
Emilio de la Rosa (France Culture)
A propósito de Conversaciones con el perdón y la culpa
E: Rosa, ¿qué te impulsó a escribir Conversaciones con el perdón y la culpa?
R: Nació de una necesidad muy humana que veía repetirse en consulta y en mi entorno: nos cuesta convivir con lo que hicimos, lo que nos hicieron y lo que no sucedió. El libro surge como un puente: no para dictar sentencias morales, sino para abrir diálogos internos que muchas veces evitamos por miedo o vergüenza.
E: El título habla de “conversaciones”. ¿Con quién conversas exactamente?
R: Con dos fuerzas que nos habitan: el perdón y la culpa. Las personifico para poder escucharlas sin dramatismo y sin juicio. A veces la culpa protege; otras, castiga. El perdón, en cambio, no borra—acomoda. Cuando las pongo a hablar, aparece una tercera voz: la de la responsabilidad madura. Es un diálogo a tres voces: una psicóloga, una teóloga y una filósofa reunidos en un Claustro, una sesión clínica.

E: ¿Cuál es el malentendido más frecuente sobre el perdón?
R: Creer que perdonar es decir “no pasó nada” “hay que pasar página” o “todo está bien”. No. Perdonar es reconocer el daño con claridad y, desde ahí, decidir qué hago con mi energía y mis límites. A veces el perdón convive con un no: no retomar el vínculo, no repetir el patrón.
E: ¿Y sobre la culpa?
R: Que toda culpa es “mala”. Hay una culpa útil, que nos avisa que hemos cruzado un valor y nos invita a reparar. Y hay una culpa tóxica, que se alimenta de la perfección imposible y nos inmoviliza. El trabajo es discriminar una de otra y transformar la segunda en responsabilidad concreta.
E: ¿Cómo se trabaja el perdón cuando la otra persona no colabora?
R: Diferenciando dos planos: el jurídico-relacional (donde puede no haber reparación) y el íntimo (donde sí puedo soltar el rencor para no encadenarme a esa historia). No necesito el permiso del otro para cuidar mi salud psíquica. A veces el acto más amoroso es poner distancia y soltar la fantasía de un final perfecto.
E: ¿Qué papel juegan los límites en tu enfoque?
R: Central. El perdón sin límites es autoabandono. Los límites no son castigos; son bordes que protegen lo que ya aprendimos. Cuando pongo límites, no “le hago” algo a alguien: me hago algo a mí—me cuido.
E: Hablas de conversaciones internas. ¿Cómo suena una conversación transformadora?
R: Suena así: “Sí, dolió. Sí, participé. No, no voy a quedarme aquí.” Es una voz que integra tres verbos: reconocer (hecho y efecto), reparar (lo que dependa de mí) y reorganizar (mi presente para no repetir). La transformación llega cuando sostengo esos tres a la vez.
E: ¿Qué le dirías a quien siente que “no puede” perdonar?
R: Que el “no puedo” de hoy no define su mañana. Tal vez ahora no hay recursos, o sería peligroso, o falta comprender algo. El tiempo no cura por sí solo; cura lo que hacemos con él. A veces, el primer paso no es perdonar: es dormirse en paz una noche sin repasar la herida. La fe también está ahí, claro, las creencias son importantes, la tradición judeocristiana todavía la arrastramos.
E: ¿Cómo abordas la culpa heredada o intergeneracional?
R: Con mucha delicadeza. Esa culpa suele venir de lealtades invisibles: “en mi familia, para pertenecer hay que sufrir”. Propongo rituales simples de reconocimiento y devolución simbólica: “Esto no es mío, lo honro y lo dejo ir”. No es magia, es higiene emocional.
E: ¿Hay reconciliación sin perdón? ¿Y perdón sin reconciliación?
R: Sí a ambas. Puedes reconstruir un vínculo alrededor de nuevas reglas sin “cerrarlo” internamente del todo; y puedes perdonar en tu foro íntimo sin volver a vincularte. Lo importante es que la decisión sea consciente, informada y amorosa contigo.
E: Si alguien abre tu libro hoy, ¿qué esperas que ocurra?
R: Que se sienta acompañado. Que encuentre palabras para lo que aún no sabe nombrar y herramientas pequeñitas pero consistentes. Y que, al terminar, pueda decir: “No soy mi herida ni mi error; soy quien decide qué hacer con ellos”. Hay un repaso o recuerdo de lo que dicen a este respecto las religiones principales con las que convivimos que al final son las que dictan los comportamientos sociales.
E: Para cerrar, ¿una frase que resuma tu propuesta?
R: “El perdón es un movimiento; la culpa, una señal. La libertad nace cuando aprendo a caminar con ambas.”

Nos veremos y conversaremos como es lógico el 11 de momento en la Librería Agapea de Santa Cruz de Tenerife. Y estará como todos mis libros en Casa del LIbro, La Vanguardia, El corte Ingles, Todostuslibros.com, San Pablo, Amazon…
Lo que me gustó más: Superar y dejar atrás el eterno sentimiento de culpa judeocristiano.