
Eduardo Montagut
La Junta de Reformación prohibió a las mujeres subir a un escenario teatral el 6 de junio de 1586, estableciendo por su incumplimiento una pena de cinco años de destierro del reino y una multa de cien mil maravedís. Pero al año siguiente el Consejo de Castilla levantaba dicha prohibición según un Decreto del 17 de noviembre de 1587, aunque especificaba que solamente podían actuar aquellas mujeres que estuvieran casadas con los actores de la misma compañía teatral. El decreto se emitió de resultas de la petición de los directores de una Compañía italiana que buscaban obtener la licencia para representar en el Corral del Príncipe de Madrid con las actrices de su agrupación. El Consejo comprobó que, efectivamente, dichas actrices estaban casadas con los actores. Además, se estableció que solamente podían actuar con “hábito de mujer”. Esta disposición fue aprovechada por compañías y autores españoles para que las actrices pudieran actuar.
Antes del expediente de los italianos existió, y esto tiene su importancia histórica, un memorial del 20 de marzo de 1587, firmado por catorce actrices, encabezadas por Mariana Vaca y María de la O. En el mismo hablaban de que estaban casadas con autores de comedias y otros representantes, y querían poder actuar porque necesitaban vivir y argumentaban que lo indecente era que los actores tuvieran que vestirse y tocarse como mujeres para poder actuar y salir adelante.
En el siglo XVII destacaron algunas actrices en una España apasionada por el teatro. María Calderón (1611-1646), conocida como “La Calderona” o “Marizápalos” fue muy famosa y también por sus dotes de canto. Se da la circunstancia de que, por lo demás, fue amante del rey Felipe IV, que le dio un hijo, que luego jugaría un papel importante, Juan José de Austria.
María Calderón era una niña expósita, que fue adoptada por Juan Calderón, un hombre muy vinculado al teatro. En 1627 debutó en el Corral de la Cruz, y el rey, tan asiduo al teatro, debió quedar prendado de la joven. Con 16 años se casó y era amante de un cómico, de un noble y del rey, aunque también es cierto que existía Juana de Calderón, su hermana, también actriz y cantante, y no están muy claras las relaciones amorosas. Lo que sí parece cierto es que María Calderón tuvo que dejar los escenarios en un momento de éxito por la relación con el monarca. Su situación provocó algunos problemas, especialmente con la reina Isabel de Borbón. Juan José nació en el centro de Madrid en abril de 1629 y fue apartado del lado de la madre, algo bastante habitual cuando el niño era fruto de una relación extramatrimonial con un personaje de alta alcurnia. Tras el nacimiento del niño se obligó a María Calderón a ingresar en el Monasterio benedictino de San Juan Bautista en la provincia de Guadalajara. Llegó a ser abadesa. Sobre su muerte hay muchas conjeturas.
Catalina de la Rosa fue otra actriz de la época del Siglo de Oro, en la primera mitad del siglo XVII, aunque no se sabe bien cuando nació. Fue esposa del empresario y autor Pedro de la Rosa. Ambos formaron “La Compañía de la Rosa”, representando entremeses y comedias, de su propia autoría, pero también de los grandes de la literatura, como Lope de Vega, Calderón de la Barca, Rojas Zorrilla y Vélez de Guevara. La Compañía no solo actuó en Madrid, sino que hizo muchas giras por España. Catalina de la Rosa debió fallecer en 1646.
Por su parte, María de Heredia, de la que no sabemos su origen, fue, además de actriz autora de comedias y empresaria que montó obras de Lope de Vega y Calderón de la Barca. Pero sufrió persecución, porque en 1642 fue detenida por orden del Consejo de Castilla al ser acusada de vivir amancebada con Gaspar Valdés, regidor y alcaide de las Cárceles en Madrid. Estuvo en la Galera, es decir, en la cárcel de mujeres, aunque salió de la mima para marcharse a Nápoles donde falleció en 1657 o 1658.
Isabel Hernández fue una actriz conocida como “la Velera”, porque temblaba antes de salir a escena. Recibió elogios de Lope de Vega. También los recibió de Juan Pérez de Montalbán en su obra Para todos, al recordar la magnífica interpretación de la actriz en su autor Escanderbec. Como en el caso de otras actrices sus datos biográficos no abundan. Murió en 1656.
