
Antonio García López (artista plástico, Profesor en la Universidad de Murcia y afectado por la DANA)
La Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) que azotó la Comunidad Valenciana el 29 de octubre de 2024 tuvo consecuencias devastadoras. Las inundaciones causadas por aquel temporal se cobraron 228 vidas humanas y dejaron destrucción masiva a su paso. Casi un año después, esa tragedia ha encontrado un eco en el arte: la exposición “Personajes de la DANA” busca canalizar y conmemorar el impacto humano de aquel desastre. Su autor, Antonio García López, es un artista y profesor universitario que vivió en primera persona la riada y ha transformado el dolor propio y colectivo en un potente testimonio visual. La muestra, que se presenta en la sala Inocencio Medina Vera del Museo de Archena (Murcia) hasta el 5 de septiembre de 2025, nace con un doble propósito: homenajear a las víctimas de la catástrofe y reconocer a los miles de voluntarios que acudieron solidariamente al auxilio de los damnificados.

Tras la inundación: del dolor a la creación
García López, valenciano afincado en Murcia, sufrió directamente los estragos de la DANA: su vivienda y la de sus padres quedaron arrasadas por el agua y el barro, perdiendo a varios vecinos y seres queridos en el proceso. “Esta muestra nace de una necesidad personal de expresar el dolor vivido. No solo soy artista y docente, también fui víctima directa de la DANA”, ha confesado el autor. Sus creaciones han surgido así como parte de su propio duelo, con la convicción de mantener viva la memoria de lo ocurrido para que no caiga en el olvido ni se repita. A través del arte, García López transforma la devastación en un relato visual que invita a la empatía y a la reflexión. La exposición se plantea como un recorrido emocional, casi un viacrucis contemporáneo, que va desde la incertidumbre y el horror inicial hasta la solidaridad y la esperanza encarnadas en aquellos “héroes anónimos” que ayudaron en lo peor de la emergencia. Muchas de las obras reflejan aspectos que rara vez aparecen en los medios de comunicación tradicionales: el olor pestilente del fango, el silencio desolador de los escombros, la sensación de abandono en los primeros días. Frente a la frialdad de las cifras y la fugacidad de la noticia, “Personajes de la DANA” busca poner nombre, rostro y emoción a la tragedia, activando la memoria colectiva desde la verdad de una experiencia vivida en carne propia.
La ética del residuo: barro y memoria material

Una de las características más impactantes del proyecto es su materia prima artística. Lejos de lienzos en blanco o materiales convencionales, García López recurre al barro y a los desechos recogidos “in situ” en las zonas cero de la inundación como base de sus collages e instalaciones. Fragmentos de madera, fotografías familiares manchadas, prendas de vestir cubiertas de lodo, muebles rotos, cuerdas, hierros retorcidos… estos objetos rescatados del fango se integran en las piezas, dotándolas de una autenticidad cruda. La incorporación física de los restos de la riada “otorga una verosimilitud a las imágenes que va más allá de su propia naturaleza”, permitiendo “adentrarse en el desastre desde dentro”. En palabras del comisario de la muestra, José David Brando Luna, “la materialidad del desastre se vuelve aquí protagonista, revirtiendo cualquier tentación de sublimación estética”.
Este acercamiento plástico se inscribe en una corriente contemporánea que utiliza el fragmento y el residuo para reflexionar sobre la catástrofe y la memoria histórica. El profesor José Mayor Iborra define esta filosofía como una “ética del residuo”, en la que no se intenta representar el desastre con nuevas retóricas visuales o imágenes grandilocuentes, sino a través de la huella literal, hecha de restos materiales, que aquel desastre dejó tras de sí. Dicho de otro modo: en Personajes de la DANA no se crean reproducciones limpias ni metáforas abstractas del acontecimiento, se exhiben partes reales de él. Esta apuesta por lo fragmentario y lo tangible conecta con la idea de la artista colombiana Doris Salcedo de que lo “destruido” puede tener una presencia más poderosa que lo intacto, porque nos confronta directamente con la verdad del suceso. Así, lo que vemos en sala no es solo arte objetual, sino también evidencia y testimonio: barro real, escombros reales, que confieren a cada obra un peso emocional y documental innegable.
Personajes que ponen rostro a la tragedia

