
Eduardo Montagut
Tradicionalmente, nos hemos fijado en la explotación que padecían los niños en las fábricas y las minas de la Inglaterra de la Revolución Industrial, una verdadera lacra que generó todo tipo de denuncias, la creación de comisiones parlamentarias de investigación y reformas legales de alcances diversos. Pero existe otro universo laboral en la Inglaterra decimonónica tan duro para los niños como el taller o la mina. Estamos hablando del trabajo en el campo.
En la primera mitad del siglo XIX en las Middlands y en East Anglia se cultivaron muchas tierras baldías porque el precio alto del trigo, especialmente durante las guerras napoleónicas, espoleó a muchos propietarios a emplear estos terrenos para cultivar trigo y cebada.
Estas tierras baldías no estaban cerca de las localidades, resultando un problema, porque no se quiso construir casas para los trabajadores porque elevarían los costes. Tampoco se vio como una solución tener a esos trabajadores alojados en las propias granjas, por lo que se optó por el sistema de cuadrillas. Los propietarios se ponían de acuerdo con un maestro de cuadrillas para realizar trabajos en los campos, y éstos reclutaban una mano de obra barata en las aldeas, compuesta de mujeres y niños y niñas, algunos de ellos muy pequeños. En las regiones aludidas se calcula que en 1863 pudieron estar contratadas por este sistema más de seis mil cuatrocientas personas.
El trabajo variaba en función de la estación. En invierno estas cuadrillas quitaban piedras de los terrenos o se dedicaban a clasificar las patatas. En primavera ya aumentaba el trabajo y era más variado: cortar hierba, sacar raíces, esparcir estiércol, plantar, etc.. Cuando llegaba el verano, lógicamente se alcanzaba el culmen del trabajo con las cosechas del grano.
Las cuadrillas no gozaban de una buena fama en el campo. Había maestros que aceptaban contratos a precios muy bajos y luego explotaban a los miembros de las mismas. No fue infrecuente el abuso sexual cometido por maestros con las mujeres y niñas de la cuadrilla. Por otro lado, para la sociedad victoriana, aún para la rural, estas cuadrillas suponían una forma de vida inadecuada, un mal ejemplo para los niños. Esta situación provocó que algunos personajes comenzaran a interesarse por la misma. En este sentido, destacaría Lord Shaftesbury, que demostró su preocupación por la situación de niños y niñas en las cuadrillas. En 1865 consiguió que el Gobierno ordenara a la Comisión del Trabajo Infantil que investigara esta situación. Se hizo la encuesta oportuna con hasta quinientos testimonios, presentando su dictamen en 1867. El informe era muy crítico con el sistema de cuadrillas, especialmente con la figura del maestro. Es interesante insistir que, además de la cuestión de la explotación infantil y de las mujeres, se insistía mucho en el mal ejemplo que ejercían esos maestros en los niños. En relación con el trabajo, se calculó que la jornada laboral era de media de unas ocho horas diarias que, en principio, no era ni mucho menos muy larga para lo que ocurría en ese momento en fábricas o minas, pero no debemos olvidar que no se contaban las horas y las distancias a recorrer por desplazamientos hasta las tierras donde se trabajaba y las de regreso. Los salarios eran muy bajos.
El fruto de esta investigación provocó que en el verano de 1867 se aprobara la conocida como Gangs Act, que prohibía el empleo de niños menores de ocho años en estas cuadrillas. En 1876 se aprobó la Education Act que prohibía cualquier trabajo rural a los menores de diez años.