«Electra», un drama galdosiano de estreno tumultuoso, donde se refleja el problema de las dos Españas

Antonio Chazarra Montiel, Profesor de Hª de la Filosofía

Galdós dramaturgo

De cuando en cuando los tópicos aciertan a describir, con precisión una realidad. Se dice, por ejemplo, que los árboles no dejan ver el bosque. En el caso de Benito Pérez Galdós su ingente labor novelística y sus Episodios Nacionales han oscurecido otras de sus facetas como periodista, cronista y, sobre todo, autor teatral celebrado aunque polémico.

En numerosos textos aparece reflejada, de forma desgarrada, la pugna dialéctica entre las dos Españas. Es frecuente, también, que emerja aquí y allá el poder tóxico y brutal del dogmatismo y el fanatismo, alimentado por una Iglesia con un afán desmedido por dominar las conciencias. Don Benito opone a esto, las más de las veces, una voluntad de tolerancia y una confianza en la ciencia para modernizar el país, democratizarlo, hacer que progrese y abandone unas estructuras y patrones arcaicos y desfasados… que mantienen a España secuestrada y lejos de las corrientes ideológicas y culturales europeas.

Don Benito sintió pronto una intensa atracción por el teatro. En alguna de sus páginas cuenta como siendo niño y adolescente concebía dramas y soñaba con verlos representados algún día. La vida nos conduce siempre por caminos que quizás no son los que habíamos previsto. Durante mucho tiempo sentía afición por el teatro, acudía a los estrenos sí… pero abandonó, temporalmente, sus deseos juveniles. Sin embargo, a finales del XIX y las dos primeras décadas del XX, hasta su muerte se atrevió, por fin, a ejercer como dramaturgo.

Tuvo aciertos notables y algún que otro fracaso. Adaptó al teatro algún Episodio Nacional como Gerona que no tuvo éxito, tal vez, porque aún no estaban desarrollados los medios técnicos para plasmar lo que pretendía. En otras ocasiones adaptó alguna de sus novelas como Doña Perfecta… sin embargo, me parecen mucho más interesantes, las pensadas y escritas directamente para llevarlas al escenario como Santa Juana de Castilla, estrenada  por Margarita Xirgú, que ofrece una imagen opuesta a la que se ha venido mostrando de Juana de Castilla, presentándola como una mujer culta, incluso con resabios y planteamientos erasmistas y a la que puede considerársela una víctima de la razón de Estado. Electra no obstante, es su obra teatral emblemática, por muchos conceptos. Tal vez no sea la más brillante, desde un punto de vista literario,  pero en ella concurren una serie de elementos que la convierten en única. Tuvo un estreno tumultuoso, la polémica la acompañó en sus representaciones en distintos teatros de provincias, puso en pie de guerra a los sectores más atrabiliarios de la clerecía y la “caverna” se movilizó para evitar que le fuera concedido el Premio Nobel.

Hay un comentario de Enrique Díaz Canedo que me parece lúcido y no me resisto a citar, llegando a afirmar que veía, sin expresarlo, un teatro distinto del que podía contemplarse en los escenarios y, sobre todo, que logró poner en pie y levantar “un teatro distinto del que veía”. Galdós fue un adelantado, un vanguardista e incluso un innovador escénico. Otros autores lo han considerado, dentro del movimiento de renovación teatral, que tienen como abanderados, nada menos que Henrik Ibsen y Anton Chejov.

Con su dilatada experiencia, Galdós era consciente del revuelo y del impacto que Electra  iba a suponer. Mientras la estaba componiendo, meses antes de su estreno ya veía, con toda claridad, que iba a armar un buen alboroto, incluso un escándalo. He aquí sus palabras “Estoy escribiendo, si, una obra dramática que se titula Electra. Y que no es floja tarea. Tiene 5 actos, y tiene mucha miga, más miga quizás de lo que conviene”.

Lo que creo que no debe ponerse en duda es que para él el teatro nunca fue “una mercancía”. Consideraba que el arte de Talía debía ser mucho más que una evasión destinada a satisfacer la cortedad de miras de una burguesía inculta y acomodaticia. Para él era un eficaz instrumento de crítica social e incluso política, al servicio de una regeneración moral.

Algunos críticos han opinado e incluso polemizado en torno a si Galdós era consciente de que su  Electra era una auténtica “bomba de relojería”. Hace varios años, encontré reproducidos unos comentarios o declaraciones de don Benito al Diario de las Palmas, de fecha, 7 de febrero de 1901,  Recordemos que la obra se había estrenado en Madrid, unos días antes, el 30 de enero. Sus declaraciones son terminantes y no dejan margen de duda. Era plenamente consciente de lo que quería y de lo que hizo y, además, actuaba coherentemente con los ejes más destacados de su ideario. Reproduzco un párrafo para que el lector, por sí mismo, perciba la fuerza de la palabra de Galdós directamente.

   En Electra puede decirse que he condensado la obra de toda mi vida, mi amor a la verdad, mi lucha constante contra la superstición y el fanatismo, y la necesidad de que olvidando nuestro desgraciado país las rutinas, convencionalismos y mentiras, que nos deshonran y envilecen ante el mundo civilizado, pueda realizarse la transformación de una España nueva que, apoyada en la ciencia y la justicia, pueda resistir las violencias de la fuerza bruta y las sugestiones insidiosas y malvadas sobre las conciencias.

