Galdós y la pandemia

Gaspar Llamazares


Como escribió Galdós al final de la pandemia, «los pájaros vuelven y los niños nacen. Estamos en plena vida: ya podemos amar, odiar, pensar, sentir, en una palabra, vivimos».
Camus en «la peste» venía a saludar también el final de la epidemia con términos similares, aunque con cierta reserva.

Algo así podremos decir muy pronto también nosotros, cuando esta pandemia de la covid19 que nos ha tocado vivir pase, ahora que doblegamos la sexta ola, se relajan medidas como la obligatoriedad de las mascarillas en exteriores y se repite otra desescalada que quizá pueda ser la definitiva en el camino hacia la nueva o vieja normalidad, pero normalidad entre la incertidumbre y las catástrofes.

Entre tanto, el populismo dominante volverá a los maniqueos políticos, mediáticos, técnicos y judiciales que nos han hecho antes y ahora más polarizados, más frágiles y más confusos frente a las epidemias y la pandemia.
Todo ello ocurre mientras siguen como grandes olvidados los sanitarios, los trabajadores esenciales, pero sobre todo los más pobres y los vulnerables como los ancianos en sus barrios y en centros residenciales manifiestamente mejorables. A buen seguro que de entre ellos saldrían los personajes para un nuevo episodio nacional de Galdós. Un nuevo episodio que si aún siguiera entre nosotros Almudena Grandes, daría continuidad a los últimos episodios de una guerra interminable.

Benito Pérez Galdós pasó en su vida, como los españoles y españolas desu tiempo, más de una epidemia y como periodista con mirada socia también escribió sobre las epidemias que se sucedieron en su tiempo: tuvieron lugar entonces cuatro epidemias del cólera principales, junto a alguna de gripe, incluso terminó sus días unos años antes de la gran pandemia de gripe de 1918, mal llamada en el extranjero gripe española, pero en España soldado de Nápoles, debido a la famosa zarzuela, en exhibición en aquellos meses, dentro de nuestras fronteras.
Entonces, el precedente trágico fue la pandemia de cólera de principios de siglo en que como en tantas otras la constante fue el miedo y la culpa. La atribución de responsabilidad a los sacerdotes terminó con una masacre, cuya investigación no fue capaz de determinar ni siquiera quiénes fueron los culpables y mucho menos los instigadores. En su obra ‘Un faccioso más y algunos frailes menos’, se ocupó del desarrollo de esta primera epidemia de cólera en Madrid, donde se produjo la mencionada matanza de frailes de 1834, muy vinculada entonces al ambiente político y al apoyo de la iglesia a los sectores tradicionalistas.

También escribió sobre el final de la pandemia de cólera de mediados de siglo desde la crítica a los fundamentalistas católicos que la atribuyeron a la cólera divina por el reconocimiento oficial por parte de España del Estado italiano frente al Vaticano, pero aunque el título parezca lo contrario, fundamentalmente hecho desde la admiración como tributo al compromiso casi heroico, en particular de las monjas, con los afectados, hasta el límite de poner en riesgo sus propias vidas, en contraposición a la rígida burocracia de su época.

Pero,sobre todo Galdós escribió sobre la pandemia de cólera que tuvo lugar de nuevo a al final de siglo, a la que se dio también en denominar «el huésped del Ganges» por su origen a partir de la India y que tan bien describió Pérez Galdós en sus artículos denominados como la Crónica de Madrid.
Leyendo estas crónicas y sus novelas, uno se da cuenta que a pesar de la enorme distancia, tanto en el desarrollo cultural como en el tecnocientifico, las actitudes de la reacción emocional y afectiva ante situaciones dramáticas como las pandemias, tales como el miedo y la incertidumbre, son casi las mismas, así como las respuestas políticas, tratando de conciliar intereses en conflicto, parecen siempre insatisfactorias.

