Los poetas de hoy, por Antonio Machado

Serie publicada por la revista Electra, bajo el titulo Los poetas de hoy, escrito por varios poetas.

Antonio Machado en Electra: la resonancia íntima de una generación

A comienzos del siglo XX, cuando el modernismo español se hallaba en plena ebullición y las revistas literarias eran mucho más que escaparates: eran trincheras estéticas, campos de ensayo, refugios de identidades en construcción, Electra se erigía como una de las publicaciones más inquietas y sugerentes del momento. Bajo la dirección de Manuel Machado —hermano mayor y espíritu barroco, chispeante, de verbo rápido—, Electra fue también espacio para una voz más lenta, más meditativa y densa: la de Antonio Machado.

Los poemas que aquí se reproducen, bajo el título «Los poetas de hoy», ofrecen una ventana privilegiada a la temprana sensibilidad del autor de Soledades. Lejos del cliché posterior del “poeta serio y sobrio de Castilla”, este Antonio Machado es aún un flâneur del alma, un esteta melancólico que se baña en los reflejos de las fuentes marmóreas, que escucha el alma del agua y del mármol como símbolos del ensueño moderno.

El texto dialoga con la imaginería simbolista: la fuente, el dragón, el mármol, la figura femenina, el parque antiguo… todo compone una liturgia urbana de introspección y extrañamiento. Pero no se trata de una simple imitación francesa: la voz es ya reconociblemente machadiana en su modo de detenerse en la emoción fugitiva, en ese “latido del alma” que presiente —aunque no comprenda— el sentido secreto de las cosas. En ese sentido, estos versos preludian la gran constante de su obra: el deseo de trascendencia en el lenguaje sin abandonar la conciencia de su imposible.

Por otro lado, la publicación de estos poemas en Electra —revista efímera, pero intensa, lanzada en 1901 en un Madrid literario y todavía bohemio— es también testimonio del vínculo entre los hermanos Machado, cuya relación literaria ha sido tantas veces malinterpretada desde el prisma de una oposición maniquea: el poeta “popular” y el “profundo”, el modernista decorativo y el simbolista esencial. La realidad fue más compleja, más fraternal, más fértil.

Este poema, en dos secciones, nos permite asistir a la transición entre dos épocas: entre el modernismo decorativo y la poesía del yo más despojado; entre la búsqueda del símbolo y la aceptación de su disolución. En ese tránsito está el germen de una nueva forma de mirar, que haría de Antonio Machado una de las voces más necesarias de la literatura española del siglo XX.

Antonio y Manuel Machado en 1927.
Fotografía: Alfonso.


LOS POETAS DE HOY
I
Desde la boca de un dragón caía
en la espalda desnuda
del mármol del Dolor
(de un bárbaro cincel estatua ruda),
el agua agria y fría
del agua, que a la pila descendía
con un trueno estético rumor.
Caía lentamente,
y cayendo reía
en la planicie muda de la fuente
al golpear sus gotas de ironía,
mientras del mármol la arrugada frente
hasta el hercúleo pecho se abatía…
En el perfil de jaspe, resbalando,
mil tardes soñadoras se morían,
el alma ensoñadora, sorprendida,
el símbolo ante el símbolo adorando.
—¡Su afán su misterio unido
al invisible son de la sonora piedra!—
¡Oh, no comprendí nada en el sonido
del agua, ni del mármol, ni en la hiedra
que en su marco de piedra enredadera
en la doble columna se enroscaba!
Pero un latido del alma presentía,
como un alma enervada,
el alma de la fuente y su sentido…
(murmura
el álveo símilno y lúgubre lamento
del agua fluyente:
«yo soy el alma triste de la fuente…»)
Y el símbolo gigante se apresura,
el alma de la estatua, el alma obscura,
del agua y de la piedra, y el sentido
de los dos surtidores de armonías,
y el blanco enigma de las estatuas frías,
y la amargura de su eterno oído
a cuya espalda el delfín resuena.

Hay amores extraños en la historia
y de mayor ilusión…
El mayor es la fuente,
cuyo fondo sagrado es mi memoria,
cuyo lígneo espejo sonriente,
me desarma de brumas y rencores.
La vieja fuente adoro;
el sol la surca de alamares de oro,
la tarde la deslíe en escarlata
y de arabescos mágicos de plata.
Sobre ella al cielo tiende
su loto azul la palma,
y el cerco de albas de amarillo esplende
del limonero entre el ramaje obscuro.

En las horas más áridas y tristes
y luminosas dejo
la estética ciudad, y el parque viejo
de opulenta ramazón
me brinda sus veredas solitarias,
el obelisco de jaspe,
como frente fantástica del paisaje,
el agua y el mármol, en escollo
abrazo de placer y de armonía.
Entonces amor llenan mi pecho,
sin saber en qué amor,
libre del recuerdo y la tristeza,
mi pensamiento sobre la poesía
y el dolor se abisma en su belleza.

II
Siempre que sale el alma de la obscura
galería de un ensueño
(cura el alma el alba)
y la luz abre los ojos, las vagas,
las flotantes pupilas
que poblaron de sueños se disipan,
como en la tarde brumas de la mar
cuando flautas marinas,
cuando el sueño se quiebra,
el alma está al nacer
como un niño de nuevo al que orientara
se apresura al alma en las ingratas
tareas del laborar,
y mientras sacude
lejos la negra ola,
mi alma inmortal
se piensa en un descanso silencioso…
¡Fijando el dedo de lo eterno
en su vientre de sombra!

Antonio Machado.

RAO

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