Son muy ilustrativas las críticas aparecidas en varios periódicos y revistas de diversa orientación en los días y semanas posteriores al estreno. En un texto divulgativo como este, me parece interesante citar un libro poco conocido más muy ilustrativo, se trata de Los estrenos teatrales de Galdós en la crítica de su tiempo, del que es autor Ángel Berenguer. Contiene y comenta interesantes materiales para aproximarse y entender las distintas reacciones que produjo la obra. 

Galdós concibe el teatro como una especie de espejo. Pone delante de los ojos de los espectadores, los problemas no resueltos, para que reflexionen y si es posible, reaccionen. Los dramas galdosianos bajo ningún concepto son un pretexto para pasar el rato. Tienden a  herir y tienen la pretensión de no llegar a convertirse nunca en nada acomodaticio que sirva para que la sociedad no abandone su letargo.

Merece la pena destacar que don Benito fue un creador con una especial sensibilidad hacia la mujer. No sólo protagonizan la mayoría de sus novelas y dramas sino que estos están destinados a compartir sus deseos de liberación y de que ocupen en la sociedad, más temprano que tarde, el lugar que les corresponde rompiendo los opresivos, aunque invisibles, “techos de cristal”.

Es certero el diagnóstico que hace… y lo más importante, no se limita a eso, sino que propone elementos correctores pero lo hace con sutileza. Su teatro no es de tesis, salvo excepciones, sino que va esbozando argumentos para que el espectador crítico extraiga sus propias conclusiones.

Rechaza enérgicamente, tanto la trivialización como el que se pretenda convertir el teatro en “mercancía alienante”. Le molesta, la ceguera de un conservadurismo que, pese a la decadencia que se viene arrastrando, en lugar de reaccionar se encierra en un círculo tautológico. Niega de forma insensata la gravedad de la situación sin advertir que cada día que pasa, el país persevera en una falta de pulso y de energía traumáticas. Es un dramaturgo agresivo. Fustiga, una y otra vez la intolerancia y siempre que le es posible, insiste en las ventajas de la ciencia y de la educación y en como el fanatismo, la superstición y la intolerancia son un peso muerto que mantiene a la sociedad anclada en el inmovilismo.

Un estreno polémico…con el caso Ubao de fondo

Galdós era un intelectual “alerta” y un creador inquieto. Se encerraba a escribir en soledad pero, pasaba horas callejeando, en cafés, en tertulias o en El Ateneo. El Caso Ubao dividió a la sociedad española y tuvo algunos ingredientes escandalosos y no poco “morbo”.

Don Benito advirtió de inmediato  las posibilidades dramáticas que desprendía. En Electra no se hace ninguna alusión al caso Ubao, más es imposible descifrar la obra y desvelar sus incógnitas sin tenerlo en cuenta ya que, en cierta medida,  es su sustrato profundo. Por eso, no será baladí exponer sucintamente en que consistió. Una joven bilbaína, Adelaida, menor de edad, decidió tomar los hábitos sin el consentimiento familiar; al parecer, unos ejercicios espirituales que impartió el jesuita Pedro Cermeño fueron decisivos a este respecto, ¿qué estaba en juego? Nada menos que la herencia de la joven, su madre viuda quería que adoptase, sin presiones la decisión, en tanto que los jesuitas pretendían apropiarse de su herencia, sin ningún escrúpulo.  

El litigio cobró un enorme interés cuando llegó al Tribunal Supremo. Nicolás Salmerón, el que fuera III Presidente de la I República, defendió los intereses de la familia, mientras que el conservador Antonio Maura, fue el portavoz de los intereses eclesiásticos. Formalmente la interpretación que se diese a “tomar estado” era lo que se dirimía. En una sociedad tan polarizada como la española, lo que transcendía era la pugna entre clericales y anticlericales. Por si fuera poco, coincidió en el tiempo con el debate sobre la separación iglesia-estado que había tenido lugar en Francia y la expulsión de algunas órdenes religiosas, como los jesuitas, que incrementaron su presencia en nuestro país.

Nicolás Salmerón llegó a afirmar en su discurso que se trataba de un “secuestro moral”. Finalmente el fallo del Tribunal Supremo fue favorable a las pretensiones del ex presidente de la República y Adelaida Ubao de Icaza, abandonó el convento y regreso con su familia. Don Benito demostró intuición y un fino olfato. Electra se estrenó apenas quince días antes del fallo y en medio de una atmósfera “cargada” por la profusa atención que venía otorgándole la prensa al caso; así como por algunas movilizaciones  anticlericales  que  se produjeron.

Lo cierto es que quienes asistieron al estreno de Electra tenían muy presente el caso Ubao y sus implicaciones y derivaciones. En el drama son las maquinaciones de Salvador Pantoja, sus calumnias y tergiversaciones, las que llevan a Electra al convento. Electra está enamorada de Máximo, un científico viudo y, el jesuita urde una trama haciéndole creer que Máximo y ella son hermanos, para poder lograr así sus turbios propósitos. 

La realidad era desconsoladora y frustrante. La sociedad asistía a un permanente choque de opuestos, sin que hubiera espacio alguno para el equilibrio. Esa estrechez de miras iba apartando cada vez más a España de Europa. Un laberinto de fuerzas centrífugas y centrípetas impedía encontrar concordia alguna. Cualquier posición se reducía a la caricatura. Los desajustes acumulados durante años paralizaban la vida del país. De cuando en cuando, los “demonios familiares” se hacían presentes con inusitada fuerza… paralelamente  el afán de europeísmo y cosmopolitismo se hacía cada vez más y más inalcanzable.

