Ibn Jaldún: el pensador que anticipó la historia del mundo

Enrique Fraguas (UNIR)

Estatua de Ibn Jaldún en la Avenida Habib Bourguiba, Túnez (2017).
Ibn Jaldún (1332–1406) fue un erudito tunecino de origen andalusí reconocido como historiador, sociólogo, filósofo, economista y político. Es célebre por ser el “padre de las ciencias sociales”, título que se ganó gracias a su innovadora obra Muqaddimah (Prolegómenos a la historia universal). En esta obra desarrolló una visión revolucionaria de la historia y la sociedad, adelantándose siglos a su tiempo. Tal es la magnitud de su aporte que el historiador Arnold J. Toynbee afirmó: «Ibn Jaldún concibió y formuló una filosofía de la historia que es sin duda la obra más grande de su tipo jamás creada por una mente en cualquier tiempo o lugar». A continuación exploraremos brevemente su biografía y, especialmente, su pensamiento sociológico y político.

Biografía

Abū Zayd ‘Abd ar-Raḥmán ibn Muḥammad ibn Jaldún al-Ḥaḍramī, conocido en español como Ibn Jaldún (o Abenjaldún), nació en Túnez el 27 de mayo de 1332. Pertenecía a una familia de aristócratas andalusíes que se había establecido en el norte de África tras la Reconquista de Sevilla por los cristianos. Gracias a su posición familiar, recibió una educación clásica islámica: memorizó el Corán de joven y estudió gramática árabe, jurisprudencia (fiqh), teología y hadices. También se formó con destacados maestros del Magreb en materias racionales como matemáticas, lógica y filosofía, familiarizándose con las obras de pensadores como Avicena y Averroes. Lamentablemente, siendo todavía adolescente, perdió a sus padres a causa de la Peste Negra que asoló Túnez en 1348–49, tragedia que él mismo describiría vívidamente en la Muqaddimah.

Joven ambicioso, Ibn Jaldún inició su carrera pública alrededor de los 20 años, en medio de la inestabilidad política del Magreb medieval. Ocupó cargos administrativos en las cortes de distintos sultanatos norteafricanos, lo que requería astucia para sobrevivir a las intrigas palaciegas. Sirvió primero en la corte de Túnez y luego en Fez (Marruecos), donde experimentó las vicisitudes de la política: llegó a ser encarcelado casi dos años por sospechas de conspiración. Tras su liberación, continuó escalando posiciones y en 1363 viajó al Reino de Granada (Al-Ándalus). En Granada actuó como enviado diplomático ante la corte de Pedro I de Castilla, negociando la paz. El rey castellano quedó tan impresionado que le ofreció restituirle las tierras de sus antepasados en Sevilla si se quedaba a su servicio, oferta que Ibn Jaldún rechazó para permanecer leal al sultán de Granada.

Debido a rivalidades con el visir granadino de la época, Ibn Jaldún regresó al norte de África. Fue nombrado primer ministro en Bugía (hoy Béjaïa, Argelia) hacia 1365, aunque su lealtad cambió con frecuencia conforme las dinastías caían y surgían. Cansado del juego político, en 1375 buscó refugio entre tribus bereberes en la región de Orán. Allí, en la fortaleza de Qalat Ibn Salama, Ibn Jaldún se aisló durante casi cuatro años. Ese retiro fructificó en la escritura de su gran obra, Al-Muqaddimah, una introducción a la historia universal donde plasmó por primera vez sus ideas sobre la dinámica de las sociedades. En 1378 volvió a Túnez con el manuscrito de la Muqaddimah y terminó su libro de historia universal (Kitāb al-‘Ibar). Sin embargo, conflictos con el sultán local lo llevaron a salir de Túnez en 1382 rumbo a Egipto, usando como pretexto la peregrinación a La Meca.

En Egipto, Ibn Jaldún encontró estabilidad. Se estableció en El Cairo, donde el sultán mameluco Barquq lo nombró juez (qadi) de la escuela jurídica Malikí en 1384. Aunque ocupó ese cargo en varias ocasiones, sus intentos de reforma judicial generaron resistencias y periodos breves en el puesto. Durante estos años sufrió una desgracia personal: su esposa e hijos fallecieron en un naufragio cuando viajaban desde el Magreb para reunirse con él en Egipto. Pese al golpe, Ibn Jaldún continuó dedicado a la enseñanza en diversas madrasas cairotas y a completar sus memorias.

