Curiosidades galdosianas
José Peña González
Catedrático y Académico
El año del centenario de la muerte de Don Benito, felizmente celebrado con multitud de actos, exposiciones, publicaciones, conferencias y actividades de toda laya a lo largo y ancho de nuestra geografía, ha sido llamativo. Me ha llamado la atención no haber visto, o al menos yo no lo he encontrado, ninguna referencia a la pretensión de llevar a cabo una “posible continuación en el tiempo” y así la presentan en la solapa interior de la publicación, de la obra más conocida y posiblemente popular de Galdos: Los episodios nacionales[1], bajo el marchamo de Episodios Nacionales Contemporaneos. Hay que reconocer que el titulo tiene una fuerte vis atractiva para colocar en el dintel de cualquier obra de creación, por lo que no es de extrañar que el Sr. Fernández de la Reguera y los publicitarios de la Editorial Planeta la asumieran incorporándole el calificativo de Contemporáneos para no incurrir en delito frente a la Ley de Propiedad Intelectual. [2]
Poco podía sospechar el ilustre canario que un cántabro, nacido en la hermosa tierra a la que tanto amó y donde levantó la casa de San Quintin, por cierto la única propiedad que tuvo en su vida al margen de su obra literaria, iba a intentar prolongar en el tiempo histórico, la obra que el culmina con su episodio sobre Cánovas fechado precisamente en Santander el año 1912.
Don Benito muere el 4 de enero de 1920 en la capital de España y pasarían muchos años para que se cumpla esa inexorable ley hispánica que cubre con una cortina de silencio la desaparición de los mejores, teniendo que esperar la celebración de un centenario o algún acontecimiento conectado con su vida o simplemente un cambio en la mentalidad social y política del momento, para recuperar su figura y el papel jugado en la historia patria.
La obra literaria en el sentido más amplio de don Benito se mueve en el ámbito de una vida personal, poco afín a la mesocracia de su época, y por supuesto nada con el estilo de vida de las elites de poder. Gozaba una fama de librepensador muy alejada de la ortodoxia reinante y una ideología política, que se abrió paso desde un pensamiento de izquierdas, a la que sirve con entusiasmo, frente al bipartidismo vigente de la Restauración. Sobre el escritor canario se vierten graves acusaciones personales y despectivas calificaciones literarias sobresaliendo entre todas, las valleinclanescas sobre el agarbanzamiemto de la obra galdosiana y su olor a fritanga y cocido de escalera de vecindad.
En la segunda mitad del siglo XX la obra de Galdós empieza a ser valorada en sus justos términos. La [3] crítica comienza a situarla en el lugar que le corresponde. Empieza a ser considerado el mejor escritor español después de Cervantes y el mejor continuador de su estilo. Como dice con acierto el profesor José María Valverde, “Galdós es un observador compasivo” de las circunstancias y personajes de las que tuvo referencias o incluso llego a tratar y conocer. Este rasgo, tan presente en sus “Episodios” es la consecuencia de su talante liberal y en mi opinión del fondo krausista que conoció a través de su admirado maestro de la Central don Fernando de Castro y con el que comulgó toda su vida. Como matiza José María Valverde “Galdós es un apasionado de la observación- para preparar Misericordia fingió ser médico rural durante una temporada-; su poder supremo es un asombroso talento para organizar la acción de modo que cautive al lector, sin llegar a recursos de suspense folletinesco, pero sin detenerse tampoco en análisis. Los personajes hablan y se mueven con tanta vitalidad, que acaba sobrando la voz del autor, por más que no se deje oír al fondo su son irónicamente clasicista”.[4] Por eso Galdós, tiene la distancia de sus personajes propia de los grandes creadores, aunque al mismo tiempo se identifique con ellos reflejando lo mejor de sí mismos.