Mucho más conocida es María Riquelme, aunque no sabemos cuando nació. Lope de Vega ensalzó su figura. Fue una actriz especial en relación con sus compañeras porque su vida no estuvo muy relacionada con la vida de la farándula, siempre muy vigilada por las autoridades porque no les gustaba la libertad que reinaba entre bastidores. María Riquelme, en cambio, fue muy religiosa. Al parecer, comenzó su carrera en 1624 en Madrid. Era hija, esposa y madre de personas vinculadas al teatro. Fue famosa en el Corral de Comedias de Almagro. Al parecer, fue memorable su actuación en la comedia de Quevedo, Quien más miente, más medra, en el jardín del conde de Monterrey, al lado del Paseo del Prado, en presencia del rey Felipe IV y del conde-duque de Olivares. Se casó con el autor Manuel Álvarez Vallejo. María Riquelme murió jovencísima y fue homenajeada por distintos literatos.

Otra de las grandes actrices de este período fue María de Córdoba (1597-1678), conocida como Amarilis la bella o la sultana Amarilis. Fue glorificada por autores como Pedro de Morales, Guillén de Castro y hasta Quevedo, pero el conde de Villamediana fue un claro detractor de su arte. Fue elogiada por como recitaba, cantaba, tañía y bailaba.
Nació en el ámbito de la farándula y ya en 1615 comenzó su carrera, y estuvo en las principales compañías. Su marido fue Andrés de la Vega que tenía compañía propia y que participó en 1625 en las fiestas del Corpus de Madrid. Después la compañía actuó en Palacio. En 1627 Amarilis decidió pedir el divorcio cuando la compañía se encontraba en León, acusando a su marido de maltrato y de estar con otras mujeres por lo que hacía más de tres años que tenían vida matrimonial. Lo consiguió. El obispo de León dictó sentencia a su favor, además de ordenar a Andrés de la Vega a que devolviese a María su dote, las arras y la mitad de los bienes gananciales. Eso provocó la apelación del marido. En todo caso siguieron teniendo algún tipo de vinculación en el negocio. Muerto el marido, Amarilis se hizo con la dirección única de la compañía aunque no tuvo el título de autora.
Amarilis no sólo fue famosa por su arte sino por demostrar un gran carácter, algo que debía necesitarse en el mundo en el que se movía. Muchos hombres poderosos en aquel tiempo como en otros hasta el presente siempre han intentado aprovecharse de su posición para acosar a las mujeres que trabajaban y trabajan en el teatro y en otras artes escénicas. En este sentido, Amarilis llegó a enfrentarse al duque de Osuna, y eso le valió ir a la cárcel en 1621.
En la segunda mitad del siglo XVII y principios del XVIII destacó María de Navas, nacida en Milán en 1666 y fallecida en Madrid en 1721. Aprendió a ser actriz con su padre, Alonso de Navas, y comenzó a trabajar cuando la familia llegó desde Italia a Barcelona en 1678. Su padre y ella entraron en una compañía que les llevó a Valencia. Después, María trabajó en Madrid, ya sin dependencia de familiares. María tuvo una vida personal agitada. Se casó tres veces. El primer matrimonio fue anulado porque el marido había sido fraile. Después se casó con el actor Francisco Montero, siendo el tercer esposo, el apuntador Ventura de Castro. En todo caso, tampoco debió ser una buena relación porque a la altura de 1700 se habían separado, justo cuando decidió dejar los escenarios para entrar en un convento de Madrid.
Pero dejó la vida religiosa y decidió regresar a los escenarios como empresaria de una compañía en 1702, aunque como era mujer no podía ser autora-empresaria.
Como era habitual en el mundo del teatro en relación con las actrices en aquella época, tuvo que hacer frente a distintos escándalos y libelos, provocando a María no pocos problemas.
En el siglo XVIII conocemos mucho mejor los datos biográficos de las actrices, seguramente porque su condición social mejoró, en cierta medida, en la época de las Luces. En primer lugar, contaríamos con la madrileña María Ignacia Ibáñez (1745-1771), hija del actor y autor de sainetes Bartolomé Ibáñez. Estuvo en la compañía de la actriz y empresaria María Hidalgo en el Teatro de la Cruz hacia 1768, para luego cambiar de compañía al año siguiente. En 1770 destacó como protagonista de Hormesinda, una tragedia de Nicolás Fernández de Moratín. Al parecer, muy sonado fue su romance con el militar y escritor José Cadalso que quiso casarse con ella frente al rechazo de sus amigos y del propio ejército porque por mucho que las actrices hubieran mejorado en su consideración social frente a la época barroca seguían con el estigma que les imponía la moral pacata. Al final, no se casaron. Cadalso escribió un papel para ella en la tragedia Don Sancho García, conde de Castilla, una obra que no tuvo ningún éxito.