Todo comienza con la negación de los primeros indicios de la epidemia por parte de las autoridades y también por los comerciantes que llegan con su rechazo incluso a la huelga y las algaradas, primero como un suceso increíble y luego como algo imposible, cosa que Galdós critica muy duramente, fundamentalmente por la inconsciencia, los intereses y la falta de previsión de las autoridades.

Luego viene el bandazo del típico movimiento de péndulo, con una dura respuesta sobreactuada en sentido contrario por parte del gobierno, mediante los cierres de fronteras y los lazaretos donde prácticamente se abandona a los afectados. Ante éstas restricciones y sus consecuencias humanas, sobre todo para los más desfavorecidos, la sensibilidad social de Pérez Galdós se rebela especialmente. A todo esto, en determinados sectores de la sociedad, ya se ha pasado del castigo divino a la eugenesia, al considerar la pandemia una suerte de selección natural de los aptos frente a los más débiles.

Más tarde, con el conocimiento dramático de la gravedad de la epidemia en afectados y fallecidos, magistralmente descrito en el ruido de los clavos en los ataúdes, llega el miedo y luego la búsqueda de culpables. Historicamebte hemos pasado del castigo divino, a los llamados untadores y los judíos en la Edad Media y ahora a los médicos como coresponsables de la pandemia. Como hoy mismo lo es entre los sectores negacionistas  el supuesto contubernio de la casta entre compañías farmacéuticas, políticos y super ricos empeñados en controlar el mundo. Entonces tmbién se produce, como en la actualidad, el negacionismo de la enfermedad y de sus precarios  remedios de entonces, así como el debate polarizado entre los científicos, en aquel tiempo entre los partidarios de Koch frente a los de Pasteur, algo parecido a nuestro actual debate entre expertos y de estos con la autoridad sanitaria. También Pérez Galdós, que describe minuciosamente sus respectivas posiciones, les exhorta con sarcasmo a aclararse, al menos antes de que termine la epidemia. Denuncia asimismo con vehemencia que los medios aireen los debates científicos para confundir, más que para informar a los ciudadanos.
La posible vacuna también fue objeto entonces de controversia, hasta el punto de que el propio gobierno se encarga de cuestionar la efectividad de la vacuna anticolérica del doctor Ferrán, como también ocurre con el gobierno francés. Solo al final de la pandemia se retoma la administración de la vacuna junto al saneamiento de las zonas afectadas. En definitiva, la crítica de Galdós es la de un periodista y de un escritor atento a los acontecimientos, a la realidad social y al debate científico, pero también desde el punto de vista de un político liberal con sensibilidad social, ya a caballo entre el republicanismo y el socialismo.

Galdós también fue asimismo cronista de la política y dentro de ella de la política sanitaria de su tiempo, primero como periodista y luego como protagonista en el ejercicio de parlamentario, pasando de una juventud liberal a una madurez republicana y luego de la convergencia republicano socialista debida a su admiración por Pablo Iglesias.
También, al igual que hoy, denunció uno de los principales males de la política española, nuestra epidemia nacional. Junto a la corrupción y el clientelismo que mantenía unidos a los conservadores, habló del «vicio añejo y hereditario, que trajo las catástrofes de 1823, del 53, del 56 y del 72»: que era la división en el seno de los partidos liberales o progresistas, en contraste con la organización y la disciplina de los nacientes partidos obreros como el PSOE de Pablo Iglesias. Hoy seguramente tendría la misma posición crítica ante los males del populismo y la polarización política.

Finalmente, también Galdós anuncia con escépticismo y no sin razón que, aunque salgamos de ésta, volverá otra pandemia y probablemente otra más.

El industrioso fue depositado en su «obra maestra». El féretro cruzó el barrio, y el pueblo exclamaba alegre: «Ahí va el último caso». «Aquel hombre era la personificación del cólera, y el cólera había muerto. Justo era que los vivos se alegraran».

Como Camus en «la peste», que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa.

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