
Andrés Cascio
“La más indiscutible virtud de Kafka es la invención de situaciones intolerables”
Jorge Luis Borges
“Una mañana, tras un sueño intranquilo, (aquel comercial) Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo…”
Así comienza una de las obras más relevantes de la literatura filosófica del siglo XX, “Die Verwandlung”, que podría traducirse como ‘la transformación’. No obstante, en español se ha optado por designarlo como ‘metamorfosis’, palabra que tiene un componente mítico asociado, una alegoría del enfrentamiento del hombre ante un mundo que lo rodea, que lo oprime y a la vez lo anula, lo hace insignificante, lo explota, lo tortura, en definitiva, lo va enajenando poco a poco.
Envuelto en una soledad tormentosa y sin poder definir con exactitud una identidad precisa, moviéndose entre el egoísmo y la necedad de la sociedad que lo asimila, ese hombre transformado es un reflejo de una inmensa mayoría de hombres y mujeres que deambulan por el mundo, muchas veces sin saber porque o para que. Culpa, frustración, egoísmo y al final angustia.
La historia explora la alienación, el conflicto permanente, la angustia del paso por la vida, la deshumanización, la identidad creada en relación con el entorno en que se desarrolla y el absurdo de la existencia.
Esta novela con un trasfondo simbólico y filosófico fue obra de Franz Kafka, un lúcido intelectual que nació en el antiguo gueto de Praga, el 3 de julio de 1883, fue el mayor de seis hermanos, aunque su padre trató de alejarse de la comunidad judía, lo que provocó un violento enfrentamiento de Franz con su padre, que era un hombre dominante y de carácter irascible.
Sintiéndose incomprendido, Kafka ocultó sus sentimientos reales en una especie de caparazón para que nadie lo tildara de «bicho raro». Al poco tiempo, tras varios intentos de formalizar una pareja estable, al conocer a su compañera definitiva, Dora Diamant, que era hija de un comerciante judío y que le acompañaría hasta el final de sus días, se convirtió en un creyente profundo y místico, que abrazó la vertiente judía conocida como jasidismo, aparentemente por influencia de ella.
Tal vez eso, lo condujo a alcanzar uno de sus sueños más preciados, el de instalarse en Palestina y abrir un restaurante en el que ella sería la cocinera y él, el camarero. Sueño que finalmente no pudieron cumplir, ya que Kafka moriría de tuberculosis el 3 de junio de 1924, a los 40 años, antes de emprender dicho proyecto.
Lo conocemos por su pluma, pero ¿quién era Franz Kafka? el mismo se definiría como taciturno, insociable, malhumorado, egoísta, hipocondríaco, un nerd.
Era tímido, asustadizo, introvertido, con una apetencia por lo sexual en ocasiones desmedida, pero siempre controlada; y sin embargo los libros que escribió fueron brillantes, pero crueles y dolorosos. Vio el mundo lleno de demonios.
Era un hombre y un artista con una conciencia tan escrupulosa que se mantenía alerta en todo momento y especialmente en lo que se refiere a las relaciones sociales.
Gestó una desazón y conflictividad psíquica interna constante, que oscilaba entre su miedo a morir y su rechazo a vivir, en un ambiente que percibía limitante, impositivo, autoritario y despótico, carente de orientación y cariño. Kafka con su obra y su vida, invita al lector a lograr un acuerdo psíquico personal para la convivencia diaria con uno mismo.
Sus tres hermanas perecieron en el holocausto provocado por los Nazis, una de ella en Auschwitz, mientras el leía ávidamente a Nietzsche, Darwin y Haeckel; sentía verdadero entusiasmo por el socialismo (especialmente en lo que se refiere al ideal de solidaridad) y entre sus autores favoritos destacaban, Flaubert, Dickens, Cervantes y Goethe.
Pero, este hombre que siempre escribió en alemán, tal vez por influencia de su madre que era germana, se constituyó en el principal baluarte del expresionismo literario. Había crecido en la bohemia occidental, en un tiempo que la influencia germánica era innegable, concebía al mundo desde una perspectiva critica a nivel universal, observaba la creciente deshumanización, la falta de empatía entre los seres humanos, un mundo donde prevalecía el egoísmo, la figuración superficial, donde la apariencia solía suplantar a la esencia, e incluso a la razón.
Su obra, plasma una realidad, tal vez demasiado oscura del siglo XX, pero de alguna manera cierta. Critica el mundo en que vive el hombre occidental, donde el entorno controla y estrangula la vida del ser humano. La indagación en la esencia de la existencia o el porqué de la existencia humana es constante, como en todo existencialista, aunque tal vez puede considerarse más bien un realista de lo existencial.
El gesto de amargura del hombre es, con frecuencia, sólo el petrificado azoramiento de un niño.
