Galdós, el catalán y Narcís Oller: cosas de escritores

Rosa Amor del Olmo

En su correspondencia con Narcís Oller, Benito Pérez Galdós expresó su admiración por los escritores contemporáneos que consideraba maestros, entre ellos el propio Oller y Armando Palacio Valdés. En este contexto, Galdós reflexionó sobre el uso del catalán en la literatura, específicamente en el caso de Oller, quien redactaba sus novelas en esta lengua.

Galdós destacó que, aunque Oller es uno de los novelistas más talentosos de España, el hecho de que escriba en catalán priva a muchos españoles del placer de leer sus obras. Señaló que el catalán puede resultar más difícil de lo que parece a primera vista y que, una vez aprendido, es fácil olvidarlo. Galdós lamentaba que el catalanismo de Oller, aunque influido por resentimientos regionales comprensibles, impidiera que más personas disfrutaran de su ingenio e inspiración. Su opinión sobre la rivalidad entre el catalán y el castellano en el ámbito literario y político fue contundente, señalando la desventaja de crear una división innecesaria.

El escritor madridista, reconocía que el esfuerzo de revitalizar el catalán literario podría tener sentido en la poesía, que a menudo florece en idiomas más ingenuos. Sin embargo, consideraba absurdo utilizar el catalán para la novela contemporánea, que requiere una dicción rica y flexible. Galdós argumentó que, si Oller escribiera en castellano, sus creaciones ganarían mucho sin perder su encanto. Este es su texto:

“Dejo entonces para este momento culminante a los que ya considero como maestros. Oller, Palacio Valdés y otros no hacen ahora sus primeras armas, y son muy conocidos desde hace algún tiempo. Oller escribe sus novelas en catalán, privando así a la mayor parte de los españoles del placer de leerlas. El catalán es más difícil de lo que parece a primera vista, seduce poco, no es de esas lenguas que se pegan. Cuando la necesidad nos obliga a leerlo, rara vez permanecen en nuestra memoria sus giros y su vocabulario, y si cuesta algún trabajo aprenderlo, no cuesta ninguno olvidarlo. Que Oller, uno de los más insignes catalanes y uno de los primeros novelistas españoles, escriba sus admirables obras en catalán, es verdadera desdicha. Dice él que no siente en castellano; pero me consta que lo sabe escribir magistralmente, y sin duda entran por mucho en su catalanismo los resentimientos regionales, algunos no injustificados. Ese empeño de dar vida literaria a una lengua que no la tenía, nos priva de uno de los escritores más ingeniosos e inspirados de la época presente. Comprendo que los resucitadores del catalán literario consigan su objeto dentro de la poesía, porque la poesía vive perfectamente en los idiomas ingenuos y sin cultivo, casi mejor que en los muy trabajados; pero querer hacer en catalán la novela contemporánea que requiere una dicción extraordinariamente rica y flexible, me parece absurdo, con perdón sea dicho del insigne colega Oller, que podrá escribir en castellano, si quisiera, sin que sus admirables creaciones perdieran nada, antes bien ganando mucho.

Y esto se comprende observando que el catalán no tiene construcción propia. La sintaxis es la castellana y solo varían las voces, según he leído. No puede desconocerse que en ciertos pasajes de ternura y en los diálogos o cuadros de un carácter popular, la lengua catalana tiene cierto encanto, por su misma ingenuidad, por el dejo quejumbroso de los diminutivos, pero desde que el narrador sale de estos terrenos, la lengua se le revela, no tiene más remedio que recurrir al español catalanizado, por el dialecto carece de recursos para todo lo que es de un orden ideológico.

Me parece que, al fin y a la postre, Oller se convencerá de esto, y vendrá a Castilla, donde puede tener seguramente bastante mayor número de lectores que en Cataluña. Vale tanto, que sus obras si estuvieran en lengua inteligible, serían recibidas como pan bendito en España y en América. Las obras del insigne barcelonés son dos tomos de cuentos y novelitas cortas, titulados Notas de color, y Croquis del Natural, y las novelas La Papallona y Vilaniu. Esta última es la más reciente. Seguramente será poco conocida en América esta literatura, fuera de los círculos propiamente catalanes, y es gran lástima que así sea, porque no es posible imaginar mayor viveza en las pinturas, ni una tan simpática y fácil naturalidad. En los dos tomos de obritas que he citado hay cuadros cuya belleza y verdad no puede ser superada. La observación de Oller es de verdadero artista y de poeta. La Papallona es novela encantadora. Fuera del final, que aprecié un poco artificioso, nada hay en ella que no sea de maestro. Observación, sentimiento y esa poesía extraída de la verdad del hecho, ese prestigio de la narración sincera que no puede expresar la crítica, forman el tejido de esta hermosísima obra. Se ha traducido al francés, con un prólogo de Zola, y después fue traducida al castellano.

Pidamos a Dios que le toque el corazón al buen Oller para que nos dé sus obras en lengua que entendamos, y renuncie a la empresa loca de infundar al catalán una vida que ha de ser puramente galvánica. Ingenios tan sobresalientes se deben al mayor número, pertenecen a la patria común, que les reclama y les reclamará hasta que vengan. Tarde o temprano vendrán”. Correspondencia entre Oller y Galdós, fondos Casa Museo Pérez Galdós y Shoemaker.

Galdós deja claro que, para los escritores que desean reconocimiento y fama, la elección de la lengua es crucial: hablar una lengua no se traduce en escribir en esa lengua. Sugiere que, como Narcís Oller y muchos otros escritores, es importante trascender las fronteras lingüísticas locales y escribir en idiomas más internacionales, como el español, el inglés o el francés, para alcanzar un público más amplio. Al fin y al cabo, las obras de estos autores suelen ser traducidas a otras lenguas, lo que demuestra que su trabajo tiene potencial para llegar a una audiencia global. La elección que enfrentan es simple: ser un escritor conocido solo dentro de una comunidad o región, o aspirar a llegar a un mayor número de lectores.

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