La playa de Abades

El Mencey del Viernes

La actual playa de Abades está situada en la costa del municipio de Arico, al sureste de Tenerife. Su apariencia apacible oculta una historia compleja que combina el pasado guanche, la colonización castellana y un ambicioso proyecto sanitario inacabado. Esta investigación reconstruye cronológicamente la evolución del lugar y sus transformaciones, desde los primeros asentamientos hasta el abandono del leprosario y la transformación de Los Abriguitos en el núcleo turístico de Abades.

Antes de la conquista castellana, la zona pertenecía al menceyato de Abona, uno de los reinos aborígenes de Tenerife. Los guanches eligieron habitar cuevas excavadas en los barrancos donde había agua, pues el interior proporcionaba mejores condiciones agrícolas que la costa.

Tras la conquista (1496), familias castellanas y portuguesas se establecieron en la zona y se mezclaron con los guanches supervivientes. Mantuvieron un modo de vida pastoril y aprovecharon barrancos como el del Río y la punta de Abona para colonizar la costa. En torno a 1520 se construyó cerca de la punta de Abona una ermita dedicada a la Virgen de Nuestra Señora de la Merced, testimonio de la temprana cristianización del lugar.

Los Abriguitos, el antiguo puerto

Durante los siglos XVI y XVII el puerto de Porís de Abona (también llamado puerto de los Abrigos o de los Abriguitos) se convirtió en el principal embarcadero del sur de Tenerife gracias a varias calas protegidas del viento. Se construyeron atalayas en los cerros para vigilar el litoral y se aprovechó una cueva como refugio del mencey y lugar de veneración a la Virgen de Candelaria. El puerto permitió exportar pez y brea (producida en los pinares de Arico) y era estratégico durante la última fase de la conquista de Tenerife.

El nombre original de Los Abriguitos procede precisamente de estas pequeñas calas que servían de abrigo a los barcos y pescadores. Cuando en la década de 1980 se urbanizó el núcleo actual, se adoptó el nombre de la montaña cercana –Abades– para bautizar la nueva urbanización, quedando relegado el antiguo topónimo.

El proyecto sanitario de la década de 1940: el Sanatorio de Abona

A principios del siglo XX la lepra era un problema sanitario en Canarias. El aislar a los enfermos en zonas apartadas y soleadas se veía como la única forma de frenar su propagación. En 1941 el Cabildo de Tenerife encargó al arquitecto José Enrique Marrero Regalado (conocido por obras en Santa Cruz) la construcción de un sanatorio de lepra en la costa de Abona. El proyecto, conocido como Sanatorio de Abona o Leprosería de Abades, compró terrenos en febrero de 1944 por 144 000 pesetas y preveía más de cuarenta edificios: un hospital para 500 enfermos, crematorio, escuelas, comedores, viviendas para médicos, talleres, un gran edificio administrativo y una monumental iglesia de hormigón armado con un alto campanario y una cruz visible desde el mar.

La elección del enclave se debió a su clima seco y soleado. El complejo debía albergar a los enfermos de toda la isla, separándolos de la población sana; en 1943 se contaban 197 casos de lepra y el aislamiento se consideraba imprescindible. Para financiarlo se invirtieron alrededor de 11 millones de pesetas.

Abandono del proyecto

Durante la construcción, los avances en el tratamiento de la lepra (introducción de la sulfona y posteriormente la dapsona) convirtieron en obsoleto el modelo de aislamiento. La disminución de casos hizo que el sanatorio nunca se inaugurara. El proyecto también era criticado por su orientación, pues el complejo en forma de V se abría hacia el viento, lo que podía favorecer la dispersión de la enfermedad. A pesar de haberse completado parte de las edificaciones (iglesia, viviendas, crematorio y talleres), el lugar fue abandonado a mediados de los años 40.

Elementos arquitectónicos históricos visibles

Aunque el sanatorio nunca se usó, sus ruinas dominan la colina junto a Abades. Los elementos más destacados son:

Uso militar y evolución del área

Tras el abandono del sanatorio, la propiedad pasó del Ministerio de Sanidad al Ministerio de Defensa. Desde finales de los años 50 el enclave sirvió como campo de entrenamiento para el Regimiento de Infantería 49. Los soldados se alojaban en los barracones y usaban la zona para maniobras, lo que garantizó cierto mantenimiento de las edificaciones.

En paralelo, la apertura del aeropuerto de Tenerife Sur (Reina Sofía) en 1978 y la nueva autopista TF-1 acercaron la costa de Arico a los habitantes de la isla. Muchos canarios construyeron chabolas de madera junto a la playa para pasar el fin de semana; ese núcleo recibió el nombre de Los Abriguitos. Sin embargo, al iniciarse la urbanización de Abades en 1986, las chabolas fueron incendiadas, se construyó un dique de protección, se trazaron calles y se levantó una pequeña ermita en 1987.

La urbanización tomó el nombre de la montaña Abades y quedó oficialmente bautizada así, aunque los residentes todavía recuerdan el antiguo topónimo de Los Abriguitos. Entre 1988 y 1993 se completaron las carreteras de acceso, la plaza y las instalaciones deportivas.

En 2002, con el repliegue de la unidad militar, el Ministerio de Defensa vendió el terreno del sanatorio a un empresario italiano y al ayuntamiento de Arico. Un proyecto turístico pretendía reconvertir la leprosería en un complejo hotelero, pero una moratoria turística aprobada por el Gobierno canario paralizó la iniciativa. Desde entonces, el conjunto permanece abandonado; su aspecto fantasmal lo ha convertido en escenario de rodajes y en destino de curiosos, mientras que grupos culturales reclaman su protección y la creación de un centro de interpretación histórica.

La historia de la playa de Abades es un ejemplo de cómo un lugar puede transformarse varias veces a lo largo de los siglos. De puerto natural guanche y enclave estratégico en la conquista de Tenerife, pasó a ser escenario de un ambicioso proyecto sanitario que nunca se puso en marcha. Las ruinas del sanatorio, con su iglesia franquista y sus barracones, recuerdan la lucha contra la lepra y los cambios de la medicina. Después de décadas como campo militar y de la urbanización de Los Abriguitos, el núcleo de Abades es hoy una tranquila localidad costera. Sin embargo, la memoria de su pasado guanche, colonial y sanitario sigue visible en el paisaje y es parte fundamental del patrimonio histórico de Tenerife.

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