible de la libertad de pensamiento y la necesidad de mantener el conocimiento accesible a todos por igual, libre de dogmas y prejuicios. En un tiempo en que las voces de las mujeres eran acalladas, ella habló con la fuerza de la razón; y aunque intentaron callarla con violencia, su legado perdura como luz inextinguible. Hipatia es, en definitiva, un referente eterno de la libertad intelectual y de la lucha contra el fanatismo, un ejemplo que sigue alentando a nuevas generaciones –especialmente a las mujeres en la ciencia– a defender con pasión el derecho a conocer, pensar y compartir ideas sin ataduras.















