
El impar y amenísimo literato, Augusto Monterroso, en uno de sus cuentos, pone en boca del protagonista, el aspirante a escritor, Leopoldo Ralón, la siguiente afirmación:
El escritor –dijo una tarde en el café– que más se parece a Dios, el más grande creador, es don Juan Valera: no dice absolutamente nada. De esa nada ha creado una docena de libros”. Lo había dicho por casualidad, casi sin sentirlo. Pero esta frase hizo reír a sus amigos y confirmó con ella su fama de ingenioso. Por su parte, Leopoldo tomó nota de aquellas memorables palabras y esperó la oportunidad para usarlas en un cuento.[1]
Cuando Rosa Amor me propuso publicar un artículo sobre Valera, creí llegada la oportunidad, que finalmente había dejado escapar el citado Leopoldo Ralón –quien nunca llegó a ultimar un solo cuento–, utilizando como pórtico del mismo aquellas memorables palabras. Sin saberlo, el autor guatemalteco me puso en bandeja esta gacetilla.
Probablemente el juicio emitido por Ralón/Monterroso hubiera divertido mucho, y satisfecho también, al autor de Pepita Jiménez, al ser recordado, noventa años después de su muerte, por medio de semejante alusión crítica. Hay que recordar que el fino sentido del humor Valera fue puesto a prueba por sus detractores, quienes, a menudo, le criticaron ásperamente; y que, en todas ellas, éste siempre pasó la prueba con éxito: el autor cabreño supo, invariablemente, reírse de sí mismo.
Recordemos ahora, por venir a la mano, aquel célebre artículo de crítica literaria con que le obsequio el reverendo padre Sbarbi, señalando las faltas que, contra la pureza del lenguaje, había encontrado en la más famosa de sus novelas. El autor le dedica, entre otras, las siguientes lindezas:
Porque, hablando con formalidad, si de todas las [faltas] que contra la pureza del lenguaje hemos encontrado en Pepita Jiménez, fuéramos á hacer aquí colección, necesitaríamos presentar al lector una fuente, nó que Un plato de garrafales, con harto riesgo de poderle proporcionar una indigestión. [2]
Pues bien –recordaba el conde de las Navas, discípulo, amigo y primer biógrafo de Valera–: “con las garrafales que recogió Sbarbi en el huerto de Pepita Jiménez, hizo el autor de sus días una compota que solía a ofrecer á los amigos á modo de confesión de sus culpas y sin demostrar rencor ni menosprecio hacia el crítico; antes bien reconociendo sus méritos.”[3]
Sigo leyendo y me descargo el artículo gratis
[1] Leopoldo (sus trabajos). En: Cuentos, fábulas y lo demás es silencio. MONTERROSO, Augusto. 1.ª ed. México: Alfaguara, 1996 (7.ª reimpresión: abril de 2002).
[2] Un plato de garrafales. En: Ambigú literario. SBARBI, José María. Madrid: Imprenta de la viuda é hija de Fuentenebro, 1897. p. 1-14.
[3] Don Juan Valera: Apuntes del natural. El Conde de Las Navas, Madrid, Oficina tipográfica de D, Ricardo Fé, 1905. p. 15















