«El proceso» de Franz Kafka: Contexto, estructura, interpretación y legado

Rosa Amor del Olmo

Franz Kafka empezó a escribir Der Prozess —conocida en español como El proceso— en julio de 1914 mientras vivía en Praga, y continuó el manuscrito hasta enero de 1915, con un breve reinicio en 1916 . Kafka situó la novela en un momento de crisis: pocos días después de la ruptura de su compromiso con Felice Bauer, experiencia que comparó con un juicio público, y en medio del estallido de la Primera Guerra Mundial. En el plano político, el escándalo Šviha en Praga —un caso en el que un diputado fue acusado de traición y estuvo expuesto a la prensa sensacionalista— ofreció a Kafka un modelo de la opresión burocrática y del carácter inquisitorial de la justicia austrohúngara . Estas experiencias personales y sociales alimentaron la sensación de culpa, indefensión y alienación que impregna la novela. Kafka, miembro de la minoría de lengua alemana y de la comunidad judía de Praga, trabajaba como funcionario en la compañía de seguros y había obtenido el título de abogado; su contacto diario con la burocracia y la lectura de los hermanos Weber le hicieron percibir el aparato administrativo como una máquina impersonal capaz de destruir la libertad individual .

La obra permaneció inconclusa. Kafka reunió los capítulos en carpetas sin orden preciso y pidió a su amigo Max Brod que los destruyera tras su muerte; sin embargo, Brod desobedeció y publicó la novela en 1925 en Berlín . Brod impuso título, ordenó los capítulos y completó huecos con notas marginales, de manera que la estructura publicada es conjetural . Este carácter fragmentario forma parte de la complejidad de la novela y explica ciertas interrupciones narrativas. Las raíces de Kafka en la tradición judía y su sensibilidad existencial —marcadas por una relación conflictiva con su padre, la fragilidad física y sus fracasos sentimentales— atraviesan la obra y se manifiestan en su reflexión sobre la culpa, la ley y la imposibilidad de redención .

Argumento y estructura narrativa

La novela comienza con la famosa frase: “Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido” . Dos funcionarios acuden a la pensión donde vive Josef K., gerente de un banco, y le comunican que está en proceso judicial; sin embargo, no le informan del delito ni le llevan ante un tribunal. A partir de ese momento, El proceso sigue al protagonista en su infructuosa búsqueda de una acusación formal y de un tribunal competente. Josef K. asiste a una primera audiencia en un desván convertido en tribunal, donde se enfrenta a un juez torvo y a un público hostil; visita a su abogado Huld, enfermo y corrupto, cuyo ayudante se enreda con la criada Leni; recurre al pintor Titorelli para obtener información sobre los veredictos, y escucha del capellán de la catedral la parábola “Ante la ley” . Finalmente, en la víspera de su trigésimo cumpleaños, dos hombres lo llevan a las afueras de la ciudad y lo ejecutan con un cuchillo, mientras él, debilitado, asume una culpa que nunca comprende.

La narración, aunque lineal en la versión de Brod, muestra un carácter discontinuo: capítulos completos alternan con episodios que terminan abruptamente o quedan inconexos. Esta estructura fragmentaria crea un efecto de incertidumbre y refuerza la lógica onírica de la obra. Los estudiosos han señalado que el inicio y el final eran conocidos por Kafka y fueron colocados con intención, pero el orden de los capítulos intermedios es debatido; ediciones críticas posteriores han propuesto diferentes secuencias de capítulos y han incluso permitido a los lectores elegir su propia ordenación .

Análisis temático

La burocracia y el poder judicial

El proceso es una alegoría de la burocracia moderna. La centralidad de una administración secreta y jerarquizada refleja la expansión de la burocratización en el Imperio austrohúngaro, donde los funcionarios se multiplicaron y extendieron su control a todas las esferas de la vida. Kafka, que trabajaba en una compañía de seguros, trasladó su experiencia del aparato administrativo a una metáfora literaria: el tribunal opera como una máquina que produce y controla la vida de los ciudadanos sin rendir cuentas a nadie. Josef K. descubre que el tribunal no está localizado en un edificio majestuoso sino en buhardillas abarrotadas y sótanos húmedos; los jueces son anónimos y sus decisiones se comunican por funcionarios de rango inferior, de modo que las instancias más altas se confunden con las más bajas . El abogado Huld y el pintor Titorelli muestran que la única forma de influir en el proceso es mediante favores y conexiones personales ; las absoluciones reales son imposibles y la única esperanza es lograr un aplazamiento indefinido, que en última instancia prolonga el sufrimiento .