Don Benito muestra, una vez más, su compromiso poniendo sobre las tablas, en  Electra los conflictos derivados de las artimañas eclesiásticas, ejemplificadas en la Compañía de Jesús, para enriquecer su patrimonio. Con todos estos ingredientes el estreno de Electra no defraudó las expectativas, constituyó un auténtico acontecimiento político y cultural, en un ambiente cargado, como el que se vivía esos días, puso el dedo en la llaga y reavivó la polémica.

No es de extrañar, por tanto,  que los aplausos y las muestras de entusiasmo de unos, intentaran ser contrastados por los abucheos de otros. En uno de los momentos de mayor tensión se escuchó una voz, que algunos afirman que era de Ramiro de Maeztu, que gritaba ¡abajo los Jesuitas!, provocando una salva de aplausos. En el escenario, Máximo que ha descubierto las tretas e infamias de Pantoja, lo derriba de un puñetazo. Cuentan algunas crónicas, que unas cuantas señoras de los palcos, se levantaron para marcharse entre gestos de desagrado.

El estreno tuvo lugar en el madrileño Teatro Español, el 30 de enero de 1901, en medio de una gran expectación. Todo aquel que representaba algo en el mundo de la cultura, de la política o del pensamiento, procuró arreglárselas para estar presente. Escritores como Valle-Inclán y Echegaray, jóvenes deseosos de abrirse camino como Baroja, Azorín o Ramiro de Maeztu, políticos como Canalejas, pintores como Joaquín Sorolla, músicos como Amadeo Vives, periodistas como Manuel Bueno, filósofos como Miguel de Unamuno e incluso eruditos como Marcelino Menéndez y Pelayo, entre otros, compusieron el elenco de asistentes al acto. Incluso hay quien sostiene, que para hacerse notar algunos de ellos ocuparon localidades estratégicas. El espectáculo continúo a la salida donde se pronunciaron  gritos y vivas a Galdós y a la libertad, así como mueras a los Jesuitas y al clero. Por si esto fuera poco, se cantó “La Marsellesa” y “El himno de Riego”… que dieron lugar en días y semanas posteriores, a manifestaciones populares.

Me parece digno de comentarse para dejar constancia, de cómo el estreno de Electra excedió el marco cultural, que a los pocos días del estreno acudió a la puerta del teatro una delegación de la Sociedad de ayudas mutuas “El porvenir del trabajo” con la finalidad de homenajear a Galdós y de transmitirle su adhesión. Esta iniciativa, se había tomado en asamblea. Es interesante constatar que los trabajadores percibían que Galdós defendía sus intereses. Electra  logró un éxito más que notable. No era frecuente, ni mucho menos, en esa época que alcanzase las cien representaciones, lo que es un signo inequívoco del interés que suscitó.

Unos para compartir “las puyas” de Galdós, otros para ver y oír lo que se comentaba en todas partes y unos terceros, en fin, para denigrarla y escandalizarse por las ideas anticlericales de Galdós. El caso es que nadie quiso perdérsela. Por otra parte, cuando se publicó el texto constituyó un éxito de ventas, se editaron cien mil ejemplares, una cantidad exagerada para un texto teatral, agotándose en su práctica totalidad. Ante el éxito y la resonancia que obtuvo Electra, el clericalismo y los sectores más reaccionarios se pusieron “en pie de guerra”. Algunos obispos prohibieron que se representara en su diócesis. Las dimensiones del escándalo fueron a más, incluso fuera de nuestras fronteras. Haciéndose eco de estas, por ejemplo, el prestigioso diario New York Times.

Galdós en su drama expone crudamente dos mentalidades, dos visiones del mundo irreconciliables, que se disputan la supremacía en los albores del siglo XX. ¿Qué representa Pantoja? La reacción y el clericalismo y ¿Máximo? La ciencia y el progreso. Así planteado, el conflicto adquiere dimensiones simbólicas, convirtiendo en muy pertinente la pregunta “¿Quo vadis España?”. Da la impresión de que nada o casi nada ha cambiado desde que Goya dejó plasmados en sus cuadros y grabados el guerracivilismo, la violencia y la destrucción.

El caso es que por unas causas o por otras, se produjo un incremento de la crispación social ya existente, el episcopado por su parte echa toda la leña al fuego que puede, recordando en la mejor tradición vetusta y medievalizante que el liberalismo es pecado y que asistir a una representación de Electra,  pecado mortal. La prensa católica no se queda atrás culpando al gobierno de que permita que una obra que hiere los sentimientos religiosos de los creyentes, pueda seguir representándose… en definitiva ni “nihil novum sub sole”. Como puede advertirse las dos Españas, de nuevo en litigio.

Escenas similares tenían lugar cuando Electra  lograba representarse  en distintos lugares de nuestra geografía. Especialmente conflictiva fue la de Bilbao… los incidentes, los vivas y los mueras, la fueron acompañando en todas partes.

