
Eduardo Montagut
En febrero de 1930 tuvo lugar en Montevideo la II Convención Americana de maestros. La primera se celebró en enero de 1928 en Buenos Aires. En este artículo nos interesa el Manifiesto que realizaron un conjunto de maestras y que se dirigió al resto de las docentes del continente, a propósito de la segunda Convención. Nos interesa porque supone un texto importante en la historia de la educación en América latina en la primera mitad del siglo XX en el contexto de las controversias que se generaron entre reformadores y conservadores.
El Manifiesto expresaba que se achacaba a las mujeres en general, y a las maestras en particular, y que constituían, según el texto, el porcentaje más elevado de su “gremio”, es decir, que la presencia de la mujer en la educación ya era claramente significativa, el ser indiferentes hacia los problemas que preocupaban a los “hombres idealistas”. Esa indiferencia contribuiría, en esta acusación, a la inercia y hasta “cobardía” que aquejaría a los educadores.
Las firmantes no dejaban de reconocer parte de razón en esta acusación; dolía confesar que las “puerilidades sociales y los prejuicios religiosos” se habían adueñado hasta el momento de las actividades femeninas. Pero también se afirmaba que los hombres no se hallaban muy alejados de compartir la responsabilidad que se achacaba a las mujeres, porque solamente una minoría se preocupaba del espíritu frente a la mayoría dedicada a “estériles contiendas políticas” o a riñas deportivas.
Por otro lado, también se reconocía que una minoría de mujeres, consciente de su responsabilidad, luchaba por la igualdad y por la superación de la sociedad.
Las firmantes se dirigían a las maestras para “sacarlas de su marasmo” y llamarlas a una alta misión social. Se apelaba a la sensibilidad femenina para reaccionar contra la “sensualismo del ambiente”, contra la violencia política, contra otros problemas que amenazaban la paz y el progreso de los pueblos.
Las maestras podían influir en este sentido, sumándose, se defendía, al movimiento general de los maestros, intelectuales y hombres de vanguardia de América, es decir, no agrupándose aparte, y que estaban trabajando por una escuela renovada y en pro de la libertad y la justicia.
La Internacional del Magisterio Americano había sido atacada e incomprendida, como las firmantes reconocían, por sectores conservadores, por los “guardianes de la tradición y el privilegio”, pero ellas querían apoyar a la misma porque consideraban que buscaba impulsar los ideales defendidos por ellas. La Segunda Convención era contemplada como una especie de “cita de honor” para los educadores progresistas.
Sobre las Convenciones de esta organización internacional contamos con un trabajo de Adrián Ascolani, titulado, “Las Convenciones Internacionales del Magisterio Americano de 1928 y 1939. Circulación de ideas sindicales y controversias político-pedagógicas”, en la Revista Brasileira de Història de Educaçao, 10, (enero de 2012). El autor afirma que los congresos de educadores en América latina fueron muy numerosos en la primera mitad del siglo XX, pero, a diferencia de la mayoría de estas reuniones, la I Convención, la que se celebró en Buenos Aires y la II, en Montevideo, dieron lugar a debates y controversias de índole ideológico, entre reformadores y conservadores. La I Convención creó la Internacional, a la que nos referimos en este artículo.
Existe otro trabajo, previo, de Alexandra Pita González, desde la Universidad de Colima (México), titulado, “La Internacionalización del magisterio americano: propuestas educativas y tensiones políticas”, en la Revista de Historia Latinoamericana, nº 17, (2011), que nos parece muy completo, y que se puede consultar libremente en la red, para los interesados en el estudio de la educación en este momento histórico en América Latina, con un objetivo de cambio social.
Debemos recordar que para la segunda Convención fue invitado Rodolfo Llopis, en ese momento, profesor de la Escuela Normal de Cuenca.
Por nuestra parte, el Manifiesto lo hemos consultado en La Revista Blanca, en el número del primero de marzo de 1930.














