Benito Pérez Galdós: un novelista moderno, conocedor de las corrientes literarias y de pensamiento de la Europa de su tiempo, dialéctico y abierto al futuro

Antonio Chazarra

A Galdós no se le ha entendido bien o no ha sido valorado en sus justos términos. Probablemente, porque han sido muchos los intentos deliberados de no reconocer la transcendencia de su obra y de sus hallazgos.  

Sigue produciendo una sensación de pereza y de hastío leer todavía, en alguna revista cultural, comentarios de “exquisitos” que reproducen visiones tópicas.

Afortunadamente hay excepciones. Voy a citar solamente dos. Galdós novelista moderno, de Ricardo Gullón (Ed. Taurus) y Textos y contextos de Galdós,  de John W. Cronik y H.S. Turner (Madrid, 1994). Hay otras aportaciones más recientes. Mas me ha parecido sugestivo el enfoque de estos autores. Se salen de lo manido y contemplan otras perspectivas de acercamiento… cuando la rutina y la desidia eran la norma.  

Quienes repiten, de forma cansina y machacona, ideas desfasadas deberían tener en cuenta que hubo intelectuales y autores que establecieron, por ejemplo, relaciones y concomitancias entre escritores franceses, rusos y españoles como Isaak Pavlovsky, que se movió en ambientes de la bohemia europea, sobre todo parisinos y que por lo que a nuestro país se refiere tuvo contactos con don Benito, doña Emilia y, sobre todo, con Narcís Oller.

Por otra parte, Galdós era un asiduo lector de Dickens, al que tradujo y, sobre todo, de Balzac. Don Benito viajó mucho y procuró extraer experiencias, lecturas y las ideas que estaban en el ambiente.

Hubo intercambio entre las vanguardias, las nuevas ideas buscaban y encontraban canales de expansión y los debates sobre Naturalismo –Galdós participó en algunos- fueron numerosos. Todo esto no suele citarse y los “exquisitos” lo orillan clamorosamente. Existen testimonios de que la muerte de Turguénev, del que conocía sus obras más destacadas y admiraba, le afectó mucho. Mantuvo, asimismo, una relación con Pavlovsky que envió a don Benito una obra suya “Souvenirs sur Tourgueneff” que se conserva en la Casa Museo Galdós de las Palmas.

Hay comentarios comprobados de que existen traducciones al ruso de obras de Galdós, aunque carecemos de información sobre la calidad y rigor de las mimas.  

Esto debería desmontar la infame acusación de “garbancero” y más aún cuando a través de doña Emilia, tuvo acceso a obras de Dostoievski o Tolstoi. Otro día  comentaré la labor de Narcís Oller  que es muy interesante por los lazos y conexiones  que estableció entre la literatura catalana y la castellana.

Paso ahora a exponer algunas ideas sobre Galdós que conviene tener presentes. ¿Por qué sigue siendo tan actual? Probablemente por su inteligencia natural y tenacidad, aunque no bastan y es necesario atender a otras cualidades.

Toda su obra desprende rigor, seriedad, autenticidad, conocimiento de las vanguardias y de las nuevas técnicas y recursos que se estaban asentando. Es moderno además, porque creía con determinación en la justicia social y en la igualdad de oportunidades. Y, sobre todo, porque sabe trasladar a sus personajes     las dudas y relaciones dialécticas entre progreso y tradición.

Es valiente, incluso hasta más allá, de los límites establecidos por un conservadurismo rancio y un tradicionalismo encerrado en sus propios límites y, por tanto, asfixiante. Desafía a lo establecido consciente de los riesgos que comportaba.

Obsérvese que no es cursi y que pocas veces cae en el sentimentalismo. Pretende que sus lectores le acompañen en sus novelas y episodios, haciéndolos en cierto modo coparticipes de la trama. Busca complicidades, genera dudas,  mas deja que el lector extraiga sus propias conclusiones. En cierto modo –y es otro signo de modernidad- invita, implícita o explícitamente, a cuestionar los problemas de la sociedad española y a participar en la búsqueda de soluciones. 

No suele avanzar en línea recta sino adoptando posiciones curvilíneas. Es un maestro muy hábil, evocando atmósferas y situaciones que invitan a la polémica, a la ironía y a analizar el presente con un ojo… mientras pone el otro en el futuro.