Creo que es llegado el momento de comentar quienes la representaron en el estreno madrileño. El papel de Electra lo asumió Matilde Moreno, unánimemente destacada por la crítica, por su fuerza dramática y por representar con gran verosimilitud y fuerza las diferentes fases y estados de ánimo por las que atraviesa la joven; de enamorada a destruida por las calumnias de Pantoja hasta mostrarse serena y dueña de sí misma al final de la obra, como así lo atestiguan entre otros, Augusto González Olmedilla o José de Laserna.  El papel de Máximo, el científico, el hombre que cree en el progreso y que, ante todo, quiere que Electra sea ella misma y tome sus propias decisiones, corrió a cargo de Francisco Fuentes, mientras que Ricardo Valero, otra de las figuras señeras de la escena de aquel tiempo, representó al artero jesuita, Salvador Pantoja.

En esos años dos grandes actrices María Guerrero y Margarita Xirgú, se disputaban la primacía en los escenarios, sin embargo, tras la brillante representación de Electra, Matilde Moreno logró que el dúo se convirtiera en trío.

La noche del estreno quedó en el imaginario colectivo. Pio Baroja, sin ir más lejos, dedica algunas páginas de sus memorias Desde la última vuelta del camino a rememorarla. De igual forma, Ramiro de Maeztu, José Martínez Ruíz “Azorín” y  otros, también mencionan la profunda impresión que les causó, en ensayos y artículos. Desde muchos puntos de vista, Electra y su polémico estreno, quedaron grabados durante mucho tiempo, en la memoria de varias generaciones. Galdós como siempre no da puntada sin hilo. Hay “fantasmas interiores” que devoran y asedios que finalizan con la demolición del lugar cercado, más don Benito, siempre da chance a la esperanza afirmando que la solución, en cierta medida, depende de nosotros mismos, aunque naturalmente, hayamos de adoptar los medios necesarios. Electra  es un destello de ilusión cargado de electricidad.

Galdós no suele dejarse enredar en una “antropología negativa” de carácter pesimista. Cuando la atmósfera es asfixiante y cuando la convivencia social resulta tóxica, es preciso mirar hacia delante y no dejarse envolver por las exaltaciones patrioteras que invocan, como justificación, ritos ancestrales de carácter sacrificial.

Don Benito vislumbra con claridad, que hay objetos conceptuales que han perdido su significado y, que por tanto, están vacíos y sólo transmiten ideas desfasadas de carácter rancio.Nunca es pesimista y, en sus diversos mensajes cifrados y sin cifrar, no deja de transmitir una fe en la ciencia, en el futuro, en democratizar el país y en que los recalcitrantes espectros del pasado hagan por fin, mutis por el foro.

Los mensajes que, a través de este drama, hace llegar Galdós a los espectadores

Electra es un personaje de la tragedia griega, que ha inspirado a Sófocles y Eurípides, más sobre todo, a Esquilo con su célebre trilogía la Orestiada. Poco queda de las reminiscencias de la tragedia griega en el drama de Benito Pérez Galdós que, por otra parte, contiene una dimensión simbólica apreciable.

Es harto conocido que creía en la ciencia como vehículo para lograr el progreso frente a las supersticiones, el fanatismo clerical y el inmovilismo. Un poco de etimología no vendrá mal a este respecto. Electra significa “ámbar” y también “chispa”. No es difícil imaginar que tuvo en cuenta que al frotar dos piedras de ámbar se obtiene “la chispa”. En este drama quiere proponer un mensaje claramente esperanzador para que los espectadores lo interioricen y hagan suyo. Preguntémonos ¿qué y quienes acaban triunfando? Nada menos que la luz de la ciencia sobre el oscurantismo religioso y la fuerza del amor sobre el egoísmo y la avaricia.

En el pulso dialéctico entre Máximo y Pantoja, que es un enfrentamiento entre un pasado  que todavía tiene fuerza en el presente y un futuro que todavía no ha logrado imponerse… triunfa el científico, el europeísta sobre los prejuicios clericales, la manipulación y el afán de lucro. El carácter simbólico del drama, también se advierte en que el personaje de Electra  es por un lado, el objeto del duelo y, por otro, el campo de batalla.

No era Galdós un anticlerical furibundo pero pensaba y los hechos le daban sobradamente la razón, que había que limitar el poder de la Iglesia Católica en la sociedad y poner coto a los abusos que perpetraba impunemente.

De ahí, que con sutileza nos presente a una Electra joven e inexperta pero que se ve impelida por la fuerza y gravedad de los hechos a tomar conciencia de su “condición”  para defenderse de quienes pretenden anularla, tiranizarla y rendir su voluntad. Hay quienes consideran este drama de Galdós como protofeminista. No me parece exagerado. Electra ha de optar entre sucumbir ante quienes la presionan y no dudan en recurrir al chantaje emocional o rebelarse y seguir su propio camino siendo dueña de sí misma y adoptando las decisiones que cree adecuadas.

Si bien, brevemente, citaré algunos fragmentos muy representativos de lo que vengo sosteniendo. En primer lugar, uno que refleja la confusión de la joven al verse asediada.

Electra –quieren anularme, esclavizarme, reducirme… no lo entiendo-. Acto I, Escena XIII.

Son igualmente muy representativas y de calado unas palabras de Máximo, que enamorado como está de Electra, apoya que sea ella quien tome las decisiones que le afectan.