Aquí reside en mi opinión la diferencia fundamental entre los Epìsodios nacionales de Galdós y los Episodios Nacionales Contemporaneos de Fernández de la Reguera. Como es sabido don Benito hace gala de una imaginación portentosa pero al mismo tiempo y como recordó don Antonio Maura en su oración fúnebre en la Real Academia Española, tenía “una privilegiada sensibilidad perceptora, con avidez y con sagacidad… y supo evitar la uniformidad amanerada de los paneles y el sabor único de la miel, que por dulce y fragante que fuese, pronto empalagaría y hastiaría a la muchedumbre de sus lectores”. Por eso Galdós no cansa a pesar de lo voluminoso de su producción. Llevaba años pensando en hacer un relato de la vida española del XIX y por iniciativa de su amigo José Luis Albareda, director de El Debate, aceptó titularlos Episodios nacionales. [5]
Los Episodios galdosianos están divididos en cuatro series y una serie final. La primera seria empieza con Trafalgar y termina con La batalla de Arapiles. La segunda se inicia con El equipaje del Rey Jose y termina con Un faccioso más y algunos frailes menos. La tercera se abre con Zumalacarregui y cierra con Bodas reales. La cuarta con Las tormentas del 48 y acaba con La de los tristes destinos y por último la serie final con España sin rey y finaliza con Cánovas. Son treinta y nueve años de escritura incesante que se inician en 1873 con Trafalgar y terminan con Cánovas en 1912, para dejar constancia de nuestro siglo XIX, sumando lo histórico y novelesco, como recuerda Federico Carlos Sainz de Robles, con estilo personalísimo y difícilmente imitable.[6]
Como he indicado en los años sesenta aparece en el mercado editorial español una obra titulada Episodios Nacionales Contemporáneos. Su autor un cántabro llamado Ricardo Fernández de la Reguera que firma la obra en comandita con su esposa, la poetisa catalana Susana March. La editorial Planeta se encarga de la publicación de esta obra que ha sido posible gracias a una beca otorgada por la Fundacion March. [7]
La obra de Fernández de la Reguera en colaboración con su esposa la poetisa catalana Susana March constaba en principio de doce volúmenes que se inician el año 1963 con Los héroes de Cuba subtitulado Los héroes del Desastre y concluyen con el dedicado a la posguerra española. Más tarde y supongo que por exigencias editoriales se cambió el plan de la misma, duplicándose algunos tomos y modificando títulos y contenidos de otros.
La relación completa de la obra en sus iniciales nueve primeros volúmenes es la siguiente: El tomo primero el ya citado Héroes de Cuba de 1963, seguido de Los Héroes de Filipinas” también de 1963. El tercer tomo lo dedica al Fin de una Regencia, fechado en 1964. El cuarto de 1965 se titula La boda de Alfonso XIII. El quinto tomo es La semana trágica en 1966, seguido de “España neutral (1914-1918)” que fue el sexto tomo fechado el año 1967. El séptimo tomo está dedicado al El desastre de Annual publicado el año 1968 y el octavo dedicado a la Dictadura abarca dos volúmenes. El primero sobre El Directorio Militar (1923-1925) de 1969 y el segundo El régimen civil. 1926-1930)” de 1970.[8] Evidentemente se trata de un arduo trabajo donde el autor mezcla con habilidad datos históricos con aspectos novelados y perfiles imaginarios de sus protagonistas. Como sucede con Galdós es evidente que algunos de los personajes históricos han podido ser conocidos por el autor y ello se refleja en la obra, advirtiéndose una mayor o menor empatía con los mismos. Es cierto que no incide sobre ninguno de los temas tratados por don Benito ni por el “tempo” histórico que relatan los Episodios Nacionales, ni por la temática de los mismos.
Si la obra de Galdós es un recorrido casi cinematográfico por nuestro siglo XIX, la de Fernández de la Reguera pretende ser lo mismo respecto al XX, pero en mi opinión le falta distancia histórica en muchos casos y ante acontecimientos que le pillan muy de cerca se le nota influido por los mismos. Es cierto que el Galdós de la cuarta serie y de la final es también testigo directo en muchas ocasiones pero se sobrepone su sentido de fedatario sobre su vivencia personal.[9] La obra de Fernández de la Reguera está muy documentada y abunda en la transcripción de textos auténticos y resúmenes de prensa en los que apoya algunas de sus conclusiones. Muy en el estilo galdosiano traslada al texto las inquietudes sociales de los protagonistas, las modas y modos de la época , las ideologías dominantes en su momento, es decir las corrientes sociales y políticas como el anarquismo, el catalanismo y el independentismo mezclado con la llamada “cuestión social”, el fracaso colonial y su incidencia en la vida política nacional etc.