Un episodio notable de su vida ocurrió en 1401, durante el sitio de Damasco por el conquistador mongol Timur (Tamerlán). Ibn Jaldún acompañó al sultán egipcio en la defensa de Siria y, cuando el sultán huyó de regreso a El Cairo, nuestro pensador quedó atrapado en la ciudad sitiada. En una escena digna de novela, Ibn Jaldún fue descolgado con cuerdas por encima de las murallas de Damasco para entrevistarse cara a cara con Tamerlán. Sostuvo con él varias reuniones en las que el anciano historiador impresionó al temible guerrero con sus conocimientos sobre el Magreb. De hecho, por encargo de Tamerlán, escribió un informe detallado sobre la región y también analizó la personalidad del propio conquistador en otro escrito al regresar a Egipto. Este encuentro, que Ibn Jaldún narró extensamente en su autobiografía, ejemplifica su papel tanto de actor político como de testigo de la historia. Pocos años después, el 17 de marzo de 1406, Ibn Jaldún falleció en El Cairo a los 73 años, dejando un legado intelectual excepcional.

Pensamiento sociológico

La principal contribución de Ibn Jaldún reside en su análisis científico de la sociedad y la historia, por lo que es reconocido como precursor de la sociología y la historiografía moderna. Al igual que pensadores clásicos como Polibio (e incluso anticipándose a ilustrados posteriores como Giambattista Vico), Ibn Jaldún sostenía la naturaleza cíclica de los procesos históricos. Esto significa que las civilizaciones nacen, crecen y decaen siguiendo ciertos patrones recurrentes. En su obra Muqaddimah, él buscó identificar las fuerzas sociales subyacentes que explican esos ciclos, en lugar de limitarse a relatar acontecimientos. Introdujo conceptos innovadores como la oposición entre la vida nómada (beduina) y la vida sedentaria (urbana) como motores del cambio histórico: las tribus del desierto, fuertes y austeras, tienden a conquistar a las sociedades urbanas establecidas cuando éstas han caído en la decadencia.

Un concepto central en la teoría de Ibn Jaldún es la asabiyya, término árabe que puede traducirse como cohesión social o solidaridad grupal. La asabiyya representa el fuerte sentimiento de unidad que vincula a los miembros de un grupo (por ejemplo, una tribu) y les da energía colectiva para lograr el poder. Ibn Jaldún explicó que esta cohesión social espontánea en los grupos tribales es el factor clave que les permite conquistar y formar nuevas dinastías; sin embargo, paradójicamente, ese mismo vigor contiene las semillas de su propia decadencia: con el tiempo, el grupo dominante se ablanda por el lujo y la vida fácil, perdiendo la asabiyya que lo llevó al poder, y eventualmente es reemplazado por otro grupo más joven y vigoroso que inicia el ciclo nuevamente. De esta forma, Ibn Jaldún describe una sucesión cíclica de ascenso y caída de imperios, una especie de teoría sociológica de la historia que anticipa en varios siglos las ideas modernas sobre ciclos históricos y cambio social.

Otro aporte pionero de Ibn Jaldún es su método racional y crítico para estudiar la sociedad. En vez de atribuir ciegamente los hechos a la voluntad divina o seguir acríticamente las crónicas tradicionales, propuso examinar las causas materiales y las condiciones humanas de cada época. Por ejemplo, analizó la influencia del medio ambiente (clima, geografía) en el carácter de las comunidades y cómo la disponibilidad de recursos y la demografía afectan la prosperidad o declive de una ciudad. Esta aproximación empírica y casi científica a los fenómenos sociales ha llevado a que muchos lo consideren el primer sociólogo de la historia. De hecho, sociólogos de la teoría del conflicto en el siglo XIX (como Gumplowicz, Ratzenhofer y Oppenheimer) redescubrieron la Muqaddimah y reconocieron a Ibn Jaldún como un precursor de la sociología científica. En síntesis, su pensamiento social combinó historia, economía, demografía y política en un marco teórico unificado, buscando leyes generales del comportamiento de las sociedades. Gracias a ello, Ibn Jaldún está hoy considerado el fundador de la sociología y las ciencias sociales tal como las entendemos.

Pensamiento político

En el ámbito de la teoría política, Ibn Jaldún también se adelantó notablemente a su tiempo. Su experiencia directa con la política de su época (sirviendo a diferentes reinos y observando la volatilidad del poder) alimentó sus reflexiones sobre el Estado, el poder y la justicia. En sus escritos postuló que el Estado es una institución necesaria para la vida en sociedad, ya que sin un poder coercitivo que imponga orden prevalecería la injusticia y el caos. Sin embargo, señaló con realismo que el propio Estado tiende a ser instrumento de opresión (“el Estado es en sí mismo una injusticia necesaria”, podría resumirse). A diferencia de la visión medieval dominante, Ibn Jaldún concebía el gobierno en términos seculares y sociológicos, no simplemente religiosos: entendía el Estado como un producto de las fuerzas humanas (particularmente de la asabiyya del grupo gobernante) y no como un ente sagrado. De hecho, pese a vivir en una sociedad profundamente religiosa y monárquica, tenía claro que el poder político respondía a dinámicas terrenales; en este sentido, puede considerársele un precursor del realismo político de Maquiavelo varios siglos antes de que éste escribiera, al afirmar sin rodeos que el Estado es una entidad totalmente laica o secular en su funcionamiento.

