por Rosa Amor del Olmo

Salutación a los rifeños

       Es nuestra fe una misma,
fe en la vida inmortal de la conciencia,
esta fe que agoniza
bajo la pesadumbre de la ciencia
entre esos pueblos de avaricia y lujo;
ciencia menguada que es sólo ceniza
del eterno saber. Sobre el diluvio
custodiamos el arca,
el arca del tesoro primitivo
de la infancia del hombre,
y en apretada harca
los pueblos infantiles,
contra los otros viejos, los gentiles,
luchemos por la fe, la del Dios vivo
-Dios cree que el hombre es inmortal, eterno-
y ungidos por la fe en estrecho abrazo,
de Dios en el regazo,
gozaremos la paz, que es la victoria,
pisoteando la escoria
del mundano saber. Alzado el pecho,
¡seamos del Señor brazo derecho!

Miguel de Unamuno, 1909

“Salutación a los rifeños”, es una oda que escribí en Bilbao en agosto de 1909, es una arremetida a Europa, a esa Europa muelle, verde, grasa de avaricia y lujo, y a su Dios, el Dios ateo, al Dios de las ideas”. Miguel de Unamuno.

Miguel de Unamuno no solo criticó con dureza la dictadura de Primo de Rivera y la monarquía, sino que también mostró un profundo respeto hacia los rifeños, el pueblo marroquí que se enfrentaba al ejército español en la guerra de Marruecos. En sus escritos, llegó a saludar la resistencia de los rifeños, a quienes consideraba valientes y dignos en su lucha por la libertad frente a la opresión colonial. Para Unamuno, la resistencia de los rifeños simbolizaba un rechazo a las políticas imperialistas de España y al desvío de atención de los problemas internos. Su simpatía hacia su causa se reflejaba en el hecho de que, mientras el gobierno español los calificaba de rebeldes, él los veía como defensores de su tierra, una postura que acrecentaba aún más su enfrentamiento con el régimen militar.

Miguel de Unamuno, uno de los escritores y pensadores más importantes de la España del siglo XX, destacó por su intensa crítica hacia la dictadura de Miguel Primo de Rivera, que gobernó el país entre 1923 y 1930. Unamuno, conocido por su capacidad de análisis y su espíritu combativo, usó su pluma para oponerse vehementemente al régimen militar, tanto en el ámbito intelectual como en el político. Su aversión hacia Primo de Rivera no se limitó a una discrepancia ideológica; el escritor vasco llegó a lanzar insultos virulentos contra el dictador, tildándolo de «tonto de capirote», «botarate», «fantoche» y otros calificativos despectivos. Estas duras críticas están documentadas en la obra Unamuno contra Miguel Primo de Rivera: Un incesante desafío a la tiranía de Colette y Jean-Claude Rabaté, (Galaxia Gutenmberg 2023) donde se explora el enfrentamiento entre el escritor y el militar.

Primo de Rivera, que provenía de una familia de tradición militar, había ascendido en la jerarquía castrense hasta convertirse en capitán general y más tarde en dictador tras un golpe de Estado en 1923. Su familia estaba marcada por el servicio militar, con su padre habiendo alcanzado el rango de coronel y su hermano muriendo en la trágica batalla de Annual en 1921, un episodio decisivo para entender la caída del régimen parlamentario de la Restauración. El desastre de Annual fue una de las peores derrotas militares sufridas por España, con la muerte de más de 8.000 soldados españoles a manos de los rifeños en Marruecos. Una hazaña rifeña que era de esperar a juzgar por la manipulación, maltrato y asesinato de los militares dirigentes, de los políticos llevando a la muerte a jóvenes de reemplazo que no tenían ni idea de guerras. La convulsión en España fue tremenda desde el Barranco del Lobo de 1909. Los gobernantes españoles han deseado siempre la muerte de sus hombres, de su pueblo por un falso honor, una convicción kafkiana de la vida. Este evento contribuyó al descrédito de la monarquía y del sistema político establecido por Cánovas del Castillo en 1874, que había dado lugar a un régimen liberal donde dos partidos se alternaban en el poder mediante prácticas de caciquismo y fraude electoral. Para la década de 1920, este sistema estaba en crisis, agotado y sin defensores, lo que facilitó el golpe militar de Primo de Rivera.

En este contexto, Unamuno emergió como uno de los críticos más feroces del régimen y de la monarquía española. Su rechazo a la dictadura no fue una mera cuestión política; también estaba profundamente relacionado con su visión de España y su futuro. El escritor ya había sido varias veces condenado por injurias al rey Alfonso XIII y su oposición a la monarquía le había llevado a un exilio forzoso. Además, Unamuno se mostró especialmente crítico con la aventura colonial española en Marruecos, que consideraba una distracción de los verdaderos problemas internos del país.

La guerra de Marruecos, que culminó en el desastre de Annual, fue vista por Unamuno como una empresa insensata y costosa. Para él, la campaña colonial representaba un intento fallido de emular los sueños imperialistas perdidos tras el desastre del 98, cuando España perdió sus últimas colonias de ultramar. En lugar de enfrentar los problemas internos de corrupción, caciquismo y decadencia que asolaban a España, el régimen se embarcó en una costosa y sangrienta aventura en el norte de África. Como él mismo señalaba en el verano de 1921, la guerra en Marruecos era «una diversión estratégica» destinada a distraer al pueblo español de la podredumbre política que consumía al país.

Unamuno también se enfrentó intelectualmente a otros pensadores de su tiempo, como Ramiro de Maeztu, quien defendía la presencia española en Marruecos bajo el argumento de una misión civilizadora. Mientras que Maeztu veía en la colonización una oportunidad para engrandecer a España y llevar la cultura y el progreso a Marruecos, Unamuno consideraba que esa empresa no solo era inmoral, sino también contraproducente. Para él, lo esencial era resolver los problemas nacionales, no embarcarse en aventuras exteriores que solo servían para ocultar la decadencia del régimen.

El enfrentamiento entre Unamuno y Primo de Rivera refleja las tensiones que atravesaban a la sociedad española de la época. Mientras el dictador trataba de imponer un régimen autoritario para estabilizar el país, Unamuno defendía la libertad de expresión y el debate intelectual como herramientas para regenerar la nación. Su lucha contra la dictadura no solo es un episodio crucial en la historia de España, sino también un ejemplo del papel que los intelectuales pueden jugar en la resistencia frente al autoritarismo.