
Razón de ser
CUANDO de pequeña leí a Galdós, pensé que era un gran hombre que sabía mucho y que sabía cosas de verdad, cosas que existen –decía para mis aden- tros–, un hombre cuyo regalo al lector consistía en procurarle retazos de re- alidad, de un mundo que provenía no sólo del imaginario. Y yo también quería ser así –ya entonces mi osadía no tenía límites.
Desde aquellos días, como todos los españoles, aun de forma inconsciente, he sen- tido siempre su presencia, casi como un juez ante una madrileña que paseaba un ma- drileñismo minúsculo, frente a un mundo enorme en parte empequeñecido por mi cor- tedad juvenil, nada baladí por cierto. Después me he dado cuenta de que la trascendencia de Galdós es mucho mayor y de que en realidad las figuras humanas y las emociones que él ha planteado en sus obras son mucho más universales de lo que yo pude llegar a imaginar y por tanto interesan en el ámbito (por así decirlo) cósmico, absoluto, ¡nada de madrileñismos!
Sin embargo, el tiempo pasa, y ahora tengo más claro que nunca que si queremos conocernos a nosotros mismos un poco más y si queremos conocer la lengua, la histo- ria, la persona y entender todos estos años, siglos, en los que por desgracia tampoco han cambiado mucho las cosas, debemos leer a Galdós con más pasión que nunca, ade- más de a Cervantes.
Los lectores jóvenes de hoy necesitan también para la comprensión de su propia existencia lecturas que los identifiquen, por un lado, con su realidad y, por otro, con su procedencia en el sentido más genético que esta pueda tener. Los lectores extranje- ros comprenderán muy bien cómo son los humores del ser en las letras galdosianas, por qué caminos han pasado los hombres y las mujeres de nuestro país para llegar a lo que somos hoy, porque sus páginas cuentan todo lo que ha acontecido, y aun lo que después aconteció, con ese genio del autor de adelantarse a su época, incluso de atreverse a adelantarse a su propia historia. Por ello creo yo que el conocimiento de la obra de Galdós y la opinión por parte de todos los puntos y sectores de la sociedad son ne- cesarios en estos tiempos, como lo es el deseo de hermanar el camino sabio de la eru- dición con otras mentes que en definitiva serán todas ellas el futuro posible de la per- manencia del canon galdosiano.
Los instrumentos intelectuales deben ser propagadores de ideas, conservadores de intelectos, y eso es lo que queremos hacer con Isidora: una nave portadora de ideas gal- dosianas en libertad que viaje por el mundo cargada de saber y de participación, abier- ta a que intelectuales, estudiantes y el gran público siempre amigo puedan convivir en una diversidad de intelectos donde todos intercambiemos propósitos, un encuentro en el que, desde el enfoque plural, disfrutemos con la obra de Pérez Galdós, para llegar así a conocer nuestra propia realidad con el efecto placebo de la lectura y el conocimien- to. Así sea.
ROSA AMOR del Olmo
Directora