Máximo, -Electra es libre; ni yo la he traído aquí contra su voluntad, ni contra su voluntad se la llevará usted. Acto III, Escena X

En estos breves fragmentos y en otros muchos que podrían citarse, se pone de manifiesto que Electra es una obra comprometida con la realidad y que sabe profundizar con agudeza y sacar a la luz las manipulaciones y tergiversaciones clericales ejemplificadas, en este caso, en el jesuita Pantoja.

Llegados a este punto, probablemente sea  útil destacar que diversos periódicos de la época como La Correspondencia de España, El Liberal o El País, por ejemplo, que era el medio más avanzado y de ideas republicanas, reseñan el polémico estreno y en algunos casos el alcance de la obra y su previsible repercusión en una sociedad tan polarizada como la española.

Fuera de nuestro país alcanzó también un éxito notable. En Buenos Aires, por ejemplo, que dispensa tanta atención al arte de Talía, se llegó a representar simultáneamente,  en tres teatros. Lo que más me llama la atención, sin embargo, es lo sucedido en Las Palmas de Gran Canaria. El teatro de la ciudad llevaba por nombre Tirso de Molina, pero tras el éxito arrebatador de Electra  pasó a denominarse Pérez Galdós, nombre que sigue ostentando en la actualidad. 

Galdós fue traducido a varios idiomas. Sus obras teatrales se representaron en las principales ciudades de diferentes países europeos como Alemania, Italia, Austria y Rusia, entre otros. Unos meses más tarde se representó en Francia donde habían alegado que el tema era algo anacrónico. No obstante, los hechos son tozudos, cuando llegó a los escenarios de París y Marsella, constituyó un rotundo éxito.

Las ramificaciones del estreno del drama no terminan con lo ya expuesto. Los que entonces eran jóvenes contestatarios, crearon una revista con el nombre de Electra,  impresionados por su éxito y aceptando además, el liderazgo intelectual y moral de don Benito. Dado su interés, considero que tiene pleno sentido en este modesto ensayo divulgativo, dedicar unos párrafos a analizar este Semanario y sus características.

La repercusión del estreno fue inmediata en varios terrenos, pero especialmente en el cultural. Así a mediados de marzo el primer número de Electra vió la luz. Una carta del propio Pérez Galdós a modo de preámbulo y casi de manifiesto, encabezaba este Semanario. ¿Qué pretendía? Agitar, remover, hacerse notar. Sus diversas secciones trataban, entre otros temas de literatura, política y sociología con un claro propósito contestatario.

El Semanario Electra tuvo una corta existencia aunque brillante, como por otra parte era moneda de uso corriente en aquel tiempo, donde las publicaciones no solían exceder de tres o cuatro números. 

Diversas fuentes consultadas nos informan de la vida efímera de esta publicación que logró “épater le bourgeois” y cuestionó abiertamente algunas ideas vigentes. Según parece alcanzó los nueve números. La mayoría de los cuales pueden consultarse en la Hemeroteca Municipal de Madrid.

Me parece obligado y, desde luego apropiado, hablar de los jóvenes que colaboraban en la misma. Con una actitud rompedora, regeneracionista, la mayoría pertenecientes a lo que se dio en llamar, más tarde, Generación del 98… buscaban que el país reaccionara y saliera de su profundo letargo. El secretario era Manuel Machado y entre los asiduos colaboradores puede citarse a Antonio Machado,  Ramiro de Maeztu, Villaespesa, a los que pronto se añadieron Gabriel Alomar, Azorín, Pio Baroja, Luis Bello, Jacinto Benavente, Roberto Castrovido amigo y contertulio de Galdós, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán… lo que compone un elenco de lo más interesante de principios del siglo XX. Muchos de los cuales ya eran firmas prestigiosas que aparecían en las más destacadas publicaciones.

Lo primero que llama la atención es que es un Semanario “muy generacional”. Apenas tienen cabida intelectuales y artistas de generaciones anteriores, con algunas excepciones, como la del propio Galdós cuyo liderazgo admiten o Salvador Rueda. Evidentemente, el propio nombre de la publicación es un homenaje indirecto pero reconocible a don Benito. Lo que queda diametralmente claro es su finalidad reformadora, su deseo de que España se levantara del “batacazo” sufrido y aceptara la nueva situación por poco halagüeña que fuera.

Entendían que la revista era un buen medio, un buen instrumento para propagar y extender las nuevas ideas. En claro contraste con tanta retórica hueca, no quieren seguir por más tiempo aprisionados entre la rutina más pedestre y la inacción, precisamente por ello, abundan los ensayos en que se analiza, sin concesiones la situación por la que atraviesa el país. Se critica ampliamente el caciquismo y aparece –lo que es un rasgo muy interesante- la denominada “cuestión obrera”. Así mismo, se muestra con cierta profusión el carácter anticlerical, lo que no es nada extraño en una revista que nace al rebufo del éxito de Electra. La actitud agresiva se muestra igualmente, en un artículo de Cristóbal de Castro “Los candidatos a la Academia” donde reparte, “mandobles” profusamente, contra una Institución envejecida, caduca y atrasada.

Un hecho, que me parece digno destacar es, que el Semanario Electra fue el nexo de unión, el vínculo entre Galdós y la primera etapa de la Generación del 98. ¿Por qué se mira la Generación del 98 en don Benito? Fundamentalmente, admira su valor ético y su diagnóstico certero de la situación crítica e insostenible por la que atraviesa el país, que permanece inmóvil y falto de ímpetu y energía para abandonar la situación de postración en que se encontraba.