Quizá le falta transmitir al lector ese humanismo popular que de forma especial y quizá inimitable Galdós sabe llevar al lector magistralmente. Es el ADN de un gran escritor. Poner al lector en su mismo tempo intelectual.[10] Es el rasgo original del canario en el brillante elenco de escritores del XIX. Como he escrito en otro lugar, a Galdós le corresponde aportar la versión literaria de ese estado de ánimo, de ahí que se le considere el mejor notario de ese “humanismo popular” que el maestro Jover definía como el “conjunto de mores y actitudes humanas y sociales que comparecen históricamente en la España de los dos últimos siglos, precisamente amalgamados con el tipo de mentalidad social que suele acompañar a las clases populares; generosidad frente a la acumulación de riquezas, solidaridad frente a individualismo, sentido espontaneo e intuitivo de la moral frente a legalismos formalistas, respeto al vencido en razón de su última condición humana frente a su trascendentalización maniquea con miras al aniquilamiento”.[11] Nadie como Galdós para dejar constancia de ello.
Al comparar ambos textos viene inevitablemente a colación la personalidad de ambos autores. Vivieron tiempos históricos distintos y su formación intelectual también era diferente. En don Benito la impronta del krausismo está muy presente debida en gran parte a la influencia recibida en las clase de Fernando de Castro, catedrático de la Central y más tarde Rector de la misma. [12]La relación de Galdós con la Institución Libre de Enseñanza fue permanente y su admiración por la misma es palpable en su vida y en su obra.[13]Su admiración por los llamados “Demócratas de catedra” reconocida y su ideario y estilo de vida asumido por don Benito que llegó a conocer la última generación egregia de intelectuales españoles: la llamada generación del 14.[14] Evidentemente el tiempo histórico de Fernández de la Reguera era muy distinto y sin duda no tan egregio. Luis Ángel Rojo traza un mosaico muy complejo del mundo que le toco vivir a Galdós en su discurso de ingreso en la Real Academia Española.[15]
Don Benito tiene el extraordinario mérito de elevar a la gran historia no solo a los protagonistas principales de la misma sino también la pequeña historia de los múltiples secundarios que aparecen en su obra. Es consciente del cambio sociológico experimentado en la década moderada desde el punto de vista cultural y económico. Ya no importa tanto la “hidalgomania” severamente criticada por Quevedo que constituía toda la ambición de los españoles del siglo XVII,[16] ni tampoco el afán de militar entre las togas y las mitras del XVIII, tan magistralmente estudiadas por el profesor Teofanes Egido.[17] En el tiempo de Galdós hay que hablar de lo que el profesor Comellas llama la “empleomanía”, el tener un puesto garantizado en el presupuesto. De ahí que don Benito incluya en su obra un extenso censo de segundones integrados por militares de poca graduación, frente a las grandes figuras de la milicia, menestrales, comerciantes, leguleyos y muy especialmente los funcionarios cuya estabilidad depende del partido gobernante.[18] Galdós se mueve con soltura en este mundo que sabe retratar con indudable acierto pero siempre desde el punto de vista individual y además impregnados de esa ternura galdosiana que inunda toda su obra, a pesar de la constante critica que dedica a los que llama “presupuestivoros”, incansables devoradores del presupuesto nacional. Por ello, no pudo elegir mejor tema para su discurso de ingreso en la Real Academia Española que el de “La sociedad presente como materia novelable”.[19]
Galdós subraya el protagonismo individual de un Gabriel Araceli o un Salvador Monsalud, mientras Fernández de la Reguera tiene una interpretación más comunitaria para sus personajes reflejada en la pugna entre el obrerismo de los Pedrell y el aburguesamiento de los Aymerich.[20] Una contraposición sociológica y de clase que también recuerda estilísticamente con el realismo galdosiano. En ambos casos los dos autores tienen muy presente el trasfondo histórico del momento en que transcurre la acción, aunque con diferencias de matiz. Y ello permite diferenciar sus obras desde el punto de vista del relato histórico de la llamada “novela histórica” género literario pujante últimamente en nuestra patria, donde estilísticamente la historia sirve de marco biográfico a los personajes frente al estilo galdosiano en el que los personajes son el nervio principal de la historia.
Don Benito es un extraordinario inventor de palabras porque es un escritor nato, la segunda alta cumbre del arte narrativo en español ha podido ser considerado. Escritor de raza que maneja con autoridad el idioma y que es el sucesor natural de Cervantes en la espléndida galería de literatos españoles. En este terreno no caben las comparaciones y don Benito se eleva como un faro solitario y egregio que enriquece nuestro idioma. Sirva de botón de muestra un espléndido y breve trabajo publicado en abril de 1868 con el sugestivo título de La conjuración de las palabras. Pocas veces puede gozarse de un análisis tan agudo de nuestro idioma como el que lleva a cabo el autor de los Episodios Nacionales. Y en ese terreno es muy difícil la competencia.