La exposición está estructurada como un glosario de “personajes”, donde cada collage o instalación representa un rol o vivencia en medio del desastre. Los títulos de las obras son elocuentes y aportan un relato coral de la catástrofe, humanizando a las víctimas más allá de los números. Entre esas piezas cabe destacar:
- El desaparecido, Los arrollados, Los atrapados, Los que no se salvaron o La mamá: Collages que aluden a vidas truncadas repentinamente por la riada. Estas obras recogen la iconografía del drama de quienes fueron sorprendidos por las aguas: personas arrastradas, atrapadas o desaparecidas cuyo destino quedó sellado por la furia de la corriente.
- La pérdida, Los prescindibles, La maleta de la abuela y El tendedero: Instalaciones que remiten a la devastación en el ámbito íntimo y familiar. Aluden a esos espacios domésticos dañados e inaccesibles tras la inundación, donde los recuerdos de toda una vida desaparecieron de golpe. Fotografías manchadas, enseres cotidianos y objetos queridos (como la vieja maleta de una abuela) quedan sepultados en barro, simbolizando cómo muchas pertenencias –y las historias ligadas a ellas– se esfumaron junto a sus dueños, especialmente entre las personas mayores que no pudieron salvarse. En el caso de El tendedero, por ejemplo, una sencilla cuerda de colgar ropa se convierte en metáfora de unos padres ancianos que ya no volverán a tender las sábanas en el patio de su casa, subrayando la ausencia irreparable de quienes se fueron.
- Los voluntarios y Queridos parásitos: Obras que introducen una lectura social y política de la tragedia. Aquí la narrativa visual contrapone la solidaridad ciudadana frente a la inacción institucional. La presencia de guantes de trabajo, cuerdas, botas embarradas u otros elementos de las tareas de rescate en estas piezas funciona como alegoría del esfuerzo civil y altruista que miles de personas anónimas realizaron para salvar vidas, en contraste con la respuesta insuficiente de algunas autoridades. No en vano la muestra evoca la célebre consigna “Solo el pueblo salva al pueblo”, articulando una crítica velada a la falta de medios y previsión oficial ante catástrofes de tal magnitud.
Entre las instalaciones más sobrecogedoras destaca El Cristo de la DANA, inspirada en un episodio real ocurrido durante la inundación.
“El Cristo de la DANA”, instalación de Antonio García López que incorpora una escalera y un crucifijo marcados por el lodo, testimonia de forma sobrecogedora el nivel que alcanzó el agua durante la riada. La historia que subyace a esta obra es estremecedora: 55 personas lograron salvar la vida al refugiarse en lo alto de una pequeña iglesia (en el coro al que se accede por esa escalera), mientras la corriente inundaba el templo y cubría de barro la figura de Cristo casi hasta su cuello. La poderosa imagen del crucifijo embarrado, transfigurado por el fango, queda como un imborrable testimonio humano y artístico de aquella tragedia apocalíptica.

Un homenaje que interpela la memoria colectiva
Más que una simple exhibición de arte, Personajes de la DANA se presenta como un homenaje crítico y un ejercicio de memoria activa. Según el comisario José David Brando, la propuesta de García López es un “ejercicio riguroso de ética visual, alejado de la ‘espectacularización’ del desastre”, que no busca un consuelo fácil ni una estetización del dolor, sino dejar constancia de lo que permanece tras la catástrofe: los restos, las ausencias y los nombres anónimos. A pesar de que la inundación de 2024 ha ido desapareciendo del foco mediático con el paso del tiempo, el barro sigue allí en las zonas arrasadas, y las víctimas continúan necesitando visibilidad y apoyo para reconstruir sus vidas, tanto en lo material como en lo emocional. En este sentido, el arte de García López pretende mantener abiertas las heridas del recuerdo lo suficiente para aprender de ellas. Como afirmó alguna vez Doris Salcedo, “el arte no sana. El arte mantiene abiertas las heridas para que no olvidemos por qué ocurrieron”. Esa parece ser también la misión última de Personajes de la DANA: humanizar la tragedia, impedir que el tiempo sepulte las lecciones de lo ocurrido y fomentar una conciencia colectiva que exija tomar medidas para que desastres así no vuelvan a repetirse.
En definitiva, nos encontramos ante un proyecto artístico profundamente comprometido, nacido del dolor pero orientado a la esperanza. Además de rendir tributo a quienes perdieron la vida y a quienes las salvaron, la muestra nos interpela como sociedad sobre cómo recordamos (o ignoramos) nuestras catástrofes. Las principales asociaciones de afectados han respaldado esta iniciativa y coinciden en la necesidad de llevar la exposición a otros lugares, para seguir dando voz y dignidad a unas víctimas que merecen ser recordadas. Personajes de la DANA nos recuerda, con barro, escombros y arte, que la memoria de lo vivido es también un acto de justicia y de prevención.
Fuentes: Antonio García López – Personajes de la DANA, Nota de prensa y textos de la exposición; MasdeArte; Murcia Plaza; Cadena SER; El Matí Digital; La Vanguardia.
https://www.arteinformado.com/agenda/f/personajes-de-la-dana-238234