El éxito sin paliativos de Electra, las polémicas y enfrentamientos que suscitó así como el entusiasmo que despertó en un grupo de jóvenes rebeldes que buscaban la renovación del país, también contribuyó en no pequeña medida, en que naciera e iniciara su trayectoria tan interesante Semanario.

La lucha tenaz y sostenida de Galdós para que el país salga del inmovilismo

Las imágenes ayudan a entender las ideas. El célebre “puñetazo” con el que Máximo derriba a Salvador Pantoja, no sólo suscitó entusiasmo entre los asistentes sino que pasó a considerarse un hecho simbólico de la España que reacciona y que se levanta, entre otras cosas, contra las artimañas del clericalismo. Es decir, la España que quiere ser y ya empieza sentirse cosmopolita y europea.

Galdós buscó afanosamente, por encima de otros objetivos, contribuir a la democratización del país. Más, ¡ay!, la democracia tiene una arquitectura frágil y quebradiza y necesita algo más que buenas intenciones para echar raíces firmes en un suelo tan poco propicio como el nuestro. Por eso, don Benito tiene el significado de una promesa de liberación… pero, lamentablemente no basta, hay otros pasos que dar. La democracia ha de ser sostenida y sustentada por demócratas… y demócratas es lo que echa de menos don Benito y lo que la España de su tiempo necesitaba para salir de un inmovilismo de siglos.

La política tenía en su tiempo y sigue teniendo en el nuestro, mucho de “sainete” faltaban y faltan impulsos modernizadores y sobraban y sobran “temas divisivos” Cuando todo se exagera y se magnifica, cuando se recurre hasta la saciedad a lo hiperbólico y todo se sobrecarga de inmediatez… estamos andando sobre  arenas movedizas  que acabaran tragándonos.

Junto a otras ideas dinamizadoras y atractivas, Benito Pérez Galdós tiene, sin lugar a dudas, el mérito de elevar una mirada limpia hacia el porvenir que pretende superar muchos conflictos pretéritos… no resueltos. No faltaban entonces ni faltan ahora, irresponsables que no cesan de echar combustible al fuego del enfrentamiento entre compatriotas. Don Benito vio con ejemplar claridad que esto sólo podía desembocar en un fracaso colectivo, como así fue, si no éramos capaces de por una vez comprometernos en proyectos comunes.

No solía caer en la melancolía ni en un pesimismo estéril, a “sensu contrario”, veía con lucidez que el margen de maniobra era notoriamente escaso y difícil enderezar el rumbo. Le sumía en una irritación enorme ver a diario dolorosos ejemplos de cómo lo emocional e irreflexivo, anulaba en la práctica lo racional, no dejando apenas resquicio para que las ideas regeneradoras se llevaran a la práctica.

Acostumbraba a tener las más de las veces ocupada por estos temas su, por otra parte, cabeza “bien amueblada” y consideraba con toda razón, que no se podía dejar el timón “en manos de gente de poco de fiar”. En ocasiones, percibe como la moral está por los suelos. Si vuelve la vista  hacia atrás, la densa neblina del fanatismo y la ignorancia lo cubre todo. Alzando la mirada percibe con nitidez que la tarea es ardua… más no hay otro remedio que comprometerse con la tolerancia, dejarse guiar por la luz de la ciencia, confiar en la educación y luchar, hasta el agotamiento, por modificar las viejas y caducas estructuras.

En medio de tanta confusión, la solución o soluciones a tanto estancamiento, cuando menos se la espera puede irrumpir con fuerza. También, ahora esperemos  que sea así. Está más que probado que el mérito de Electra excede en mucho la de una representación teatral clamorosa y entusiasta. Sirvió, además, para reavivar y actualizar las ideas laicas de quienes defendían la separación de las confesiones religiosas y el Estado… y, de paso, la secularización de la enseñanza.

Es sobradamente conocido el carácter progresista del pensamiento galdosiano. Esto se manifiesta en el tratamiento que da a sus personajes femeninos. Tristana, por ejemplo, vive una pavorosa frustración por no poder llevar a cabo su vocación artística. Se siente enclaustrada al no poder romper “los techos de cristal” que impiden a la mujer desenvolverse en una sociedad cerrada, conservadora, tradicionalista y patriarcal que, por otra parte, corta de raíz los incipientes movimientos liberadores.

Al igual que Tristana hay otros muchos ejemplos. En ELECTRA algunos críticos han visto el carácter protofeminista de la joven, ya que lo que anhela es tomar las decisiones que le afectan, por sí misma, dejar de ser manipulada y poder auto- realizarse, liberándose de los hilos invisibles que la encadenan. 

No debe, tampoco, pasar desapercibido el papel que juega en la obra “la sombra de Eleuteria” su madre, que había fallecido muchos años atrás, tras ser encerrada en un convento por haber cometido un “desliz”. Galdós se muestra implacable con el doble rasero de medir burgués. Eleuzeria, en griego significa libertad; he ahí otro nuevo elemento simbólico. ¿Habría sido Eleuteria enclaustrada en un convento, si no existiera un dominio implacable del fanatismo religioso sobre la vida privada de los ciudadanos? En todo caso Galdós quiere mostrar los atropellos, la marginación y el dominio que durante siglos se ha venido ejerciendo sobre la mujer.

