
Observatorio Negrín-Galdós
En la memoria de la Guerra Civil española, abundan los consensos y también los silencios incómodos. La figura de Juan Negrín López quedó, durante décadas, envuelta en polémica y prácticamente ausente del relato oficial impuesto por la dictadura. Sin embargo, su legado ha resurgido gracias a la tenacidad de una persona muy cercana: Carmen Negrín, su nieta, quien asumió el papel de guardiana de su memoria. Ella ha dedicado años a recuperar archivos, combatir leyendas negras y reivindicar la verdad histórica de su abuelo. Su labor nos plantea una pregunta que trasciende lo familiar:
¿Puede la determinación de una nieta cambiar la forma en que un país recuerda su pasado?
Carmen Negrín, nieta de Juan Negrín, se convirtió en la custodia del legado documental de su abuelo tras la Guerra Civil. En 1956, cuando Juan Negrín falleció en el exilio en París, sus documentos personales quedaron en manos de su familia. La misión de salvaguardarlos pasó de generación en generación hasta recaer en Carmen Negrín, quien terminaría siendo albacea del archivo de su abuelo y presidenta de honor de la Fundación Juan Negrín. Nacida ella misma en el exilio, Carmen vivió de niña con su abuelo en París hasta la muerte de éste, lo que explica en parte el profundo compromiso afectivo que desarrolló hacia su legado. Durante décadas, miles de documentos y objetos personales de Juan Negrín permanecieron guardados en el sótano de su casa parisina, a la espera del momento oportuno para salir a la luz. De hecho, el archivo familiar resultó ser mucho más vasto de lo que inicialmente se creía: lo que un hijo de Negrín había trasladado a Niza y permitido escanear era solo “la punta del iceberg” de una colección mucho mayor que permanecía oculta. En total, el archivo personal de Negrín reunió unos 153.000 documentos y objetos custodiados por su familia en París, entre ellos algún símbolo insólito de aquellos años de guerra –como una ración de lentejas casi centenarias que el propio Negrín conservó como recuerdo de la penuria de la contienda– junto a informes oficiales, cartas, fotografías y demás piezas de su actividad política y científica.

El regreso del legado a Canarias
A medida que avanzaba la democracia en España, las condiciones fueron propicias para traer de vuelta ese tesoro documental del exilio a su tierra natal. Carmen Negrín, consciente del valor histórico de los papeles de su abuelo, dio el paso decisivo: en 2010 firmó un convenio de cesión del archivo al Cabildo de Gran Canaria, comprometiéndose a depositar los fondos en una institución para su conservación y estudio. Finalmente, en diciembre de 2013, entregó el archivo personal de Juan Negrín al Cabildo, que lo alojó en la nueva sede de la Fundación Juan Negrín en Las Palmas de Gran Canaria. No fue un proceso sencillo desde el punto de vista emocional. Carmen admite que desprenderse de unos documentos que formaban “parte de su vida familiar” le resultó doloroso al inicio, pero lo hizo convencida de que debía “pensar en compartirlos” por el bien de la historia. Con el tiempo, transformó ese apego personal en un propósito más elevado: “cumplir con la decisión que me había propuesto […] pese a que se confirmaba que era necesario. Hoy es algo asumido y espero que tras esta primera y simbólica etapa, vayan saliendo más informaciones que establezcan la simple verdad acerca de lo que fue la República, un sistema político con muy nobles aspiraciones”, explicó poco antes de la entrega.
