Elegía a Cervantes inmortal

(1547-1616-Eternidad)

Cervantes, llegaste a viejo

Y te sentiste solo y derrotado,

En tu vida de tanto esfuerzo,

De ilusiones y desengaños,

De muchos afanes y trajines, 

De calamidades y fracasos.

De joven ambicionaste fama,

Vencer la pobreza, 

Que siempre te cercaba,

Vencerla con la pluma

O con la espada.

De tu arriesgada vida de soldado,

Lograste, no el ascenso merecido,

Ser “Capitán”, como estaba prometido,

Para ser cautivo cinco años largos, 

Esperando tu rescate,

Esclavo prisionero

Del musulmán enemigo,

Que fallaron todos tus planes de escape.

Por tus cartas de recomendación,

Cuatro veces la vida salvaste,

A cambio mucho creció

El monto de tu rescate,

La extorsión criminal

Que imponía el musulmán

A los cristianos apresados

En sus piratas correrías.

Y no sufriste tormentos

Ni a muerte te condenaron

Ante tus fugas frustradas, 

Por tu temeraria valentía.

Entendió tu falso dueño

Que matarte, mutilarte

O con otro grave maltrato castigarte,

Lo condenaría a la más infame cobardía,

Y era el oro por tu costoso canje,

Lo que el moro más quería.

Tiempo sobró para ver toda barbarie

Por los sarracenos cometidas,

Y al regresar a tu tierra amada,

A tu España añorada y querida,

Sin contar a los tuyos, 

Olvidado ya estabas.

¿Plaza de Capitán?

¿A un soldado de una mano tullido?

Muertos eran ya 

Quienes firmaron tus cartas

Por todo tu valor 

Probado ante el enemigo:

Un duque español,

Virrey en Nápoles,

Y Don Juan de Austria,

Jefe de la Cristiana Flota

Contra el Imperio Turco agresivo,

Vencedor en Lepanto,

Gloria de España por siglos,

Hermano del mismo Rey,

A quien pediste Gracia y Merced en vano.

Ser Mensajero Real, espía

U otra comisión a destajo,

Esas tus recompensas

A tantos desvelos y trabajos.

Perdieron toda importancia

Tus servicios de soldado aventajado

En Lepanto, Navarino, Corfú, Bizerta y Túnez,

En todo el Mediterráneo,

Mar de los antiguos Romanos;

Sin importar a la Corona

Que estabas endeudado,

Por los préstamos tomados para pagar al moro rescate.

Y decidiste no ir a Flandes

A luchar contra cristianos,

Como mandó el Rey Felipe, nombrado El Rey Prudente,

Rey Papelero, Rey Burócrata, comparado con su hermano

Don Juan de Austria,

Gran Capitán en guerra,

Muerto temprano,

Víctima de fiebres y engaños,

O con su padre mismo,

Carlos Quinto, Emperador 

Y de la Guerra el Rayo.

Para hacer guerra entre cristianos

En la Europa dividida,

El Rey Felipe pactó tregua

Con los musulmanes otomanos,

Apartado del camino

Que su propio padre,

Emperador y moribundo, 

Le tenía señalado.

Ya antes Venecia firmó acuerdo Con el Sultán Otomano,

Le entregó Chipre,

Olvidando el gran triunfo de Lepanto.

Y en otros tiempos pasados, hasta el Rey de Francia,

Génova, Milán y el mismo Papado,

Del Imperio Turco contra España

Fueron sus aliados.

Tanto error te encaminó, Cervantes desengañado,

A negar tu espada

Antes que matar cristianos.

Del Rey olvidaste sus Ejércitos, por tí tan amados,

Para continuar combatiendo 

Al enemigo desalmado,

Al verdadero enemigo, 

Que sólo en Argel tenía

Veinte mil cristianos cautivados,

Sometidos a perpetuos sufrimientos y martirios,

Tormentos y torturas.

Eran muchos los forzados,

Violadas las mujeres, 

Los hombres sodomizados.