Cuando Electra busca una salida del laberinto en el que está atrapada… cree escuchar la voz de su madre que, en cierto modo, le marca el camino. Es muy revelador que, pese a los escasos medios técnicos que podían utilizarse, el aparente diálogo entre Electra y la sombra de su madre se resuelve con un audaz juego de espejos y la voz en off de una actriz, otro acierto más de don Benito que llegada la ocasión no duda en utilizar recursos vanguardistas.

Es posible que se trate de una coincidencia, pero por esos mismos años, el psicoanalista y discípulo de Sigmund Freud, Carl Gustav Jung puso en circulación el “complejo de Electra”, que es la otra cara de la moneda del “complejo de Edipo” y que utiliza para simbolizar los vínculos de la hija con el padre y la rivalidad con la madre. Lo he traído a colación porque en esos años el nombre de Electra está presente en distintos ámbitos científicos.

Llegados a este punto, creo que es pertinente hacerse la siguiente pregunta ¿Por qué Electra tuvo tanto éxito y tanta proyección política, social y cultural? Probablemente porque platea conflictos reales, abusos de poder y una tensión dialéctica entre quienes pretenden que todo siga igual y quienes quieren hacer que las cosas cambien. No sólo son reconocibles las situaciones sino los personajes y lo que encarnan: quizás por eso, la obra es un buen reflejo, una prueba para medir la pugna que tiene lugar en la sociedad y en el seno de las familias, entre quienes se identifican con un punto de vista u otro.

Ciertamente se vislumbran algunos conatos de cambio. Entre ciertos sectores es ya perceptible una mala conciencia de saberse burgueses y, sobre todo, de la moral, quizás sería mejor decir doble moral que la burguesía práctica. Comienza a cuestionarse el respeto tradicionalista a “los viejos ídolos totémicos”. Benito Pérez Galdós es ante todo y sobre todo, un representante de las ideas y valores de la Ilustración. Si se profundiza un poco, sólo un poco, puede percibirse en él la visión del mundo de un pensador ilustrado, laico, progresista, que cree fervorosamente en la ciencia y en la educación  y que combate, convencido de lo que hace, la superstición, el dogmatismo así como un puritanismo vicioso y tóxico.

Como todo espíritu culto dotado de imaginación y con una visión reformista, cuando tras pensarlo arroja “sus dardos” ve mucho más allá de lo que tiene delante de los ojos. Le preocupa y mucho la condición humana y advierte, con claridad que la ignominia, la ignorancia y la vulgaridad casi siempre van de la mano. Por eso, busca infatigablemente “esos territorios sociales” a conquistar, donde sea posible que se den las condiciones para que los mejores desarrollen sus capacidades. Sólo en un medio social así se conseguirá que la justicia ayude a levantar un suelo democrático firme por el que transitar. 

Don Benito no era un ingenuo. Sabía que era una tarea ingente vencer las  resistencias de quienes se otorgaban el derecho, por delegación divina, de ejercer un monopolio y una vigilancia implacable sobre las conciencias. Por eso, precisamente por eso, habla de lo tangible y de lo necesario, así como de la importancia de los apoyos mutuos y de las empresas comunes para progresar. Hay que aprender a pelearse con la realidad y conocer de primera mano que la solidaridad es algo que debe ir más allá de un fetiche verbal, vacío de contenido.

Por unas causas o por otras el caso Ubao y el estreno de ELECTRA, tan vinculados entre sí, tuvieron el efecto de un “detonante social” con una onda expansiva nada desdeñable. Ejemplifica admirablemente, una de las luchas por el poder, más significativas de aquellos años agitados y turbulentos. Galdós no hace más que recoger y vertebrar un estado de ánimo que se percibía en el ambiente. Lo que dicho sea de paso, ya es mucho. 

El político progresista José Canalejas, pese a su carácter templado, pronunciaba en esos meses su célebre frase “hay que dar la batalla al clericalismo”  como puede apreciarse nítidamente, lo que Galdós plasma en Electra, está presente en la calle e incluso en la vida política.

Don Benito es rabiosamente actual. A veces, un drama, un estreno teatral pone de manifiesto un conflicto hondamente sentido por la sociedad y capaz de generar movilizaciones y enfrentamientos. Han existido y todavía existen quienes procuran que no se alcancen, nunca, los acuerdos necesarios para transformar la sociedad ya que resulta mucho más confortable y con frecuencia rentable, gestionar la intransigencia que la cesión. Me viene a la memoria el estreno en el Reino Unido de “Casa de muñecas” de Ibsen, donde las sufragistas se manifestaban en pro de los derechos de la mujer a la puerta del teatro y eran apaleadas, disueltas e incluso detenidas por la policía. El paralelismo deja lugar a pocas dudas.

Sin embargo, Galdós creía en los pactos, lograr consensos es la mejor fórmula –quizás la única- para conseguir cambios sociales estables que puedan durar en el tiempo. En esa dirección es en la que hay que perseverar otorgándole todo el tiempo y los esfuerzos que requiera. Flagelarse no tiene sentido. Galdós es muy inteligente y, por eso mismo, partidario de levantar puentes, de dialogar y de explorar todas las líneas que conducen a un acuerdo… lo que de hecho es mucho más fructífero que lanzar una  moneda al aire, para que caprichosamente salga cara o cruz, ignorando que hay opciones intermedias con las que podemos ganar todos. Algo hermoso pero, poco practicado, es intentar ponernos en lugar del otro.

