La explotación de los intelectuales según Pablo Iglesias

Eduardo Montagut

El viejo líder socialista publicó en enero de 1924 un trabajo en su línea sobre la difusión de la idea de conciencia de clase en relación con la explotación que padecían los intelectuales, los “obreros intelectuales”, según el título del artículo. Este trabajo trata de esta cuestión, una de las más interesantes, a nuestro entender, sobre el concepto de proletariado en el marxismo. Pero, sobre todo, esta cuestión debe vincularse con la polémica que hubo en los primeros decenios de la historia del PSOE sobre los intelectuales, sobre si tenían cabida en el mismo, hasta que con la llegada de un nutrido grupo de los mismos ya en el siglo XX terminó por zanjarse. Las afirmaciones que aquí reseñamos confirmarían el fin de ese debate. Los intelectuales solamente tenían cabida en el socialismo porque sufrían la misma explotación que los trabajadores manuales. Esa es la tesis del pensamiento de Iglesias en este trabajo.

Así es, de forma categórica Iglesias comenzaba afirmando que la burguesía explotaba a los obreros intelectuales como hacía con los manuales. La causa de que aquellos recibieran más remuneración que éstos no se debía a su capacidad sino a que en muchas ocasiones se convertían en cómplices en la explotación.

Pero los trabajadores intelectuales también estaban sujetos a las consecuencias de la ley de la oferta y demanda del mundo laboral. Cuando abundaba la mano de obra sus salarios bajaban, mientras que mejoraba cuando escaseaba. En este sentido, Pablo Iglesias ponía como ejemplo la cuestión de la entrada de la mujer en las oficinas y los comercios, porque, en su opinión no había obedecido a proporcionarle medios de vida, sino a abaratar el salario, como había ocurrido antes con la mujer y los niños en las fábricas y talleres.

La burguesía no era más generosa con los individuos que ocupaban puestos preeminentes. La mayoría de estos intelectuales no vivían desahogadamente ni contaban con medios para terminar trabajos que serían muy provechosos para los demás.

Bien cierto era que había intelectuales que con su trabajo se habían enriquecido, y hasta había habido que, entrando en el mundo de los negocios y la especulación, habían alcanzado una buena posición económica, pero eran una minoría frente a una mayoría que vivía en la estrechez. Y en ese sentido, citaba a Pi i Margall, Jaime Vera, Pérez Galdós, Giner de los Ríos o Eduardo Benot (en este caso concreto contamos con un estudio que hicimos sobre el homenaje que los socialistas le rindieron en las propias páginas de El Socialista donde se incidía en esta misma cuestión, y que publicamos en El Obrero). Todos habrían muerto pobres.

La burguesía menospreciaba a los intelectuales. Aprovechaba su trabajo, sus descubrimientos para obtener beneficios, pero no los recompensaba. Pablo Iglesias se explayaba en cómo se especulaba, se gastaban y malgastaban esos beneficios: gente que no sabían comprender lo que valía el arte y la ciencia.

Pablo Iglesias quería demostrar lo que afirmaba con tanta rotundidad con el ejemplo de Madame Curie a través de su propio testimonio, a propósito de la traducción de un libro que acaba de salir. Marie Curie se preguntaba qué compensación recibía de la sociedad el sabio, si tenía, realmente, asegurada la vida. Ponía de ejemplo a su esposo y el de tantos otros que habían consumido su juventud y fuerzas para conseguir unos medios para poder subsistir. La sociedad no comprendía el valor la ciencia. Ni los poderes públicos ni el ámbito privado concedían a la ciencia y a los investigadores el apoyo indispensable para realizar un trabajo eficaz.

Pablo Iglesias también citaba el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, donde se decía que la burguesía:

“ha hecho del médico, del jurisconsulto, del sacerdote, el poeta, del filósofo, sus servidores asalariados”.

Por eso, era normal que los intelectuales sintiesen inclinación por el socialismo. Era lógico que, como los trabajadores manuales, intentaran librarse de esta explotación. Lo raro sería lo contrario, una forma, a nuestro entender, de intentar concienciar a esos intelectuales que colaboraban con la burguesía que los explotaba, como explicó al principio.

Pablo Iglesias vaticinaba que con el triunfo del socialismo la ciencia y el arte brillarían frente a lo que ocurría en el presente.

En conclusión, el lugar de los intelectuales no estaba en el bando burgués, sino al lado de sus “hermanos, los obreros manuales”, es decir, en las filas el socialismo.

Hemos consulado el número 4664 de El Socialista.

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