Galdós en el mitin del Jai-Alai del primero de mayo de 1910

Eduardo Montagut

Entre los actos en los que participó Benito Pérez Galdós en la primera campaña electoral de la Conjunción Republicano-Socialista destacó el celebrado el primero de mayo en Madrid. Nos interesa porque planteó el programa general de esta alianza.

El mitin tuvo lugar en el Jai-Alai para presentar la candidatura por Madrid de la Conjunción, que se había aprobado el 8 de abril con la siguiente composición de fuerzas: Unión Republicana tendría dos candidatos, el PSOE aportaría uno y el Partido Federal otro, al igual que el Partido Progresista y los radicales que estaba en la Conjunción. En total serían seis candidatos: Benito Pérez Galdós, José Esquerdo, Francisco Pi y Arsuaga, Rodrigo Soriano, Rafael Salillas y Pablo Iglesias.

El mitin en el frontón comenzó con un discurso de Galdós que leyó Pablo Nougués, a la sazón su secretario, que se destacó por una clara elevación del tono del mismo, dada la proximidad del día de las elecciones.

El escritor insistió en que el enemigo era más temible por su astucia que por su verdadera fuerza, es decir, los partidos dinásticos se encontraban en clara decadencia, pero eran dueños de los resortes del poder. Esa astucia se basaba en el falseamiento electoral, el pilar básico del edificio político de la Restauración. Pero también hizo un llamamiento a la unidad entre los republicanos, tuvieran el origen que tuvieran. Todo un canto a la unidad de Galdós, una unidad que haría a la Conjunción invencible en la lucha, calificada de vida o muerte. Las elecciones estaban concebidas como un duelo implacable con el régimen vigente. No cabía avenencia posible. Y no había que tener miedo al enemigo. Parecía un castillo imponente, pero, en realidad era un conjunto de “ruinas apuntaladas”.

Galdós planteaba una especie de contrato electoral con los votantes. Se pedía el voto en la campaña electoral, pero en la “campaña parlamentaria” los votantes debían exigir a los diputados la defensa de sus derechos e intereses.

El escritor canario consideraba que en pocos países se legislaba tanto como en España, pero parecía que todo estaba por hacer. La Conjunción quería llevar la simplicidad al parlamento, arrinconar el fárrago legislativo frente a lo práctico para asegurar la libertad y el pan para todos.

Pero Galdós no sólo había redactado un discurso político de grandes vuelos, y propio de un genio de la literatura. Galdós conocía los problemas del país, algo que suena redundante al referirnos al autor de los Episodios Nacionales. Así pues, en este texto habló de asuntos concretos, comenzando con el temible impuesto indirecto de los Consumos, una carga fiscal que recaía sobre productos de primera necesidad, y que, por lo tanto, era sumamente injusto al pesar como una losa sobre las clases humildes, cuya abolición siempre apareció en los motines del siglo XIX y comienzos del XX, y en las reivindicaciones del movimiento obrero. Galdós quería emprender toda una cruzada contra ese tributo.

El segundo punto trataba de la guerra de Marruecos, una verdadera sangría, y que había tenido mucho que ver con el estallido de la Semana Trágica. Pero, no sólo se quería poner coto a las aventuras belicosas, también a la injusticia, uno de los caballos de batalla del socialismo, de la exención del servicio militar para quien podía permitírselo económicamente, hasta que llegara un día que, amantes todos de la paz, solamente fuera necesario contar con un pequeño ejército voluntario.

El tercer punto tenía que ver con la Iglesia, con la necesidad de que se reconociese la libertad confesional en España, en la línea de los países más civilizados. Galdós habló de la supremacía del poder civil sobre el religioso, dependiente de un poder extraterritorial. Galdós, con la magia de sus palabras, hablando de fronteras infranqueables entre lo sagrado de las creencias y lo profano de lo público, defendió la separación entre la Iglesia y el Estado en la educación, en los hospitales e instituciones de asistencia social, sin olvidar la secularización de los actos que tenían que ver con el principio, el final de la vida, y con el matrimonio.

Y por fin, en el último punto, la Conjunción lucharía por el establecimiento de la República, lo que, en su opinión, España pedía y quería.

Sobre la Conjunción:

Robles Egea, Antonio, “Formación de la Conjunción Republicano-Socialista de 1909”, Revista de Estudios Políticos, nº 29, (1982), págs. 145-162; y del mismo autor “La Conjunción Republicano-Socialista: una síntesis de liberalismo y socialismo”, Ayer, nº 54 (2004), págs. 97-127. El autor de este artículo tiene varios trabajos en El Obrero relacionados con la Conjunción Republicano-Socialista. Por otro lado, hemos participado en el libro colectivo Reivindicando a Galdós en San Lorenzo de El Escorial con un trabajo sobre Galdós y la Conjunción Republicano-Socialista: la perspectiva socialista, Madrid, 2019.

Como fuente histórica hemos empleado el número 1260 de El Socialista.

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