Las elecciones francesas del año 1902 se plantearon claramente como un enfrentamiento entre los dos bloques políticos. El bloque de la izquierda estaba compuesto por tres elementos. En primer lugar, estarían los republicanos “avanzados” más clásicos y de raigambre oportunista. Sus objetivos se centraban en la defensa del modelo democrático de la República y por laicismo. En 1901 se organizaron a través de la Alliance Républicaine Démocratique, que reunió a un grupo de notables muy conocidos gracias a sus conexiones con la prensa. Entre los personajes más destacados estarían Waldeck-Rousseau, Louis Barthou y Raymond Poincaré. El segundo grupo estaba constituido por los radicales.
En 1901 se organizaron creando una formación política, el Partido Republicano y Radical-Socialista, aunque tardaría un poco en aprobar unos estatutos. Fue un partido con mucha presencia en todas las instituciones representativas, con muchos periódicos y donde abundaron, por otra parte, los masones, aunque desde el punto de vista organizativo sería una formación muy poco estructurada y nada rígida. Los radicales representaban a la amplia clase media francesa, tanto en las ciudades como en el campo. También eran claros partidarios del laicismo, y con un acusado anticlericalismo. A pesar de su denominación de “socialista”, en realidad nunca fueron más allá de reformas sociales que no tocasen los pilares del sistema capitalista, especialmente en lo referido a la propiedad privada. Los socialistas serían el último componente de este bloque, aunque no se unirían hasta 1905 con la creación de la SFIO: Al frente de los socialistas destacaría la figura de Jean Jaurès, brillante tanto en sus discursos parlamentarios como a través de sus escritos, y que imprimió en el socialismo francés una clara sensibilidad republicana.
El bloque de derechas estaba compuesto por un sector moderado de los republicanos que no deseaban relacionarse con los socialistas y optaron por estar en este bloque. También estarían los nacionalistas, los conservadores monárquicos y los católicos, radicalmente, contrarios a la política laica de la República. En este sector destacaría Jacques Piou que en el verano de 1901 creó la Action Libérale Populaire.
Pues bien, las elecciones de 1902 dieron la victoria al bloque de izquierdas. El radical Emile Combes se hizo cargo de la presidencia del Gobierno. Desde fuera del ejecutivo los socialistas apoyaron su política. Combes afianzó la laicidad, como hemos visto anteriormente, generando un grave conflicto diplomático con la Santa Sede. Además, procuró reducir el poder y la influencia de los sectores monárquicos en el ejército, un asunto que le obligaría a dimitir al comenzar el año 1905. La caída de Combes inició un evidente proceso de distanciamiento entre los radicales y los socialistas. Precisamente, la formación de la SFIO coincidió con este hecho, ya que el Partido defendió claramente un programa de profundas reformas sociales que iba más allá de lo que el radicalismo estaba dispuesto a admitir. En este sentido, el bloque de izquierdas se deshizo en 1907, aunque los radicales siguieron gobernando, buscando algunos acuerdos con la derecha. Pero la estabilidad política que había ofrecido el acuerdo de radicales y socialistas desapareció. Ciertamente, es un momento de políticos muy brillantes como Clemenceau o Aristide Briand, pero ya no había mayorías potentes y, sobre todo, los conflictos sociales se multiplicaron. En el sur estalló un grave problema protagonizada por los viticultores, y que alcanzó su cenit en 1911.
Por su parte, el poder sindical francés se había incrementado y radicalizado como puso de manifiesto el Congreso de Amiens de la CGT, en el otoño de 1906. Por su parte, en esta época de creciente tensión la derecha se reorganizó con el fin de adquirir mayor protagonismo político. Es el momento de Charles Maurras con su Action Française. Desde su órgano de expresión se demoniza a la República con un evidente antisemitismo y también contra la masonería, todo porque desarrollarían, desde su perspectiva, un acusado anticlericalismo.
En todo caso, y sin negar estos conflictos y una creciente polarización Francia llegó al estallido de la Gran Guerra como uno de los Estados más estables. Al estallar la Guerra parecía que todo el país quería combatir contra el enemigo secular, es decir, Alemania, como si fuera la explosión práctica de un revanchismo permanente desde Sedán y la pérdida de Alsacia-Lorena. Ir a la Guerra era por la gloria de la República. No se tardaría mucho en despertar del sueño patriótico ante el espanto de las trincheras.
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