
A los 75 años de su publicación, sigue siendo un mensaje rebelde y comprometido con los más vulnerables
Antonio Chazarra
“En las bibliotecas hablan las almas de los muertos”
Plinio, El Joven
A nuestro alrededor se han desmoronado demasiados valores y principios de solidaridad, justicia e igualdad. El panorama es tan oscuro, está tan lleno de incertidumbres… que vivimos a la defensiva. Nos indignamos, sí, pero no hacemos mucho más.
Un odio fanático se extiende como una mancha de aceite. El sectarismo es muy contagioso y va ganando cada vez más adeptos. Un clima enrarecido de necedad, inmadurez emocional y ausencia de pensamiento crítico, nos envuelve y deja tras sí un olor pestilente.
He vuelto a releer recientemente, diversos fragmentos del “Canto General”. ¿Por qué? Quizás porque no hay demasiados asideros a los que agarrarse. Me ha proporcionado dosis de rebeldía, humanismo, compromiso con los más vulnerables y ánimos para proseguir la lucha contra la injusticia y el abuso de poder. No es poco, desde luego.
Neftalí Reyes, ha expresado en diversas ocasiones, que es su obra preferida, por la que siente más apego. Vio la luz en 1950 en México. Es más, mucho más que un canto épico, de lo que ha sido, es y será América.
Los versos de Pablo Neruda son combativos. Esta auténtica epopeya, para mí, pertenece al género épico. Combina y mezcla en una amalgama equilibrada y potente, la crónica histórica y la crítica social sin dejar a un lado la descripción paisajística. Es toda una innovación. En cierto modo, está reinventando o dándole un nuevo giro y horizonte al género.
Dialoga, de forma fecunda, con la cultura precolombina. Critica la actuación de los conquistadores y se extiende en comentarios apasionados y luminosos sobre los libertadores. Es una poesía comprometida con un ideal social de emancipación y que reivindica el humanismo y la dignidad de América del Sur.
Con una profunda hondura poética muestra la dimensión de las heridas y cicatrices. Las reivindicaciones y luchas de los indígenas y de los libertadores flotan por encima del tiempo. Es como si se tratara de un perpetuo recomenzar.
Sus versos transmiten los aullidos del viento. Son un reflejo del tiempo que comienza, parece que se acaba mas regresa con nuevos bríos. Están llenos de una rebeldía que se niega a aceptar el fracaso del esfuerzo. Todo lo contrario. La historia oficial tiene su revés y es más que las ruinas que el tiempo ha ido dejando a su paso.
Se perciben cicatrices de sal en la frente de un fuego que no se ha apagado y que permanece y permanecerá encendido. Para quienes no quieran entender sus jeroglíficos, su escritura parece indescifrable más, desde luego, no lo es.

No es extraño que en “Confieso que he vivido” afirme con claridad y rotundidad, que es su libro más importante. Es, sin duda, una de las obras cumbre de la poesía del siglo XX. Creo que el poema “Alturas de Macchu Picchu” es de una belleza sublime.
Para el lector o lectora interesado, es probablemente, el poema idóneo para adentrarse en ese universo nerudiano. En él canta y reivindica las ruinas arcaicas mas también, el drama humano de los esclavos que construyeron aquella ingente fortaleza.
Fue un parto lento. Lo inició en 1938 en plena Guerra Civil española. Desde su publicación estaba destinado a convertirse en un texto emblemático. En la primera edición mexicana, las ilustraciones corren a cargo, nada menos, que de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, dos grandes muralistas.
En esta vigorosa reafirmación de los símbolos heroicos y de la resistencia frente a la opresión, cabe destacar los versos dedicados a Cuauhtémoc y al líder obrero Luis Emilio Recabarren. No se olvida, tampoco, de homenajear a Walt Whitman, precursor de las luchas por los derechos civiles.
Para Neruda el hombre es la fuerza que todo lo crea y la fuente de nuestros valores. Coincidiendo en esta apreciación con Albert Camus. Para él, quien se entrega, quien abandona, no se hace respetar. Es más, considera que los prejuicios son incompatibles con el conocimiento.
Me viene a la mente un pensamiento de Milan Kundera, formulado en “El arte de la novela”: ”La estupidez moderna no quiere decir ignorancia sino pensamiento de los prejuicios” Desde su firme compromiso, Neruda considera que el apoliticismo es la otra cara del antihumanismo.
No todo el mundo comparte este planteamiento, mas creo sinceramente que Pablo Neruda, es portador de un claro humanismo compatible, desde luego, con una poesía reciamente épica. No es discutible que concibe la poesía como motor del cambio social.
Algunos críticos consideran que su fuente de inspiración es la “Araucana” de Alonso de Ercilla. Se siente solidario con los perseguidos. Los considera sus hermanos y así lo transmite. Basta leer con detenimiento, determinados poemas de “La tierra se llama Juan”. En cierto sentido el “Canto General” es un viaje desde el presente hasta el pasado. Están entrelazados. Depende uno del otro ya que son fragmentos, eslabones de una larga cadena.
Neruda confiesa abiertamente sus propósitos. Llama a América nuestro Continente y, considera que hay que realizar una triple tarea: descubrirlo, construirlo y recobrarlo. No hay que pasar por alto los crímenes que han ensangrentado los hechos más oscuros. Es más, la rica y exuberante vegetación del Continente hay que incorporarla al poema, sin olvidar los volcanes y los ríos. El poeta da voz a las víctimas de la opresión que han sido y siguen siendo su fuente de inspiración.