El derecho aparece como inaccesible y secreto. En la parábola “Ante la ley” un campesino pide al guardián que le permita acceder a la Ley, pero este lo hace esperar hasta su muerte; el guardián revela finalmente que la puerta era solo para él y se cierra . La interpretación de este relato ha suscitado numerosas lecturas. Una exégesis contemporánea subraya que el campesino es intimidado por la autoridad del guardián y acepta obedientemente las reglas, aunque éstas sean arbitrarias; esto refleja la crítica de Kafka al sometimiento del individuo ante la burocracia y al “orden del mundo” fundado en la mentira . Hanna Arendt afirmó que la creencia de los burócratas en la necesidad de sus acciones justifica cualquier injusticia y anula la responsabilidad moral . Marthe Robert observó que el campesino fracasa porque no sitúa su propia ley por encima de los tabúes colectivos y teme el castigo social . En la novela, Josef K. comparte esa pasividad: nunca desafía abiertamente la estructura judicial; acepta su culpa implícita y se somete a la ejecución, perpetuando así el poder del tribunal.

Culpa, alienación y absurdo

La culpabilidad en El proceso no deriva de un acto cometido sino de la condición misma del protagonista. Desde el primer capítulo los funcionarios actúan como si la culpabilidad de Josef K. fuese evidente, sin necesidad de prueba. Este régimen invierte el principio de presunción de inocencia, transformando al acusado en un ser perpetuamente sospechoso. La novela muestra cómo el proceso se introduce en todas las esferas de la vida de K., absorbiendo su tiempo y energía y provocando su aislamiento. Sus relaciones personales se deterioran, su trabajo se resiente y hasta su dormitorio se convierte en escenario de interrogatorios, lo que refleja la pérdida de intimidad propia del ciudadano moderno. La experiencia de Josef K. es, en palabras de la crítica, la de un hombre lanzado a un mundo “sin garantías” en el que la culpa es inherente .

El sentimiento de alienación se refuerza con el tono absurdo y pesadillesco de la novela. El mundo de El proceso funciona con la lógica del sueño: los acontecimientos se suceden sin causas claras, los personajes parecen arquetipos y las reglas cambian según la ocasión. La crítica ha señalado que el relato se mueve entre la pesadilla y la comedia; Jorge Luis Borges hablaba de pequeños dramas o pesadillas, mientras Gabriel García Márquez lo consideraba una comedia negra. Esta ambivalencia genera una sensación de indefensión y subraya la arbitrariedad del sistema judicial. Además, la novela sugiere un trasfondo teológico: la culpa original y la búsqueda de una ley que redima al individuo remiten al judaísmo y al cristianismo. La herencia judía de Kafka, con su énfasis en la Ley escrita y en la culpa colectiva, impregna la obra.

Dimensión política y jurídica

Lejos de ser un ataque nihilista contra el derecho, El proceso revela la necesidad de un derecho justo y la peligrosidad de la arbitrariedad. Un artículo reciente de la revista Doxa insiste en que, pese a las lecturas que ven a Kafka como un enemigo del derecho, su obra denuncia la arbitrariedad legal y aspira a un orden jurídico basado en garantías procesales . Otros estudios sobre filosofía del derecho señalan que en los relatos de Kafka la certeza jurídica desaparece, dejando como único valor la certeza de la dominación, lo que conduce a la resignación y a la desesperanza. Las analogías con la detención preventiva en el derecho penal contemporáneo muestran la pertinencia de la novela para reflexionar sobre la presunción de inocencia y la discrecionalidad del Estado.

Análisis estilístico y narrativo

La novela está narrada en tercera persona por un narrador omnisciente que mantiene cierta distancia con los personajes y transmite su desconcierto. El tono combina suspense, ironía y resignación, generando en el lector la misma sensación de impotencia que experimenta Josef K. La narración no recurre a monólogos interiores; en su lugar, utiliza diálogos extensos y descripciones objetivas de espacios opresivos, lo que subraya el carácter impersonal del proceso. El discurso se apoya en símbolos: la escalera interminable del tribunal, las puertas cerradas, las habitaciones oscuras; estas imágenes aluden a la inaccesibilidad de la justicia y al laberinto burocrático. La personificación del proceso como una entidad que acorrala al protagonista muestra cómo la ley se convierte en sujeto y el individuo en objeto.