Hemos soportado y soportamos largos periodos de oscurantismo y decadencia. Somos muy dados al paroxismo y a la irracionalidad. Nos acecha un clasismo de “cortijo” que puede llegar a ser muy peligroso además de violento y terrible. Es sencillamente admirable, por tanto, la propuesta galdosiana de intentar alcanzar acuerdos sociales de base.

Don Benito tenía un fino olfato, cuando se estrenó Electra, aún se estaba dilucidando en los tribunales el caso Ubao. Tiene mucha importancia que fuera capaz de percibir las posibilidades que desprendía esa historia… y como conectaban con sentimientos muy arraigados en algunos sectores de la sociedad española. Los herederos de la Ilustración percibían que el clericalismo, tan inmovilista era  un serio obstáculo para el progreso. No era fácil llevar a las tablas un debate social tan intenso… más logra sortear las dificultades y plasmarlo en un drama que quizás, por eso, no dejó indiferente a nadie.

Es una lástima que en este año en el que conmemoramos el Centenario de su fallecimiento, por diversas circunstancias, los homenajes que estaban previstos tributarle han sido desvaídos y escasos. Fue muy interesante la exposición en la Biblioteca Nacional, la de la Real Academia de San Fernando o los ciclos de conferencias que han tenido lugar en el Ateneo de Madrid o en la Fundación Progreso y Cultura. Parece, sin embargo, que una vez más han triunfado los que han pretendido ningunear a Galdós, de nuevo.

En cierto modo puede sostenerse que don Benito ha sido una víctima más de la COVID-19. Su contribución al pensamiento progresista, a modernizar y democratizar el país y los valores republicanos de que hace gala, son admirables y precursores de tantos derechos que hoy disfrutamos, por tanto, debemos un respeto a su memoria y un reconocimiento a su ingente figura literaria y humana. En líneas generales, han permanecido en el olvido entre el regocijo de unos y la profunda irritación de otros ante una injusticia monumental.

Este modesto ensayo ha pretendido romper una lanza por su vigencia. Lo he focalizado en el estreno de Electra y su repercusión, para poner de manifiesto cómo fue capaz  de levantar pasiones… y como alineándose con los perdedores conecta perfectamente con quienes hoy siguen empeñados en modernizar las estructuras sociales, lograr que la sociedad española se identifique más con los valores y principios democráticos… y frente a tanto oscurantismo, dogmatismo y trivialización dar una oportunidad a la cultura y a la literatura comprometida.

Finalizo con un deseo que es, también, un ruego. La faceta de dramaturgo de don Benito es tan interesante como poco conocida. En los teatros públicos debe programarse alguna de sus obras. A este efecto sería muy interesante que se repusiera Electra con su enfrentamiento entre las dos Españas… que creo puede seguir diciendo mucho a los espectadores de hoy.

Todavía estamos a tiempo de que en los próximos meses se programe alguna de sus obras, aunque sólo sea para recordar su contribución a la modernización de la escena. Acabaremos saliendo de esta pandemia, más temprano que tarde. Ahora bien, es importante cómo salgamos. El pensamiento crítico nos puede resultar de inequívoca ayuda y estímulo.

Una vez más hay que recordar a Benito Pérez Galdós que supo aguantar a pie firme, contra viento y marea, sin arrugarse y sin sucumbir, defendiendo con coherencia sus posiciones progresistas y democráticas… lo que, en cierta medida, “obra el milagro” de que podamos leer sus textos como si estuvieran escritos para hablar de nuestra realidad política, social y económica… y lo que es más emocionante, como si muchas de sus palabras estuvieran destinadas a que nosotros las leyéramos y nos sirvieran de consuelo y apoyo.

Bibliografía

Biografías

Cánovas Sánchez, Francisco  Pérez Galdós: vida, obra y compromiso. Alianza Editorial. Madrid 2019

Ortiz-Armengol, Pedro  Vida de Galdós. Editorial Crítica. Barcelona 1995

Textos, ensayos y artículos

Aguirre, José Luis   El teatro de Galdós y el estreno de Electra   Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, 68 (1988)

Berenguer, Ángel   Los estrenos teatrales de Galdós en la crítica de su tiempo. Comunidad de Madrid. Consejería de Cultura. Dirección General de Patrimonio Cultural, 1988 (el original procede de la Universidad de Michigan)

Cardona. Rodolfo  Galdós ante la literatura y la historia   Cabildo Insular de Gran Canaria. 1998

Elizalde, Ignacio Azorín, Maeztu y el estreno de Electra de Pérez Galdós   Cuadernos Hispanoamericanos 1974

González Santana, Rosa Delia  Electra. Un personaje femenino entre mundos divergentes   Biblioteca Galdosiana. VI Congreso Internacional Galdosiano, 1977

López Nieto. Juan Carlos    Electra o la victoria liberal   (Una nueva interpretación a la luz de la situación histórica española hacia 1900) Biblioteca Galdosiana. Actas del IV Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, 1990

Menéndez-Onrubia, Carmen Introducción al teatro de Benito Pérez Galdós   Consejo Superior de Investigaciones Científicas.  1983

Pérez Galdós, Benito   Teatro completo   Introducción y notas de Rosa Amor del Olmo. Cátedra. Madrid 2009

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