
Eduardo Montagut
El monumento a Castelar, de Mariano Benlliure, en el centro de la Glorieta que lleva su nombre, en el Paseo de la Castellana, fue inaugurado el 6 de julio de 1908. Fue una iniciativa del Estado, pero pagado por suscripción popular, tanto de instituciones como de particulares, y no sólo de España. Mariano Benlliure ganó el concurso público para levantarlo en 1905. En el monumento está coronado por una estatua de Castelar de bronce en actitud de orador, cabeza alta y con el brazo derecho extendido, en una bancada, suponemos del Congreso. El monumento es muy alegórico, ya que incluye una mujer desnuda, como alegoría de la Verdad, dos figuras de Cicerón y Demóstenes, que parecían atraídos por Castelar, haciendo ademán de acercarse al orador. También estarían representados un trabajador, un soldado y un estudiante. En la parte inferior se celebra el interés de Castelar en su lucha contra la esclavitud. Aparecen ocho figuras de hombres y mujer mostrando sus cadenas rotas, y se incluye una frase de un discurso del político: “Levantáos, esclavos, porque tenéis patria”. También aparece un cañón y un soldado de artillería en la parte posterior. El monumento se remata con tres figuras alegóricas femeninas simbolizando la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Pues bien, en el número del 10 de noviembre de 1908 de El Socialismo, Generoso Plaza, realizó un comentario sobre la estatua y sobre el personaje, que recordamos. Todavía no se había puesto en marcha el acercamiento del socialismo español a los republicanos, por lo que nos parece sugerente el comentario de Plaza. Recordemos, por lo demás, que Plaza fue viajante de comercio y propietario de una fábrica de alpargatas. Se afilió a la Agrupación Socialista de Burgos en el año 1903, y participó en la fundación de las Juventudes Socialistas de dicha ciudad castellana. Fue colaborador en distintas revistas socialistas, como Acción Socialista y Vida Socialista en el primer tercio del siglo XX. Al menos, sabemos que seguía vivo y militando en el socialismo burgalés en tiempos de la República.
Plaza describía en su artículo el monumento y su contemplación le evocaba su figura. Pensaba en Castelar, en su tiempo, en su obra y se hacía la pregunta sobre qué quedaba de ella, especialmente en relación con la trilogía sobre la libertad, la fraternidad y la igualdad. Eso le permitía afirmar, en clave socialista, que la libertad no existía, que solamente la tenían los poderosos, no los trabajadores. La fraternidad, por su parte, no se practicaba, y la igualdad era un sarcasmo.
La esclavitud, ciertamente, fue abolida con el esfuerzo de Castelar, pero no había quedado, en realidad, abolida, sino transformada y seguía, por lo tanto, perdurando.
La libertad, la igualdad, la fraternidad y el fin de la esclavitud solamente podían ser reales mediante una revolución más grande, más honda y más trascendental que la que con su palabra habría preparado el “grande hombre llamado Castelar”. Debía haber una revolución que borrase las clases sociales, las jerarquías económicas, cuando se anulasen las diferencias que motivaban el privilegio de la propiedad individual. Plaza no dejaba de homenajear en su evocación a la figura de Castelar, de rendir tributo a su memoria, pero sentía que su corazón, talento y palabra los había consagrado a emancipar a la humanidad con soluciones políticas, pero no de orden económico. Había que ser indulgentes con él porque era un hombre de su época, enemigo de la tiranía. Pensaba que si hubiera nacido después quizás lo sería también de la propiedad.
Una curiosa reflexión, cuando menos.