
Eduardo Montagut
El reinado de Carlos IV se caracterizó por una profunda crisis económica, provocando un evidente malestar social. Por otro lado, la política del despotismo ilustrado sufrió un evidente parón como consecuencia de la Revolución Francesa por el miedo al posible contagio de las ideas revolucionarias. Floridablanca puso en marcha una política de control y censura para evitar todo contacto. España, además, entró un ciclo bélico, con dos fases: una primera, protagonizada por la guerra contra la Francia revolucionaria (1793-1795) y, luego, a partir de 1796 hasta 1808, en alianza con Napoleón, con enfrentamientos contra Inglaterra.
La España Carlos IV comenzó a padecer serios problemas a comienzos del siglo XIX. En primer lugar, el sistema de gobierno se había desprestigiado. Sus figuras más importantes eran los reyes Carlos IV y María Luisa de Parma y, sobre todo, el todopoderoso valido Manuel Godoy. Por otro lado, Godoy había emprendido una política desamortizadora de ciertos bienes de la Iglesia para intentar solucionar la crisis financiera del Estado, provocada por las guerras. Esta medida le enemistó con la Iglesia.
Otro de los factores que explican el descontento en la España del momento fue la subordinación de la política exterior a las necesidades de Napoleón. Una de las consecuencias más graves de este alineamiento fue la derrota de Trafalgar (1805) de la armada hispano-francesa ante la británica, y que puso la casi total destrucción de la flota española, necesaria para el mantenimiento del imperio. En 1807, España y Francia firmaron el Tratado de Fontainebleau, que permitió la entrada de las tropas francesas para ocupar el reino de Portugal, aliado de Gran Bretaña y contrario al bloqueo continental decretado por el emperador de los franceses.
La política de Godoy generó una fuerte oposición, aglutinada en torno a un grupo conocido como fernandino, integrado por nobles y clérigos favorables al príncipe Fernando. Este partido preparó una conspiración contra el rey en la que estaba implicado el propio Fernando; el conocido como proceso de El Escorial (1807), pero que fracasó. Esta conspiración puso de manifiesto las miserias de la familia real: el propio Fernando pidió perdón por haber conspirado contra su padre, el rey.
La crisis se agudizó con el nuevo año. Entre los días 17 y 18 de marzo de 1808 aconteció el motín de Aranjuez, que obligó a Godoy a abandonar el poder, y a Carlos IV a abdicar en su hijo Fernando. El motín tuvo una apariencia de protesta popular, pero el partido fernandino estuvo implicado en su organización.
Las caídas de Godoy y de Carlos IV no solucionaron los problemas porque eran más profundos. Las tropas napoleónicas, asentadas en España, comenzaron a ser mal vistas por el pueblo, al comprobarse que las intenciones del emperador eran las ocupar las ciudades y lugares estratégicos del país, además del ataque a Portugal. En esa intensa primavera, Napoleón decidió intervenir en los conflictos en el seno de la familia real y convocó a sus miembros a una reunión en Bayona. En los últimos días del mes de abril, tanto Carlos y María Luisa como Fernando, se congregaron en dicha ciudad francesa.
El día 2 de mayo de 1808, ante la salida de los últimos miembros de la familia real, el pueblo madrileño se alzó contra las tropas francesas. El ejército francés, al mando de Murat, reprimió duramente el levantamiento, con un saldo sangriento de cientos de muertos.
Mientras ocurrían estos acontecimientos, en Bayona, Napoleón había obligado a Carlos IV y a Fernando VII a renunciar al trono y cederlo a su hermano mayor, José Bonaparte. Las abdicaciones de Bayona dejaron claras las verdaderas intenciones del emperador.
La insurrección madrileña se contagió a muchas ciudades y pueblos. En los lugares donde se produjeron levantamientos se publicaron bandos contra el invasor y se formaron juntas para organizar el gobierno y la defensa. Aunque hay un evidente componente popular en estas revueltas, también hay que destacar que un grupo importante de cargos de la Monarquía formaron parte de las juntas y organizaron la defensa frente a las tropas francesas.
El levantamiento sorprendió a los franceses, que no pudieron ocupar ciudades importantes como Girona, Zaragoza o Valencia, sometiéndolas a sitios. Empezó una Guerra que no sólo fue de Independencia frente a Napoleón, sino que, también, enfrentó a españoles entre los que apoyaron el gobierno josefino (los afrancesados) y los que no deseaban la dominación francesa, y que eran defensores del absolutismo o liberales. La Guerra de la Independencia precipitó el largo proceso de Revolución Liberal en España, y que tendría en las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 uno de sus momentos iniciales.