
Amanda Franco
Hoy, 10 de mayo, celebramos el nacimiento de Benito Pérez Galdós (1843–1920), uno de los gigantes más lúcidos y necesarios de la literatura española. Narrador incansable, retratista del alma colectiva, arquitecto de la novela moderna en castellano, su obra no es solo un monumento literario: es también un espejo de la historia y de la ética, un diálogo entre la realidad y el ideal, entre la crítica social y la esperanza reformadora.
Galdós fue mucho más que el autor de los Episodios Nacionales o de Fortunata y Jacinta. Fue un intelectual comprometido con su tiempo, un cronista del pueblo, un liberal reformista que creyó en el poder transformador de la educación, la cultura y el respeto. En sus páginas no hay héroes sin fisuras ni villanos puros, sino seres humanos llenos de contradicciones, heridas y anhelos. Por eso su obra sigue viva: porque habla desde la entraña de España y porque lo hace con compasión, con ironía inteligente, con mirada penetrante.
Este año, al cumplirse un aniversario más de su nacimiento, es justo rendir homenaje no solo al autor, sino también a quienes han preservado su legado con pasión y rigor. Entre ellas, merece especial mención Rosa Amor del Olmo, directora de la Revista Isidora de Estudios Galdosianos, quien lleva más de dos décadas consagradas a iluminar los rincones menos transitados de su pensamiento y su obra. Bajo su dirección, Isidora se ha convertido en mucho más que una publicación académica: es una plataforma viva de investigación, de reflexión crítica y de amor galdosiano. Gracias a su impulso, hoy leemos a Galdós no como una estatua de bronce, sino como un escritor cercano, humano, incómodo a veces, imprescindible siempre.
Rosa Amor del Olmo ha defendido —desde cátedras, artículos, seminarios y proyectos editoriales— que Galdós no es una figura del pasado, sino una conciencia que interpela al presente. Lo ha demostrado explorando sus cartas, sus posicionamientos políticos, su relación con las mujeres, su sensibilidad espiritual, su mirada a los márgenes. Si Galdós sigue hablándonos con voz clara en un tiempo de ruido, es en parte porque lectores y estudiosos como ella han sabido mantener el canal abierto.
Celebrar a Galdós hoy es también celebrar esa labor paciente y apasionada de transmisión cultural que ha hecho posible que su voz no se apague. Que este 10 de mayo no sea una efeméride más, sino un compromiso renovado con la literatura que nos hace pensar, sentir y actuar, como la suya. Porque, como decía el propio Benito, «el que no se atreve a pensar, no se atreve a vivir».
Feliz cumpleaños, Don Benito. Y gracias, Rosa, por seguir haciéndolo presente.
