
José Ramón Colón Carvajal
En la comarca de Liébana se encuentra el municipio cántabro de Potes. Entorno privilegiado, rodeado de valles, es punto de confluencia del río Quiviesa con el Deva, procedente de los Picos de Europa.
Frente a la fachada de la iglesia de San Vicente, se ubica un pequeño espacio ajardinado, donde podemos contemplar un conjunto escultórico dedicado a Jesús de Monasterio y Agüeros. En la base, una cita de Benito María de los Dolores Pérez Galdós: «El más grande y legítimo orgullo de Potes es haber sido cuna del insigne Jesús de Monasterio» («Cuarenta leguas por Cantabria“).
En primer lugar, analicemos dicho conjunto escultórico, siguiendo la aportación realizada por el periódico «La voz de Liébana», el cual publicó los avances de la Junta encargada de la obra.
El conjunto posee tres cuerpos principales:
– Basa, con forma octogonal.
– Columna, la cual presenta en la parte inferior, una faja de bronce con la inscripción «A Jesús de Monasterio sus admiradores», «21 Marzo 1836», «28 Septiembre 1903». Al referirse la inscripción a sus admiradores, nos está recordando que la obra fue financiada por suscripción popular, recaudándose 12.024,40 pesetas, debiendo afrontar un gasto total de 12.784,40 pesetas, siendo 760 pesetas la diferencia y «cuya cantidad suple la familia del insigne Maestro». Respecto a las dos fechas indicadas, se corresponden con el nacimiento y muerte del músico lebaniego. En la parte superior de la columna, encontramos una segunda faja de bronce, con motivos ornamentales.
– Busto, el cual es «vez y media el tamaño natural, y de notable parecido». Bajo dicho busto, asoma un violín con su arco, instrumento en el que destacó Monasterio. También se pueden observar dos medallas que le fueron concedidas: encomienda de la Real Orden de Isabel la Católica (aparece en el lado derecho y pende de una cinta) y la medalla de la Real Academia (cuelga del cuello del artista).
Adosada a la columna y apoyándose en su basa, se erige una figura femenina, símbolo de la Inmortalidad. Su mano derecha «señala a las generaciones futuras el glorioso nombre de Monasterio», mientras se apoya en la columna con la mano izquierda, portando en ella una rama de laurel y otra de siempreviva, símbolos de victoria y resistencia.
Es de destacar que la obra se modificó ligeramente de su ubicación inicial, suprimiéndose la verja perimetral que protegía el conjunto. La última actuación, supuso el añadido de una urna de cristal (en la que se introdujeron discos, cedés, libros y partituras compuestas por el artista), además de la citada inscripción con el texto de Galdós.
Para terminar el comentario de la obra, es trabajo del escultor Pedro Estany Capella, autor de obras destacadas como el monumento funerario de Ríos Rosas (Panteón de España, anteriormente Panteón de hombres ilustres, Madrid), monumento a Chueca (Rosalera del Retiro, Madrid) o los trabajos decorativos del edificio de la compañía de seguros La Unión y El Fénix Español, en Madrid.
Respecto a la importancia de la figura de Jesús de Monasterio y Agüeros, hemos de indicar que desde temprana edad demostró una predisposición por la música, iniciando su aprendizaje de la mano de su padre, Jacinto Monasterio, quien le encaminó hacia la práctica del violín. Su virtuosismo, junto a su corta edad, propició que actuara en presencia de Baldomero Espartero (regente del Reino por la minoría de edad de Isabel II) y posteriormente de la propia reina, en ese momento, una niña algo mayor que el artista. Su formación, a partir del encuentro real, se apoyó en una pensión concedida por la reina a través del regente, pudiendo ampliar estudios en Madrid.
Un momento clave en su formación se produjo a la muerte de su padre, convitiéndose en su tutor, un amigo de la familia, Basilio Montoya, permitiéndole viajar a París y Bruselas para ampliar estudios. En esta última ciudad, recibiría clases de Charles Bériot. A partir de ese momento, se iniciaría un periodo de premios y reconocimientos, tanto nacionales como internacionales, ocupando destacados puestos y recibiendo diversos galardones: violinista honorario de la Real Capilla, profesor del Conservatorio (del que llegaría a ser nombrado director), miembro honorario de la Academia Pontificia de Santa Cecilia de Roma, caballero de la Real Orden de Carlos III, encomienda de la Real Orden de Isabel la Católica, medalla de la Real Academia, director de la Sociedad de Conciertos, miembro de la Sección de Música de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, entre otros.