[1] Así consta en la pestaña interior del primer volumen de estos “Episodios Nacionales Contemporaneos” publicados por la Editorial Planeta el año 1963.
[2] Curiosamente el año 1951 cuando aparece la obra de Rafael Garcia Serrano “Plaza del Castillo” , el crítico Antonio Valencia la calificó como “Episodio Nacional”
[3] Hay que esperar al 2005 para que aparezca el primer número de Isidora Revista de temas galdosianos, como reza el subtítulo, gracias al entusiasmo y pasión de la profesora Rosa Amor.
[4] Véase Valverde, José María: Historia de la Literatura Universal. VOL. 7º . Ed. Planeta. Barcelona, 1985. Pág. 480.
[5] Como es sabido constituyen los tres primeros tomos de la edición de Obras Completas de Aguilar. Madrid, 1970.
[6] En total 46 Episodios.
[7] El autor había nacido en Barcenilla, pequeña localidad cántabra el 27 de abril de 1912, muriendo en Barcelona el 4 de mayo del año 2000. Licenciado en Filosofia y Letras, profesor de Enseñanza Media, prolífico autor que a los doce volúmenes de sus Episodios Nacionales añade novelas, ensayos y artículos de prensa. Premiado con los Premios Ciudad de Barcelona (1967), el Premio Internacional Club de España (1956) y el Concha Espina en 1963, la mayor parte de su obra esta traducida al francés, alemán , inglés e incluso al ruso. Tanto su novelística como los Episodios han sido reiteradamente reeditados.
Los Episodios son, según consta en la portada de los mismos, obra de colaboración con su esposa Susana March (Barcelona 1915-1990), también autora de narraciones diversas, cuentos, novelas y especialmente poesía.
[8] Las fechas se corresponden con la primera edición y el año de su publicación.
[9] Con el titulo de “Galdos: Testigo y fedatario de la vida española” pronuncie una conferencia en la inauguracion de curso del Instituto Español de Ciencias Historicas y Juridicas y que se va a publicar en la Revista CodeX, estando ya en prensa.
[10] Sobre este tema se va a publicar en el Boletin de la Sociedad Menendez Pelayo de Santander un articulo de mi autoria titulado precisamente “Galdos paradigma del humanismo popular” y que ya esta en prensa.
[11] Jover Zamora, Jose Maria: Prologo Tomo XXXIV . Historia de España de Menendez Pidal. Pag. CXVI.
[12] Es u personaje clave en la España de su tiempo. Nacido en Sahagun el 1814, fue catedrático en la Central, académico de la Real de Historia , senador por Leon, predicador de Isabel II y de una rectitud moral extraordinaria. Expulsado de la Universidad el año 1867,fue readmitido bajo el mandato de Ruiz Zorrilla y nombrado Rector. Abolicionista y feminista muere en Madrid el año 1874 por lo que no pudo estar en la nomina de fundadores de la Institucion Libre de Enseñanza, aunque comulgaba con los ideales de la misma .Secularizado esta enterrado en el cementerio civil de Madrid junto a Sanz del Rio.
[13] Hay unanimidad en que se trata del mayor proyecto cultural de España de todos los tiempos.
[14] Así llamada por Lorenzo Luzuriaga en un artículo publicado en la revista boanaerense “Realidad” en homenaje a Ortega que en ese año publica su primer libro : Las meditaciones del Quijote.
[15] Titulado “La sociedad madrileña en Galdos” y fue leído el dia 1 de junio de 2003, contestándole en nombre de la Corporación Don Eduardo García de Enterría. Publicado en el primer número de Isidora.
[16] Son conocidos los versos de don Francisco sobre la cuestión criticando la obsesión por tener carta de hidalguía: “Vuestro Don, señor hidalgo/ es como el del algodón/que para poder ser <don>/ necesita tener algo”.
[17][17] Véase Egido, Teofanes: Las elites del poder: el gobierno y la oposición en la Ilustración Española.
[18] Un periodista de su época los definió con cruel ironía e indudable acierto en los siguientes versos: “Covachuelistas andantes/ tristes figuras de España/tan quijotes en el cuerpo/como sanchos en el alma”. Aparecieron en una revista satírica muy famosa en la época: El Duende crítico.
[19] Fue leído el día 7 de febrero de 1897 contestándole D. Marcelino Menéndez Pelayo.
[20] Las dos familias protagonistas principales de los Episodios Nacionales Contemporáneos.