Esa “decisión muy personal” de traer el archivo a Gran Canaria obedeció tanto a motivos sentimentales como simbólicos. Negrín había nacido en Las Palmas, y Carmen deseaba que su legado arraigara allí. Fantaseó incluso con instalar los fondos en la antigua casa familiar de la ciudad –situada irónicamente frente al cuartel del que partió Franco para levantarse contra la República–, pero al no ser esto posible optó por otra solución llena de significado. La Fundación Juan Negrín, con el respaldo del Cabildo, ofreció ubicar el archivo en un edificio histórico del casco antiguo de Vegueta: un viejo cuartel de artillería del siglo XIX reconvertido en centro de documentación e investigación. “¡Transformar un sitio militar en un lugar de cultura! ¡Menudo símbolo!” –comentó entusiasmada Carmen Negrín al respecto. En 2014 se inauguró oficialmente la sede de la Fundación, con la presencia de familiares, autoridades y académicos. Carmen describió aquel día como un acto de “justicia” histórica, al ver los materiales de su abuelo por fin accesibles en su tierra. Además, destacó un detalle esperanzador: el proyecto había logrado unir a personas de todas las ideologías. “Los canarios han trabajado todos juntos, de derechas y de izquierdas, para hacerla realidad”, subrayó, calificándolo como un gesto “muy noble y democrático” de encuentro, si no de plena reconciliación. En un país donde la memoria histórica suele ser motivo de división, esa cooperación alrededor del archivo de Negrín marcó un ejemplo positivo de unidad por la verdad.
Verdades rescatadas entre papeles
Una vez abierto al público, el archivo de Juan Negrín emergió como una fuente documental de primer orden para completar la historia de la Guerra Civil y el exilio republicano. El historiador Ángel Viñas –que preside el comité científico de la Fundación– llegó a afirmar que este era “la pieza que faltaba” para entender el bando republicano, pues hasta entonces se conocían los archivos de líderes como Indalecio Prieto, Largo Caballero o Vicente Rojo, pero no el del último jefe de Gobierno de la República. Entre los miles de documentos ahora disponibles, se encontraron pruebas que desmontan mitos muy arraigados. Por ejemplo, la documentación contable del llamado “Oro de Moscú” (el traslado de reservas del Banco de España a la URSS) salió a la luz dentro del fondo personal de Negrín. Esas cifras y actas –guardadas por Negrín y preservadas por su nieta– han permitido a investigadores como Viñas rebatir la leyenda negra construida por sus detractores (no solo franquistas, sino incluso ciertos antiguos aliados) sobre el uso de ese oro. Lejos de haberlo “regalado” a la Unión Soviética, los papeles evidencian que Negrín empleó el tesoro para comprar armas y víveres con los que sostener la resistencia republicana, decisión avalada en su día por el Consejo de Ministros. Del mismo modo, muchas otras cartas, informes y telegramas en el archivo ofrecen un contrapunto al relato de los vencedores que dominó en España durante décadas, sacando a la luz la perspectiva de un gobierno que, aun en la derrota, dejó constancia escrita de sus esfuerzos por defender la legalidad democrática.

Objetos y documentos expuestos del archivo de Juan Negrín en Las Palmas. Destaca, en primer plano, un plato con lentejas casi centenarias preservadas de la Guerra Civil —apodadas en su época “píldoras del doctor Negrín” por ser un alimento básico que ayudaba a engañar el hambre— junto a otros víveres y efectos personales hallados en el legado. La propia Carmen Negrín interpreta todo este archivo como un símbolo de “resistencia” –la resistencia de un gobierno legítimo derrocado por la fuerza–, pero también de “orden” y de “reflexión”, reflejo del carácter de un hombre de ciencia que intentó poner método y racionalidad en medio del caos bélico. Cada caja abierta, cada legajo inventariado, ha contribuido a enriquecer el conocimiento histórico sobre la Segunda República y la Guerra Civil, matizando visiones simplistas y obligando a reescribir algunos capítulos. Gracias a la digitalización de buena parte de los documentos (un copia completa del Archivo Negrín también fue entregada por Carmen al Centro Documental de la Memoria Histórica en Salamanca para su difusión pública), investigadores de todo el mundo pueden ahora acceder a este fondo y contrastar hechos, completando así la memoria colectiva con nuevas evidencias.