La estructura fragmentaria y la ausencia de un narrador confiable intensifican el efecto de ambigüedad. La alternancia entre capítulos emblemáticos (la visita al tribunal, el encuentro con Titorelli, la parábola en la catedral) y grandes elipsis, reforzada por el montaje de Brod, mantiene al lector en un estado de incertidumbre. El estilo de Kafka, caracterizado por frases largas y detalladas, reproduce el ritmo asfixiante del proceso: descripciones minuciosas de actos banales contrastan con la falta de información esencial. La prosa, según Adorno, debe leerse de forma literal y no como un símbolo de realidades ocultas; la obra consiste en parábolas que se interpretan a sí mismas . Esta advertencia se opone a lecturas existencialistas que buscan un sentido trascendente y coincide con la propuesta de Susan Sontag de evitar la sobreinterpretación y respetar la autonomía de las imágenes kafkianas.

Recepción crítica

Publicación póstuma y primeras interpretaciones

La publicación de El proceso en 1925 significó la primera edición de una de las tres novelas que establecieron la fama de Kafka; las otras dos —El castillo y América— aparecieron en 1926 y 1927 respectivamente. Las primeras reseñas, como las de Kurt Tucholsky y Bruno Schulz, insistieron en la originalidad de la obra y desaconsejaron leerla como alegoría; subrayaron que sus imágenes poseen autonomía y que su valor reside en su ambigüedad . No obstante, la novela fue pronto interpretada como metáfora de la alienación del individuo moderno y de la opresión del aparato estatal. Tras la Segunda Guerra Mundial, muchos lectores vieron en ella una anticipación de los totalitarismos; la crítica señaló que el éxito póstumo de Kafka se relaciona con los horrores del nazismo y con el interés existencialista de autores como Camus y Sartre.

Debates interpretativos

Las interpretaciones de El proceso se han multiplicado:

  • Existencialista: Albert Camus y Jean-Paul Sartre vieron en la obra la representación de la angustia humana frente a la absurdidad del mundo y la imposibilidad de encontrar sentido racional; la culpa sería una condición inherente al ser humano.
  • Teológica: algunos estudios subrayan la influencia del judaísmo y del cristianismo, leyendo el tribunal como un símbolo de la justicia divina y el pecado original; sin embargo, críticos como Adorno rechazan la identificación con doctrinas religiosas y prefieren una lectura literal de las parábolas.
  • Política: Theodor Adorno y Walter Benjamin interpretaron la novela como una crítica de la Ilustración y de la racionalidad instrumental. Adorno denunció las lecturas existencialistas por despolitizar la obra y afirmó que Kafka muestra el triunfo de la administración sobre el individuo.
  • Jurídica: varios juristas han visto en El proceso una reflexión sobre la inseguridad jurídica y la arbitrariedad del poder judicial. La revista Doxa sostiene que Kafka no desprecia el derecho, sino que denuncia sus desviaciones y aspira a un sistema justo. Otros artículos resaltan la proximidad entre el procedimiento vivido por Josef K. y la prisión preventiva, donde la presunción de inocencia queda anulada.

Susan Sontag criticó la tendencia a convertir a Kafka en símbolo universal; advirtió que la obsesión por encontrarle un significado profundo puede agotar la riqueza de su obra y sugirió centrar la atención en su estilo y en su ironía. Esta postura ha impulsado lecturas más textuales en la segunda mitad del siglo XX.

Influencia posterior

Literatura y pensamiento

La influencia de Kafka en la literatura del siglo XX es amplia. Autores como Albert Camus, Jorge Luis Borges, Alfred Hitchcock y Orson Welles han sido lectores atentos de sus obras; los enigmas y juegos de espejos de Kafka les permitieron alcanzar una gran profundidad narrativa y filosófica. Borges consideró que las historias de Kafka eran pequeños dramas o pesadillas; García Márquez, en cambio, las veía como comedias negras. La huella de Kafka se percibe en la narrativa latinoamericana (Juan Rulfo, Julio Cortázar), en la literatura absurdista y en la reflexión sobre el sujeto moderno. En el ámbito filosófico-jurídico, la expresión “kafkiano” se ha convertido en sinónimo de procedimientos laberínticos y opresión burocrática; su obra ha sido citada en debates sobre garantismo penal, derecho administrativo y acceso a la justicia.

