
Rosa Amor del Olmo
El escritor español Benito Pérez Galdós, reconocido por su capacidad para capturar la esencia social y política de su época, nos ofrece en su obra una perspectiva lúcida sobre el Primero de Mayo, un día que ha resonado a lo largo de los años como un símbolo potente de lucha de clases y transformación social. A través de sus palabras, Galdós pinta un cuadro del siglo XIX tardío y los albores del XX donde el Primero de Mayo emerge como una jornada que no solo desafía el statu quo, sino que también plantea preguntas profundas sobre la justicia social y la relación entre el capital y el trabajo.
En su visión, Galdós describe el Primero de Mayo como el epicentro de un volcán social, una metáfora del potencial explosivo de las tensiones acumuladas entre la burguesía y el proletariado. La observación de que «estamos sobre el volcán» refleja su percepción de una sociedad al borde de cambios radicales, impulsados por la creciente conciencia y organización de los trabajadores. Este día se convierte en un símbolo de la lucha universal de los obreros, quienes demandan transformaciones concretas y prácticas en sus condiciones de vida y de trabajo.
Estamos sobre un volcán; más claro, estamos sobre el 1.° de mayo, día tremendo, en el cual la huelga universal de obreros ha de. plantear en el terreno práctico el problema más grave del siglo, la cuestión social, la lucha entre el capital y el trabajo. Meses hace que la gran algarada socialista se viene anunciando; las naciones todas se aprestan a la defensa.
El contexto histórico que describe Galdós es uno de intensa agitación social. La huelga general, proyectada y planeada con una meticulosidad sin precedentes, no es simplemente un acto de protesta, sino un desafío articulado y coordinado al orden establecido. Este movimiento refleja una evolución en las tácticas del movimiento obrero, que pasa de la espontaneidad a acciones organizadas con objetivos claros, como la jornada laboral de ocho horas, mejor salario y condiciones laborales dignas.
Galdós también captura la reacción de las autoridades y de la sociedad en general ante la escalada de la tensión social. La respuesta gubernamental, descrita como más imponente que las precauciones tomadas por los gobiernos absolutistas del pasado contra los revolucionarios, ilustra la seriedad con la que se toma la amenaza del colectivismo. Esta reacción es indicativa del miedo y la resistencia con los que las clases dominantes ven el ascenso del socialismo y la autoorganización de los trabajadores. Y se dirige especialmente al recuerdo y exaltación de las mujeres:
Entre las curiosidades de estos días, la más señalada es el meetíng de mujeres celebrado hace dos días en Barcelona. ¡Las mujeres también en huelga; ¡Emancipación, igualdad de derechos con el hombre! La cosa se complica. En dicha reunión hubo de todo. Algunas oradoras, que por cierto manifestaron grandes disposiciones parlamentarias, picaron alto, tratando al hombre como a fabricante, como a capitalista y burgués empedernido. Otras, se concretaron a expresar sus pretensiones en calidad de obreras, pidiendo aumento de salario y disminución de horas de trabajo. Todas tuvieron alguna palabra dura para el hombre, que en los descansos se va al casino o a la taberna a derrochar el jornal, mientras ellas cuidan la casa, y propusieron asociarse para defender sus derechos, excluyendo totalmente a los hombres.
Interesantemente, Galdós señala un cambio significativo en el tejido social y político de la época. Menciona la desaparición de figuras tradicionales de la revolución, como los masones y carbonarios, y cómo el movimiento político parece haber alcanzado un estancamiento, dando lugar a nuevas formas de lucha centradas en el ámbito laboral y social en lugar de en las conspiraciones y revueltas clásicas.
Este análisis de Galdós no solo refleja su profundo entendimiento de la dinámica social de su tiempo, sino que también ofrece lecciones valiosas para el presente. La idea de que «el volcán» del Primero de Mayo podría estallar refleja la naturaleza cíclica de la lucha de clases, donde los conflictos resurgen en nuevas formas a medida que las viejas se resuelven o transforman.
La visión de Galdós sobre el Primero de Mayo como un día de profunda significación social y política sigue siendo relevante en la actualidad. Nos recuerda la importancia de estar conscientes de las tensiones sociales subyacentes que pueden, en cualquier momento, estallar con fuerzas transformadoras. Este día, entonces, no es solo una conmemoración o celebración, sino un recordatorio vivo de la continua lucha por la justicia social y la equidad en un mundo que sigue siendo profundamente desigual. Por desgracia, su prospectiva futura se acerca a nuestros días, una visión de profeta de una tierra que tampoco quiso reconocerle como se merece.
En España, hemos de contar con que la prohibición de manifestaciones al aire libre ha de irritar a los obreros. El año anterior, mandando los liberales, se permitieron las manifestaciones por las calles, y nada de extraordinario aconteció. Este año, mandando los conservadores, no irán las cosas tan pacíficas. Y, en último caso, ¿a qué discurrir sobre lo que ha de suceder, cuando tan cerca tenemos los sucesos, que sólo el espacio de algunas horas nos separa de ellos? De aquí a mañana se ha de esclarecer lo que hoy está oscuro. «Amanecerá Dios, y medraremos».