Memoria, reconocimiento y actualidad
El empeño de Carmen Negrín por dignificar la memoria de su abuelo y, por extensión, la de tantos republicanos exiliados, ha recibido también el reconocimiento público en los últimos años. En 2008, el Partido Socialista (PSOE) –al que Juan Negrín perteneció– decidió reivindicar la figura de quien había sido expulsado injustamente de sus filas en 1946. En un acto solemne celebrado en 2009, los dirigentes socialistas devolvieron simbólicamente el carné a Juan Negrín y pidieron disculpas por aquel agravio histórico. Carmen, invitada a recoger la nueva cartilla de manos de Alfonso Guerra, expresó sus sentimientos encontrados: “No sé si mi abuelo hubiese aceptado este carné […] lo importante es que se ha reconocido una injusticia”. Las décadas de ostracismo empezaban a quedar atrás, y el Estado democrático, a distintos niveles, iniciaba una reparación de su memoria.

Desde entonces, la labor de Carmen Negrín en pro de la memoria histórica no ha cesado. Ha colaborado en conferencias, exposiciones y entrevistas para desmontar falsedades y difundir la verdad documentada sobre Juan Negrín. Bajo su tutela, la Fundación Juan Negrín halló incluso documentos de gran valor humanitario, como el único ejemplar conocido del sumario judicial republicano sobre la masacre de “la Desbandá” (la huida de civiles de Málaga en 1937) –un hallazgo por el cual la Fundación recibió el Premio “14 de Abril” en 2020, otorgado por una asociación andaluza de memoria histórica. En palabras de los organizadores, el premio reconoció “el compromiso con la defensa de la libertad y contra los crímenes del franquismo” que representa el Archivo Negrín. Por su parte, Carmen Negrín en 2025 ha sido galardonada con la “Distinción Republicana” que concede el Ateneo Republicano de Asturias, en reconocimiento a “su defensa de la Memoria y de los valores republicanos”. A sus 80 años de edad, esta historiadora de formación internacional (trabajó tres décadas en la UNESCO) sigue residiendo en París, pero viaja con frecuencia a España para mantener vivo el legado de su abuelo. Su convicción republicana permanece intacta –ha llegado a declarar que no solicitará la nacionalidad española mientras subsista la monarquía parlamentaria, esperando algún día volver a ver una República–, lo que subraya que su compromiso con los ideales de Juan Negrín no es solo académico o familiar, sino también profundamente político y ético.
Más de ochenta años después del fin de la Guerra Civil, España continúa debatiendo cómo enfrentar las heridas de su pasado. Las iniciativas de memoria histórica (como la reciente Ley de Memoria Democrática de 2022) chocan a veces con resistencias sociales y partidistas, señal de que las cicatrices no están del todo cerradas. En este contexto, la figura de Carmen Negrín y su cruzada por la verdad resultan particularmente relevantes. Ella ha demostrado cómo la memoria puede ser un puente entre generaciones y un acto de resistencia frente al olvido impuesto. Al formalizar la entrega final del legado Negrín a las instituciones canarias, el presidente del Cabildo de Gran Canaria afirmó que “honrar la memoria democrática es en estos tiempos más necesario que nunca”, especialmente ante “esa ola ultraconservadora que quiere imponer el pensamiento único de unos pocos oligarcas”. Son palabras que resuenan con fuerza en la actualidad. La historia de Carmen Negrín nos enseña que el pasado no se defiende solo en los libros, sino también en la voluntad de quienes se niegan a olvidarlo. Su ejemplo invita a reflexionar sobre nuestra propia responsabilidad con la memoria colectiva: gracias a esa tozudez por no rendirse al olvido, hoy España puede mirarse en el espejo de su historia con más verdad y, quizá, con más justicia.
Fuentes consultadas: Fundación Juan Negrín (archivo y noticias), Canarias7, El Imparcial, El País, Asturias Laica, Atlántico Hoy (EFE), ABC.