Allí morían esclavos los nazarenos

Sí nadie acudía a rescatarlos;

Morían con cadenas, 

De hambre, a garrote,

A latigazos o empalados,

De trabajos forzados, Ahorcados, decapitados, Destripados, mutilados,

Descuartizados, desmembrados

O con los huesos, 

Por mazos de hierros, Quebrantados;

Que no es igual luchar, 

Herir y matar en batalla,

Que humillar, torturar y matar impunemente,

Con toda crueldad, saña y vesanía,

A gente indefensa, inerme y maniatada.

Con candentes hierros los marcaban

Como sí fueran animales o ganado,

Igual que a los hombres negros africanos,

Que por racismo y codicia brutales,

Esclavizaban los musulmanes. Y contra Cristo,

Muchos que se llamaron

A sí mismos “cristianos”,

Por ignorancia o por cinismo,

Que nunca será de hombres de bien

Hacer daño al inocente

Ni al indefenso fuerza alguna,

Que lo castigará Dios

Sin olvidar ofensa alguna.

Tantas atrocidades

Juraste nunca olvidarlas.

Y tu familia, pobre y errante, 

Se endeudó y todo hizo

Para reunir los ducados,

Para liberarlos de la esclavitud sarracena

A tí y a tu hermano, 

Dos humildes y jóvenes soldados.

Se reunió primero

El rescate de Rodrigo, 

Menos elevado,

Que cartas no le quitaron, 

No se las otorgaron;

Años después murió en el frente, 

Alférez bravo en batalla,

En la mala guerra de Flandes, guerra cruelísima y larga,

Guerra entre cristianos, 

Regocijo de otomanos,

Mala guerra provocada 

Por el terco Rey Felipe,

Que arrogante olvidó 

Que Flandes era reino heredado,

No ganado en batalla 

O país conquistado.

De sarracenos fuiste esclavo, cinco años pasados,

Y al fin fuiste rescatado 

De tanta brutalidad y miseria

Por tu familia incansable 

Y la caridad de frailes Trinitarios.

Desengañado ya del Rey Felipe, tu pluma sería tu espada,

Los versos, tu arcabuz, 

Tus huestes el Teatro,

Y con los frailes en tu ayuda, con las obras que montaste

Caridad cristiana pediste, limosnas,

Para los cautivos de rescate.

Así nació tu pieza tan sentida, 

El Trato de Argel conocida

Y cada representación 

del Trato de Argel terminaba

Con tu recia petición al sordo Rey:

“¡Libertad para los cristianos cautivos!

¡Expedición Libertadora de los Ejércitos de España

Contra el enemigo musulmán, los piratas berberiscos

Y sus nidos en Argel!”, 

Pero nada movió al Rey.

Allí inició tu carrera 

De escritor popular,

Que tiempo atrás en Madrid, 

Tu maestro recordado,

En letras humanas y divinas,

Juan López de Hoyos ejemplar,

Te profetizó contento un día,

Cuando unos juveniles versos tuyos

Tanto alabó como fértiles semillas

De un árbol, que cuidado, 

Podía crecer descomunal,

De frondoso ramaje tupido 

Y a todos sombra y frutos dar,

Verdad y Sabiduría.

Por eso escribiste El Quijote 

Al ocaso de tus días;

Quisiste dejar tu Legado 

A toda la Humanidad,

Lo más importante aprendido en tu vida acontecida,

Larga, aventurera y sufrida.

Querías desterrar de las mentes de los hombres,

Las supersticiones, 

Los prejuicios 

Y las supercherías,

La ignorancia, los errores, 

Los sofismas

Y todas las embustes 

Y mentiras,

Y mostrarles un camino

A la Libertad, la Justicia 

Y la Hermandad.

Mario Raimundo Caimacán 

(del poemario «Poemas de un Mundo Salvaje», Costromo, 2023)

Miguel de Cervantes es Orgullo de España, de Hispanoamérica y del mundo.

Nota: En Costromo Miguel de Cervantes es nuestro Narrador Predilecto, Francisco de Quevedo nuestro Poeta Predilecto y Pedro Calderón de la Barca nuestro Dramaturgo Predilecto. Todos son españoles y por esto también son nuestros.

Mario Raimundo Caimacán 

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