
Malos tiempos para la lírica, fue el título con el que dramaturgo Bertolt Brecht bautizaba uno de sus poemas, una frase inventada en un contexto diferente como fue el ascenso al poder de los nazis en Alemania, pero que salvando las distancias podemos aplicar a una de las consecuencias más inmediatas del coronavirus para el autor canario. Los grandes autores europeos acabaron actuando en canon, respondiéndose unos a otros de siglo en siglo. El establecimiento de obras como tesoro de uno o más
idiomas siguió tradiciones antiguas, como Homero, la Biblia, El Quijote o los clásicos chinos. La idea de que las literaturas de las lenguas europeas siguen vivas, es un hecho, ninguna ruptura en la historia ha llevado a cerrar el canon.
Los críticos y las escuelas han establecido desde hace mucho tiempo listas de lectura en orden de prioridad, cuadros de autores esenciales. Pero cada idioma, cada época, tiene un panteón diferente. Dante, Cervantes, Shakespeare y Goethe son obviamente importantes, pero Dostoyevsky, Nietzsche, Proust, Joyce o Kafka seguirán siendo importantes también. Los grandes siglos de oro de la literatura
española, el XIX con Galdós a la cabeza, generaciones del 98 y/o del 27 con Lorca como abanderado, han pasado a ser no solo un canon de literatura castellana, sino, de la literatura universal.
En el siglo XIX, la cuestión de escribir bien o mal está presente en los libros de texto de retórica. Los tratados prescriptivos combinan las reglas de la gramática con preceptos estilísticos heredados de la poética clásica. Escribir bien no se reduce a corregir el lenguaje, proporciona un modelo para los autores españoles, clásicos modernos, en particular escritores de la actualidad. Los libros de texto se ven obligados a hacer una elección; sus preceptos no pueden apoyar simultáneamente y en el mismo sentido dos estéticas tan distintas como lo son, por ejemplo, la preciosidad y el arte clásico. La elección se hace regularmente a favor del clasicismo, suponiendo una jerarquía entre los buenos autores. Un segundo matiz cuestiona la relativa autonomía que adquiere la retórica con respecto al buen escribir. ¿Qué es escribir bien? La mirada sobre las obras no se limita al ejercicio de la admiración, este enfoque también critica los fracasos, es decir, las brechas entre los textos y los preceptos de la escritura, entre los escritores no clásicos, pero también entre los maestros de la literatura. La recepción de la obra. El primero se refiere a la heterogeneidad de la estética y las artes poéticas.
La diferencia entre la imitación de los autores y la observancia de las reglas nunca se manifiesta con tanta brillantez como en los contraejemplos tomados de los escritores clásicos. Estimar hoy si la descripción en la novela debe ser preciada o no, carece de sentido cuando el discente, el lector culto, quiere acercarse al
origen de la prosa contemporánea. En Galdós estos elementos se han dado siempre desde sus primeros escritos reflejando una España que pocos conocían, psicoanalizando al individuo como nunca se había hecho, dando al lector el subconsciente de los personajes, en suma: conocer el interior de las personas
traídas a la página blanca por escribir de la historia. Los años vividos por el autor canario, su trabajo y oficio de escritor llega hasta la actualidad, por ello, hay que conocer su obra para conocer no solo la historia, sino los procesos de la persona en el seno de la verdad de la sociedad.
Podemos conocer cómo se fragmentó una sociedad que sigue en construcción. Galdós da las claves del éxito de esa evolución social necesaria en este país. Quien no lo quiera reconocer, no quiere conocer la historia de la literatura que en el caso galdosiano no es otra que la plasmación de una verdad glosada con honestidad.
La actualidad de su obra parece que en este año del Centenario ha sorprendido a muchos que aun siendo profesionales, no se habían acercado a la obra del autor más moderno en letras españolas. No se habían enterado. Algunos siguen sin enterarse. Su influencia llegó a los hispanoamericanos transformado no solo en narrativa sino con otro vehículo de mayor difusión: el teatro y el cine. Conocer su influjo, sus textos en prosas, los cuentos, los ensayos o su imposición como dramaturgo merece su estudio y difusión para las generaciones siguientes.
Traducir, revisar y contextualizar sus obras, no para especialistas, sino para las generaciones, es a todas luces, un trabajo arduo que no todos quieren realizar, pero que es necesario. Es la herencia literaria que debemos dejar para los niños y jóvenes de hoy y de mañana. Galdós es el autor perfecto para explicar
gramática, sintaxis, sociolingüística…tantas cosas, tanto legado que es imposible que sea recogido aquí.
Hemos llegado a este número 37 con no poco esfuerzo y contemplando con escepticismo el descubrimiento del Mediterráneo por parte de tantos y tantos intelectuales unidos al carro centenarial.
Bien, no nos quejamos, más al contrario, si ello sirve para adentrarse en el conocimiento no solo del buen escribir, no solo de un autor canónico, sino del conocimiento de nuestra intrahistoria. Me atrevo sin duda, a sugerir que publicaciones libres como es esta, que el lector tiene en sus manos, sea apoyada como lo fue en su momento por las instituciones. Una nave libre, con aspectos de revista científica pero con lugar y hueco para que la intelectualidad de este país se pronuncie sin trampas ni cartón, con la libertad de
la observación de los “no filólogos” fuera de contextos encorsetados que las publicaciones científicas imponen. Isidora siempre ha sido libre como los personajes galdosianos, pero igualmente maniatada por los jueces académicos incapaces de admitir una publicación múltiple, solidaria y coral. Vamos a continuar este camino al lado de Galdós, como lo hemos hechos siempre, sabiendo que el buen escribir, como la opinión y pensamiento crítico solo son propios de los que han adquirido un grado de libertad intelectual que nadie puede ni eludir, ni eliminar, aunque las huestes académico-facciosas se empeñen seguramente asfixiados ante la incapacidad de poderlo hacer recíprocamente. Así sea y ahí estaremos.
Rosa Amor del Olmo
Directora y editora