Murió con apenas 22 años por fiebres tifoideas. Se generó toda una leyenda romántica sobre el supuesto intento de Cadalso de desenterrar a su amada, un hecho que recogió en su obra Noches Lúgubres (1798). En todo caso, aquel hecho no tuvo lugar y la leyenda la debió fomentar el propio Cadalso.
María del Rosario Fernández, la “Tirana” (1755-1803) fue, sin lugar a dudas, la actriz más famosa del siglo XVIII, inmortalizada por Goya en dos retratos, uno de 1792 y el otro de dos años después, que conserva la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Al parecer, la joven sevillana se formó en la escuela de teatro que fundó Olavide en Sevilla. Con dieciocho años se trasladó a Madrid, debutando con la compañía de José Clavijo y Fajardo en el año 1773. Se casó con el actor Francisco Castellanos, el “Tirano”. Ambos viajaron a Barcelona al caer el conde de Aranda y Floridablanca recortó el dinero en 1777 en relación con las compañías de los Reales Sitios. El matrimonio se puso a trabajar para poner en marcha un teatro en la capital catalana, pero en 1780 la Junta de Teatros de Madrid reclamó a María del Rosario.
Fue actriz de comedia en la compañía de Manuel Martínez, pero su gran éxito llegó con sus papeles en tragedias clásicas. En todo caso, Leandro Fernández de Moratín lanzó una crítica muy ilustrada por lo sutil a su estilo declamatorio. También interpretó a Calderón, Racine, Goldoni y Molière.
Se jubiló como la primera dama de los teatros de la Cortes en 1794 por una enfermedad.

Antonia Zárate (1775-1811) ya se encontraría entre ambos siglos. Natural de Barcelona, aunque de ascendencia vasca, era hija de un actor y se casó también con otro actor y cantante, Bernardo Gil y Aguado. Ambos comenzaron a actuar juntos en Madrid. En 1796 nacería su hijo, el escritor y pedagogo Antonio Gil y Zárate. Trabajó en el Coliseo del Príncipe y en el Teatro de los Caños del Peral. Tuvo la suerte de ser retratada dos veces por Goya, una en vida, en 1810 y otra como retrato póstumo al año siguiente por encargo de su hijo.
Antonia Prado (1765-1830) también se encontraría entre dos siglos. No han quedado muchos datos de su origen. Hacia 1784 se la situaría en Madrid trabajando en la compañía que en ese momento actuaba en el Teatro del Príncipe donde debutó con un papel principal en El monstruo de la fortuna. Se casó con el gran actor de su época, Isidoro Máiquez que intentó mejorar su estilo y declamación pero sin mucho éxito. El matrimonio, en todo caso, no parece que fuera muy feliz. Se retiró de la escena y murió en la pobreza.
La valenciana Luisa Santamaría Moreno (1827-1883) fue actriz de zarzuela. Su familia estaba asociada al teatro y a la música. Estudió con su madre, Benita Moreno, y también estuvo como alumna interna en un colegio parisino. En 1848 regresó a España y comenzó a trabajar como tiple secundaria en compañías de ópera italianas, recorriendo medio país. En 1850 se incorporó al Teatro Real y trabajó al año siguiente en la ópera Norma. Tras su matrimonio con Juan Losada y Astray se retiró de la escena, pero por poco tiempo. Al ser consciente de las pocas salidas profesionales con la ópera y el éxito creciente de la zarzuela hacia este género se encaminó, incorporándose al Teatro del Circo. Saltó a la fama gracias a su trabajo en El estreno de una artista de Joaquín Gaztambide, que compuso más piezas para ella. Trabajó en Cádiz y en el madrileño Teatro de la Zarzuela. Estrenó obras de Cristóbal Oudrid y Emilio Arrieta. También actuó en Andalucía. Consiguió una posición afamada gracias a sus interpretaciones en zarzuelas con temas románticos e históricos.
Por fin, Balbina Valverde (1840-1910) nació en Badajoz, siendo hermana del compositor Joaquín Valverde. Al morir su padre, la familia pasó a residir en Madrid donde ingresaría en el Conservatorio. Allí pudo aprender con Julián Roma. La recomendación de Ventura de la Vega le permitió entrar en la compañía del Teatro del Príncipe, debutando con una obra de Hartzenbusch. Se especializó en papeles de comedia y llegó a estrenar más de trescientas cincuenta obras de teatro. Emilia Pardo Bazán escribió para ella un monólogo, El vestido de boda, que estrenó en febrero de 1898. Estuvo en la inauguración y al frente del Teatro Lara donde trabajó casi hasta su fallecimiento. Su último gran éxito fue en la obra Los intereses creados de Jacinto Benavente en 1907. Su entierro, por decisión municipal, fue una procesión por los principales.