¿Qué se propuso? Formulémoslo con sus propias palabras, extraídas de “Confieso que he vivido”: “Agrupar las incidencias históricas, las condiciones geográficas, la vida y las luchas de nuestros pueblos”. Por si esto no bastara considera, además, que “Canto General” es su libro más ferviente y más vasto.
Pablo Neruda tiene un sentido dialéctico de la Historia, quizás por eso, las antiguas luchas y las actuales, no sólo se entrelazan sino que son parte indisociable de un todo. Es la suya una poesía combativa y militante.
Estas notas apresuradas son, sin lugar a ningún género de duda, insuficientes. Sólo pretendo -¡ojalá lo consiga!- captar la atención del lector o lectora y estimularlo a fin de que extraiga un tiempo para adentrarse en este universo variopinto, original y combativo.

Confiesa igualmente, que las luchas populares son las que lo empujan hacia una nueva poesía épica. Para él crear sentido es crear nuestro mundo y negarlo, renunciar a él. Esta idea es fundamental para pensar el futuro y tenerlo como horizonte. Hoy, cuando tan insistentemente se habla de distopías, conviene recordar los mensajes emancipadores y rebeldes que contienen los poemas de “Canto General”.
Es tal y como hemos formulado un canto épico. Recuerdo unas hermosas palabras de Eurípides que muestran como la aspiración de rebeldía ante la injusticia están presentes en el corazón, desde los tiempos más remotos: “El hombre más noble es el que se abandona siempre a las esperanzas. La desesperación es de hombres cobardes”.
Para despertar del conjunto de crisis que nos agobian, hay que romper y hacer añicos el pesimismo que han introducido en el presente, los totalitarismos y sus cómplices. Las visiones reaccionarias, pretenden convencernos de que el futuro será peor que el presente y que debemos acomodarnos a la senda que han trazado.
El conservadurismo cultural lleva a la inacción… y al abandono. El “Canto General” nos previene contra una tríada, harto peligrosa y manifiestamente desmovilizadora: inseguridad, miedo y desconfianza. La clave de su éxito la cifra esta estrategia reaccionaria en la indiferencia.
Pienso que pueden encontrarse similitudes y hasta equivalencias entre Pablo Neruda y Octavio Paz. Existe una aspiración común, llegar a ser lo que somos.
Un horizonte de vida nos desvive y reafirma. Nos inventa un rostro y lo desgasta. En “El mono gramático”, Octavio paz lo especifica así: “ir hasta el fin para saber que hay detrás del fin”. La inteligencia consiste en descifrar estos aparentes enigmas.
Muchos poemas de “Canto General” son auténticos descubrimientos que Neruda nos invita a compartir. Sentimos en nuestra boca el sabor de la sal en los labios resecos. Tal vez, no encontremos el camino, mas no hay que abandonar su búsqueda. El tiempo nos encierra entre sus muros intangibles mas hay que escapar, de ellos para transitar otros espacios históricos.
El silencio puede ser hermoso, no está demás evocarlo, mas hemos de superarlo y de encontrar la voz que nos pertenece y que han intentado arrebatarnos.
Estos comentarios van tocando a su fin. Quiero, sin embargo, compartir contigo, amigo lector, amiga lectora un fragmento de “La tierra se llama Juan”, donde se aprecia la identificación con el pueblo trabajador y el tono que Neruda imprime a todo su extenso poemario.
LA TIERRA SE LLAMA JUAN
Detrás de los libertadores estaba Juan
trabajando, pescando y combatiendo,
en su trabajo de carpintería o en su mina mojada.
Sus manos han arado la tierra y han medido
los caminos.
Sus huesos están en todas partes.
Pero vive. Regresó de la tierra. Ha nacido.
Ha nacido de nuevo como una planta eterna…
Me gustaría que el lector considere las palabras de Pablo Neruda como una manifestación de que la poesía posibilita dar voz a quienes no tienen poder. Con su sabiduría y experiencia, nos transmite que si se pierde el sentido crítico es irremediable que caiga el telón de la libertad.
Unas palabras como estas tienen su punto reivindicativo. Los liberticidas en todo tiempo han pretendido –y siguen pretendiendo- implantar un autoritarismo de servidumbre voluntaria.
El “Canto General” en buena medida, nos muestra el camino. Todavía estamos a tiempo, aun podemos evitar que nuestras sociedades evolucionen irremisiblemente, hacia nuevas formas de totalitarismo y control.
Las dictaduras tienen varias máscaras en el baúl de la infamia. Según marchen los acontecimientos, se colocan una u otra, para seducirnos y reducirnos a súbditos.
Sugiero, encarecidamente, una lectura o relectura de algunos poemas del “Canto General”. Lo digo en la seguridad de que no se sentirá defraudado quien decida emprender esta apasionante tarea.
Es más, encontrará motivos para continuar creyendo en la esperanza. Este agobiante estado de cosas no sólo debe cambiar, sino que hemos de contribuir activa y colectivamente a lograrlo.
Cada uno y cada una, ha de abandonar la comodidad y la indiferencia y prestarse a participar en una tarea transformadora, repleta de dificultades, no exenta de amarguras pero que contiene algo de tanto valor como combatir las injusticias y abrir caminos a nuestra autorrealización y a una vida colectiva que merezca la pena compartir con otros.