Cine y cultura popular

La estética oscura y expresionista de El proceso y de los relatos de Kafka influyó en el cine alemán de los años 1920. Películas como El gabinete del doctor Caligari (1920) de Robert Wiene, Metropolis (1927) de Fritz Lang y Nosferatu (1922) de Murnau comparten con la novela sombras alargadas, oficinas lúgubres y personajes enigmáticos. Alfred Hitchcock, gran lector de Kafka, incorporó temas kafkianos —la sospecha y la culpa constante del protagonista, la presencia de mujeres enigmáticas— en películas como Rebeca (1940), Sospecha (1941) y Vértigo (1958). Orson Welles adaptó El proceso al cine en 1962 con Anthony Perkins; la película mantiene la angustia y los diálogos interminables de la novela y fue considerada por el propio Welles como una de sus mejores obras. La atmósfera kafkiana también se percibe en El tercer hombre (1949) de Carol Reed y en cineastas posteriores como Lars von Trier, cuyas películas presentan personajes solitarios que luchan contra sociedades crueles, uno de los leitmotivs de Kafka.

La influencia se extiende a la cultura contemporánea. La estética gótica y el expresionismo inspiraron cómics y filmes como Batman de Tim Burton (1989) y Joker (2019), en los que aparecen sombras alargadas y personajes atormentados. La palabra “kafkiano” ha ingresado en el lenguaje común para describir situaciones absurdas y laberínticas en ámbitos como la administración pública o la vida cotidiana.

Tabla comparativa de interpretaciones críticas

Enfoque interpretativoCaracterísticas principalesRepresentantes/Fuentes
ExistencialistaVe la novela como una expresión de la angustia humana ante la absurdidad y la imposibilidad de hallar sentido. La culpa es condición ontológica; el tribunal simboliza el destino ineludible.Albert Camus y Jean‑Paul Sartre (lecturas posteriores); recepción existencialista tras la Segunda Guerra Mundial
TeológicaInterpreta el tribunal como imagen de la justicia divina; enfatiza la culpa original y el pecado. El relato “Ante la ley” se lee como parábola del acceso a la verdad trascendente y del fracaso humano.Lectores religiosos y filósofos de la religión; críticos judíos; algunos comparan la obra con la Biblia.
Política/Crítica socialDestaca la crítica de Kafka al poder burocrático y a la racionalidad instrumental. El derecho se presenta como máquina deshumanizada que destruye la libertad y reduce al individuo a objeto.Theodor Adorno, Walter Benjamin y Max Horkheimer; sociología weberiana de la burocracia.
JurídicaSeñala la denuncia de la arbitrariedad legal y la aspiración a un derecho justo. El proceso kafkiano se compara con la detención preventiva y la violación de la presunción de inocencia.Juristas como Antonio Enrique Pérez Luño; artículos en Doxa y Pensamiento Penal.
Formalista/LiteralAdvierte contra la sobreinterpretación y propone leer la obra como una serie de parábolas autónomas. Enfatiza la ironía, la ambigüedad y la independencia de las imágenes.Theodor Adorno; Susan Sontag; críticos que defienden una lectura textual.

Conclusiones

El proceso es una obra fundamental de la literatura moderna que combina experiencias personales de Franz Kafka con una visión crítica de la sociedad burocrática de su tiempo. La novela, escrita en plena Primera Guerra Mundial y publicada postumamente, explora la alienación del individuo frente a un poder judicial opaco y una burocracia omnipresente. Su estructura fragmentaria y su tono onírico refuerzan la sensación de absurdo y culpa. La obra ha generado interpretaciones existencialistas, teológicas, políticas y jurídicas, y ha sido objeto de debates sobre la sobreinterpretación y la fidelidad a las imágenes literarias. Más allá de estas lecturas, El proceso sigue siendo una reflexión inquietante sobre la fragilidad humana ante sistemas impersonales y un recordatorio de la importancia de la justicia, la libertad y la responsabilidad individual.

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