Es un novelista fértil y esa fertilidad la pone al servicio de la creación de personajes que –al igual que Balzac- pasan de unas novelas a otras hasta configurar un universo propio galdosiano.

Cervantes está siempre presente. A veces lo cita explícitamente, otras muchas hace guiños a los lectores interesados, evitando conscientemente lo que podría romper el hechizo.

Sus personajes pueden ser extravagantes, vulgares, o lo que es más común, hombres y mujeres que arrastran sus limitaciones, debilidades, frustraciones y miserias.

Don Benito, conoce el “calor” que poseen ciertas palabras. Tiene más importancia de lo que parece, la solidaridad que demuestran algunos personajes, frente a la rigidez de quienes se consideran en posesión de la verdad y, por tanto, son implacables con las debilidades ajenas.

Galdós es dialéctico. Nada es, todo cambia. La vida es un río. Tal vez, la historia y, desde luego, la crónica de un tiempo aletargado y mortecino, es lo que nos pasa mientras pasa la vida. Quizás sea esa una de las razones por las que Galdós seduce…  y, lo que es más importante, hace reflexionar.

Galdós no es pesimista. En sus páginas hay violencia, derramamiento de sangre, intransigencia… más también ganas de vivir y lo que podría denominarse “una percepción poética del mundo”

No se le ha dado la importancia debida a las vinculaciones que establece entre aspectos morales y estéticos. Lo estético acompaña a una lucha tenaz y sostenida contra un tradicionalismo inmovilista que a veces mata, mas sobre todo no deja vivir, asfixia.

Las denuncias que realiza, el país al que aspira mostrando los ideales  de quienes han sido hasta el presente, los perdedores, los excluidos… los que no han tenido sitio en la historia. Son otras razones que presentan a don Benito como un creador a la altura de su tiempo e incluso adelantándose con sus predicciones e intuiciones a la España que le tocó vivir. Otro de sus logros es conectar con una visión humanista y democrática.

Se desprende de alguno de sus textos un “aura” renovadora y cosmopolita.

Obsérvese que la literatura española durante un tiempo excesivo ha estado huérfana de humanismo. Es esta otra perspectiva en la que conviene insistir y que deparará conclusiones interesantes.

Galdós conoce a los clásicos mejor de lo que aparenta. Prefiere sugerir que mostrar y sabe tener memoria de lo que han significado humanistas que fueron perseguidos y censurados

Don Benito nunca fue “garbancero”, a menos que se confunda, como hacen algunos, la llaneza sin retórica con la  vulgaridad.

Galdós tiene buen cuidado en no deslizarse por la peligrosa senda del pesimismo. Es más, de su actuación suele desprenderse unas enormes ganas de vivir, de no conformarse con lo que la realidad ofrece… y de experimentar poniendo todo su empeño en intentos que transciendan lo que la realidad tiene de inmovilista, pasiva y conformista.  

Tal vez, por eso, seduce y busca incesantemente salidas del laberinto. Es, sin duda moderna, la ambigüedad y ambivalencia de no pocos de sus textos. Muchas de sus páginas tienen más de una lectura, lo que el lector avisado sabe apreciar, así como diversas interpretaciones.

Don Benito juega con las palabras, utiliza con maestría ese recurso literario de mostrar y ocultar, acrecentando así el interés del relato,  invitando al lector a participar en sus ejercicios dialécticos.

Estos comentarios van tocando a su fin. No es posible decirlo todo y hay que hacerlo por partes. Para mí el rasgo más notable de su modernidad  es como va creando el tiempo interior de sus novelas.

Conviene seguir hablando de don Benito en tiempos de crispación, de bulos, posverdades, negacionismos… y un revisionismo palpable de nuestra historia y de nuestra cultura.

Visitando la Feria del Libro evoco la figura de Galdós junto a la escultura que de él realizó Victorio Macho. Su rostro es sereno mas puede percibirse un rictus de amargura al comprobar cómo el pasado sigue proyectando nubes tóxicas sobre el presente.

Los intentos de anularlo han resultado baldíos, de una forma u otra, don Benito se niega a desaparecer aunque no son pocos quienes pretenden sepultarlo y proyectar sobre su figura un olvido que a veces solo muestra su mala conciencia.

Le pese a quien le pese, GALDÓS SIGUE VIVO.

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