Ibn Jaldún también observó y teorizó sobre el ciclo político de las dinastías gobernantes. Según él, una dinastía fundada por guerreros tribales vigorosos gobierna con eficacia mientras conserva la asabiyya fuerte de sus primeros líderes. Con el paso de las generaciones, los sucesores nacidos en la riqueza urbana pierden el espíritu austero y la solidaridad tribal, volviéndose débiles y propensos a la corrupción. Entonces, nuevas tribus nómadas de fuera derriban a la dinastía decadente e instauran su propio Estado, iniciando nuevamente el ciclo. Ibn Jaldún calculó que aproximadamente en tres o cuatro generaciones (unos 100 años) suele producirse este relevo cíclico de poder, una idea que recuerda a los ciclos de historia política que luego estudiarían pensadores modernos.

Otro aspecto innovador de su pensamiento político-económico fue la importancia que dio a la administración y la economía en la prosperidad del Estado. Ibn Jaldún advirtió que una burocracia excesiva y la carga de impuestos altos pueden sofocar la productividad y precipitar la caída de un reino. Planteó, por ejemplo, que en los inicios de una dinastía los impuestos tienden a ser moderados para incentivar la actividad económica, pero con el tiempo los gobernantes aumentan la tributación para sostener su lujo creciente, lo cual termina empobreciendo al pueblo y debilitando al Estado. Este entendimiento de la curva impuestos-ingresos se considera un antecedente temprano de conceptos modernos de economía política (similar a la idea contemporánea de la Curva de Laffer sobre la relación entre impuestos y recaudación). Del mismo modo, subrayó que la educación y la moral de la sociedad son fundamentales para la fortaleza del Estado: una población virtuosa y bien educada produce mejores gobernantes y evita la corrupción, prolongando la vida de la civilización.

En resumen, Ibn Jaldún aplicó un enfoque multidisciplinario para analizar el poder: combinó sociología, economía e historia para explicar cómo se forman y desintegran los Estados. Su visión realista y sistémica de la política —desprovista de mitos, basada en factores sociales concretos— fue extraordinariamente avanzada. No es casualidad que se le atribuya más mérito que a algunos filósofos europeos posteriores en fundar la filosofía de la historia y la ciencia política. Sus ideas sobre la dinámica del poder influyeron indirectamente en pensadores occidentales: por ejemplo, el francés Jean Bodin en el siglo XVI tomó conceptos de Ibn Jaldún para su teoría sobre los ciclos de las monarquías. Hoy, al mirar en retrospectiva, entendemos que Ibn Jaldún anticipó principios de la teoría política moderna, analizando el Estado como fenómeno social y proponiendo que las leyes que rigen el destino de los imperios son inteligibles mediante el estudio racional de la historia.

En conclusión, Ibn Jaldún fue un intelectual enciclopédico cuya obra sentó las bases de varias ciencias sociales. Supo leer la historia con ojos nuevos, buscando patrones en la evolución de las sociedades. Su legado trasciende su época: su Muqaddimah sigue considerándose un análisis pionero de la sociedad humana y sus cambios, y le ha valido el reconocimiento universal como padre de la sociología, de la historiografía científica e incluso de la economía política. Más de seis siglos después, las reflexiones de Ibn Jaldún continúan vigentes y asombrosamente modernas, demostrando por qué ocupa un lugar de honor entre los grandes pensadores de la humanidad. Sus propias palabras quizá lo resumen mejor, al recordarnos que la historia no es solo una crónica de reyes y batallas, sino “el resultado de un conjunto de procesos de cambio social” comprensible mediante el estudio y la razón – una lección que el mundo occidental tardó siglos en redescubrir.

Fuentes: La información presentada se basa en las obras y estudios sobre Ibn Jaldún, incluyendo su Autobiografía y Muqaddimah, así como análisis modernos sobre su pensamiento sociológico e influencia histórica, entre otros. Estas referencias confirman el carácter visionario de Ibn Jaldún como pionero de las ciencias sociales y la filosofía de la historia.

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