Franz Kafka
Franz Kafka dejó definitivamente atrás el realismo decimonónico al convertir sus narraciones en metáforas y parábolas de un inagotable simbolismo. Sus obras sumergen al lector en una pesadilla, repletas de angustias e incertidumbres que embargan al hombre de la llamada edad contemporánea. Sus escritos se caracterizan por una marcada inclinación metafísica y una síntesis de lo absurdo lleno de ironía, pero también, de una insufrible y agobiante realidad, lo que no oculta la óptica de brillantez.
Kafka se coloca a la cabeza de la renovación que emprendió el género novelístico en las primeras décadas del siglo XX, en la que también han de ubicarse grandes maestros como el francés Marcel Proust.
A pesar de su intrincada, a veces confusa y siempre compleja producción, sin lugar a duda, encontraremos a Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez, entre otros, los escritores influidos por la obra de Kafka.
En un mundo en el que la falsedad y la ignorancia, son pilares de una sociedad envenenada por la descalificación constante del otro y la mentira convertida en constructo de la realidad; donde el oscurantismo nacido de la ausencia de la reflexión y de conocimiento y asentado en culturas enraizadas en los relatos expresados por los dogmas de fe, donde la existencia misma del ser humano se ve envuelta en una simulación constante de la lucha por la vida, que dan lugar en realidad a una quimera, que acaba devorando su propia esencia, lo absurdo y lo deshumanizado, son los signos de la existencia de la sociedad en la que estamos inmersos.
El siglo XXI arrastra en su fragilidad, la inconsistencia, el desprecio a la ilustración y la muerte de las ideologías del siglo XX y tal vez ese insecto que transformó a aquel comercial Gregorio, protagonista de su metamorfosis, hoy se ha reproducido constituyendo un enjambre que infesta a todos nuestros entornos.
Tal vez es aquí donde encontramos la vigencia de Kafka, quien plasmó sus pensamientos, sus emociones más íntimas y su visión metafísica en su obra estrella “La metamorfosis”, publicada en 1915, gracias a su amigo Max Brod, a quien había conocido en su juventud en la Universidad de Praga, quien desoyendo sus deseos de quemar sus escritos y no publicarlo, él se lo brindó al mundo y pasó el resto de su vida ensalzando la figura de su fallecido amigo, al cual calificó como: «El más profético (y perturbador) cronista del siglo XX».
A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que
hay que alcanzar.
Franz Kafka
El ser humano, en tanto que animal social, no puede eludir su pertenencia en sociedad y su inevitable contribución a ella, de no hacerlo, el insecto en el que se ve transformado Gregorio, podría ser portador de un parásito que nos enferma a todos, como el trypanosoma cruzi, que trasportado por la cucaracha llamada vinchuca, genera el llamado mal de Chagas o la bacteria yersinia pestis, que desarrolla “la peste” tras la picadura de un roedor y así por la inacción, la ignorancia, el oscurantismo y los dogmas, las plagas reinan en la sociedad.
Kafka, fue autor de una decena de obras, escribió títulos como, “En la colonia penitenciaria” o la que escribiera de un tirón, entre las 22 h y las 6 de la madrugada, su obra “La condena” y otros relatos cortos o novelas como “El Proceso”, “El castillo y América” que también fueron publicadas póstumamente, gracias a su amigo, colega y editor Max Brod.
El poseer no existe, existe solamente el ser: ese ser que aspira hasta el último aliento, hasta la asfixia.
Franz Kafka
En La Metamorfosis, Kafka expone una visión respecto a la sociedad moderna que es alienante, denigrante, llena de gente egocentrista y discriminatoria, y donde los individuos son juzgados por su utilidad y productividad en lugar de por sus conocimientos, su esencia o su valor intrínseco. La transformación de aquel agente comercial Gregorio Samsa en insecto representa la deshumanización que ocurre cuando una persona deja de ser útil y productiva, y cómo esto la convierte en una inutilidad para la sociedad y una carga para sus seres queridos, quienes lo rechazan y aíslan.
Permítaseme ahora que, al cierre, utilice la siguiente reflexión:
“No acepten lo habitual como cosa natural, pues en tiempos de desorden sangriento, de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer imposible de cambiar.”
*Andrés Cascio, Doctor, Psicólogo Clínico y Social, Conferenciante y articulista. Profesor retirado de la Universidad de Barcelona, ha sido experto internacional y Catedrático de la Escuela de Especialización de la O.E.A. director de Proyectos de UNICEF (Panamá)1976 y del Fondo Social Europeo. España. 1987/1995. Profesor invitado de distintas Universidades de España y América Latina. Co presidente del Club de opinión Liber Cogitatio – Co director de la Revista Summ Cuique Ius del Supremo Consejo Masónico de España.