Una de las aportaciones más destacadas de Monasterio fue la creación en 1863, junto con el pianista Juan María Guelbenzu, de la Sociedad de Cuartetos de Madrid. Su finalidad era la difusión en España del importante repertorio musical del clasicismo y romanticismo europeo, con autores tan destacados como Mendelssohn, Brahms, Dvořák, Svendsen, Wagner y en especial, Beethoven. Recordemos que fue en 1882 cuando, interpretada por la Sociedad de Conciertos, se escuchó por primera vez la Novena sinfonía de Beethoven.
Siguiendo la aportación de José Manuel Gil de Gálvez, Jesús de Monasterio, violinista y compositor, se distingue por haber sido un innovador en su época. Así, destacó por llevar al ámbito académico, composiciones basadas en melodías populares. Integrante del germen del movimiento denominado alhambrismo, corriente dentro del movimiento cultural neohistoricista y propio del romanticismo, toman la Alhambra como símbolo de la cultura musulmana idealizada.
Otra faceta destacada y a la vez poco conocida, es ser una de las primeras contribuciones en España a la reforma de la música religiosa, enmarcada en la promulgación del documento «Tres le sollecitudini» del papa Pío X.
Para José Manuel Gil de Gálvez, otro hecho olvidado en torno a la obra de Monasterio, es su faceta de compositor «puramente instrumental, un rara avis en la España de mediados del XIX que andaba muy centrada en otra tipología de composiciones» y por ello, estando en sintonía con el lenguaje musical europeo del momento.
Una vez abordada la importancia del personaje, nos centraremos en algunas de las consideraciones de Galdós sobre la obra de Monasterio.
El 11 de marzo de 1866, el autor canario escribe en el periódico La Nación el artículo «Concierto en el Conservatorio. – Settimino de Beethoven». En él, trata la novedad de la composición musical de Beethoven, acostumbrados a las «cadencias italianas». De su interpretación señala: «Allí vemos siete artistas, mas aun, siete inteligencias que desenvuelven serenamente no sabemos que idea … En su majestuosa expresion elaboran, juntan aquel hermosísimo tisú de sonidos, que no sabemos si es una sinfonía ó un discurso. Si no temiéramos incurrir en la nota de extravagantes, diríamos que al ver á los artistas Monasterio … ejecutando dicha pieza, nos parece ver á Lutero, Melaton y comparsa comentando la Biblia». (1)
El 6 de abril de 1866, Galdós escribe nuevamente en La Nación el artículo «Los Cuartetos del Conservatorio. Breves consideraciones sobre la música clásica por D. José de Castro y Serrano». En él, encontramos la siguiente referencia al violinista: «Pero era necesario, ya que se aboga por la música clásica, decir algo del mejor intérprete que tiene en España, del inspirado violinista Monasterio, aplaudido en los principales teatros de Europa, y admirado y querido por todos los artistas que han compartido sus triunfos o recibido sus lecciones. La figura del violinista español es tanto mas interesante cuanto mas se considera su desinterés y su constante empeño de cultivar el arte por el arte, y no como una profesion lucrativa. El Sr. Castro nos habla poco del Monasterio músico, porque inútil seria atendida la voga y popularidad que goza en Madrid: nos habla de su vida, de su sencillez, de sus primeros pasos en la carrera, en fin, del Monasterio hombre, persona que la mayoría del publico no conoce mas que de oidas, es decir, de audiciones verdaderamente divinas, que son los mejores títulos del artista. Pocas personas gozan como Monasterio el privilegio de hacerse amar simplemente de oidas.»
Otra de las menciones se produce en los Episodios nacionales, concretamente en la novela Prim, donde el escritor palmense escribe: «iba Rodrigo Ansúrez a casa de su protector; admiraban sus adelantos Guelbenzu, Monasterio y no pocas damas que en el arte veían el más noble de los lujos. Se improvisaban conciertos amenísimos; tocaban Monasterio y Rodrigo con Guelbenzu admirables sonatas clásicas de violín y piano.»
Jesús de Monasterio, un violinista excepcional que influyó de manera destacada en la música española de su época, abriendo nuevos caminos y acercándonos a los influjos europeos del momento. Hemos recogido dos reconocimientos: el popular, materializado en el conjunto escultórico de Potes, y el personal, de la pluma de Galdós: «El más grande y legítimo orgullo de Potes es haber sido cuna del insigne Jesús de Monasterio».
(1) Los textos entrecomillados, pertenecientes a Benito Pérez Galdós, se citan con la ortografía propia del último cuarto del siglo XIX.