
(Relato de Mario Raimundo Caimacán)
A Martín Heidegger
Martín H no era un prisionero común, era el último sobreviviente del círculo íntimo del infame Adolfo H, el suicida Dictador genocida que desató la última guerra de conquista, desatada por la tesis falsa de ser ellos, de creerse ellos, la inexistente “raza superior”, guerra de revancha que también perdieron, ratificando la falsedad de dicha tesis, al ser otra vez derrotados, ésta vez totalmente vencidos, conquistados, desarmados, ocupados, aplastados por los supuestos “hombres inferiores”, realidad inaceptable para Martín H y causa de su prolongada, extendida prisión, porque prefirió continuar prisionero antes que ser excarcelado, liberado, porque su sentencia exigía como requisitos, además de veinte años mínimo de prisión efectiva, ser “rehumanizado”: Emitir una declaración de arrepentimiento, solicitar perdón, reconocer culpas y la igualdad de los seres humanos, que no existen “razas superiores” ni “razas inferiores”, que solo existe la raza humana, y reconocer expresamente el error, la falsedad, la inmoralidad y la criminalidad de las tesis racistas y genocidas.
Martín H tenía un retorcido “sentido del honor” (apoyó a dictadores, asesinos y genocidas) y decidió no apostatar de su errado credo, no ser un falso renegado, un fingido arrepentido, como aconteció con la mayoría de sus hipócritas compañeros ideológicos. Además, Martín H, antes de la derrota y extinción de su efímero Reino Eterno e Invencible, era considerado “un filósofo” y nunca aceptó estar equivocado ni culpa de ningún delito.
La aplastante derrota sufrida por su Amado Líder (“Fuhrer” significa “líder”) nada alteró las inconmovibles creencias, convicciones, principios y fe diabólicas de Martín H, orgulloso de su “coherencia, sinceridad, resistencia y valor”, en realidad perversidad y contumacia, para enfrentar la “temporal” derrota, porque gustaba llamar así, “temporal”, a un hecho permanente, absoluto, definitivo.
A él nadie lo vería llorar asustado pidiendo clemencia a los “hombres inferiores” que lo derrotaron, juzgaron, condenaron y encarcelaron; tampoco se suicidaría porque sería reconocer alguna culpa o arrepentimiento y él no era culpable de nada ni se arrepentía de nada; tampoco sería un perjuro, un renegado, un apóstata de sus creencias, como esos infelices científicos que se convirtieron en indignos adulantes de los vencedores, así pensaba Martín H y por éstos pensamientos aún continuaba prisionero, mientras todos los otros convictos de crímenes de guerra y contra la humanidad, los otros genocidas o colaboradores o cómplices de genocidas que no fueron condenados a la horca o prisión perpetua, ya estaban libres desde hace muchos años, incluso algunos eran “importantes”, protegidos por un manto de olvido y desmemoria.
Ya tenía 80 años, 25 años preso, sobrevivió a sus camaradas condenados a prisión perpetua y solo le quedaba su orgullo, ser el inquebrantable “último hombre de la raza superior”. Además ¿Qué haría de sucumbir ante la libertad humillante que le ofrecían? La Universidad de la que fue Rector impuesto por el mismo Adolfo H, al perderse la guerra le retiró todos los honores y distinciones académicas, lo excluyó del cuerpo de profesores y lo repudió públicamente, llamándolo “vergüenza nacional” e “incapaz de formar juventudes”, a él, que formó a tantos jóvenes para las filas del Partido, ahora proscrito, declarado organización criminal. También le revocaron todos sus títulos y grados universitarios, ya no era formalmente ni Filósofo ni Doctor y sus libros son considerados basura, simple palabrería hueca conforme a los criterios académicos de los vencedores democráticos, o peor, incitación, propaganda, apología y pseudo justificación de guerras, racismos y genocidios.
Martín H podía leer los periódicos, leer libros sin censuras (él, que tantos libros censuró y ordenó quemar) y tenía radio y televisión en su celda. Él creía que era una estrategia del enemigo para convencerlo de retractarse, que sintiera deseos de salir de prisión, que ese deseo creciera cada día, y por eso, durante 30 años, les dijo muchas veces a sus carceleros militares de distintas etnias -que él llamaba “razas” y creía intencional tal variedad étnica para “su mayor humillación”– que él estaba preso por ser “un filósofo” y no un inventor de armas, que vieran a von Braun, quien inventó las bombas voladoras que mataron a millares y ahora era “un héroe democrático” por facilitarles la construcción de cohetes para lanzar sus bombas atómicas y hasta llevarlos a la luna; el científico de los cohetes, jefe de un complejo industrial que contó con esclavos, civiles y prisioneros de guerra, era ahora “un héroe del mundo libre”.
¿A mí, cuáles culpas me señalan mis verdugos? Se me acusó de informar a la policía secreta de mi país la existencia de un grupo de “hombres inferiores” escondidos entre el profesorado de la Universidad donde era Rector, que violaban nuestras leyes raciales y eso no es delito, al contrario, era mi obligación y una conducta virtuosa en bien del Estado y de nuestra “raza superior”. También me acusaron de promover las leyes raciales, instrumentar la reforma universitaria para someter nuestras Universidades al Partido y hacer proselitismo, propaganda y apología a favor de nuestro Amado Líder, Adolfo H, y ejercer mi libertad política, expresar mis opiniones y asociarme, afiliarme a un partido político y apoyar su programa, según mis preferencias, tampoco es delito, y solo prueba que mi injusta prisión es simple retaliación política, porque de ganar nosotros la guerra, yo sería el juez y ustedes los prisioneros. A mí me persiguieron con saña por ser una figura relevante de la academia, filósofo renombrado, pero a los jueces que aplicaron las leyes raciales y condenaron a los opositores nunca los tocaron, gozaron de impunidad absoluta y ahora pretenden ser “implacables justicieros” en su mal montado teatro, que persigue secretarias -ancianas hoy, entonces adolescentes- y salvó peces gordos. Siempre fuí un civil dedicado al trabajo universitario y cada día que pase injustamente prisionero de ustedes, es una derrota para su sistema político y la farsa que llaman sistema judicial, al que nunca me someteré. Nos llaman racistas como llamarnos delincuentes ¿No son racistas los anglosajones de Estados Unidos contra los negros, aborígenes, orientales y latinoamericanos? ¿No son racistas y esclavistas los blancos de raíces británicas y holandesas de Sudáfrica, creadores del Apartheid? ¿Cómo trataron los belgas y su famoso Rey Leopoldo II a los negros del Congo? ¿Cómo tratan británicos y franceses a los indígenas de sus dominios y colonias? ¿Cómo tratan a los niños indígenas del Canadá? No somos tan diferentes, porque entendemos que nos degeneramos al mezclarnos con “razas inferiores”. Así pensaba el degenerado Martín H hasta el día que la verdad le fue revelada.
Sucedió la víspera de cumplir 85 años, mientras un grupo de activistas solicitaban firmas para presentar al Congreso una petición de clemencia para liberarlo, argumentando su edad, impetrando tal medida humanitaria, para no ser crueles como los genocidas de la generación maldita del ahora débil e inofensivo anciano, preso ya 30 años. Petición de clemencia, súplica humanitaria que fue enérgicamente rechazada por Martín H, quien dijo, soberbio ante las cámaras de televisión, en una entrevista en vivo para un popular noticiero, que él estaba perfectamente lúcido, con su memoria intacta, con plenas facultades mentales, y jamás se arrepentiría de sus ideales nacionalistas, ni de las “justicieras ejecutorias de su Amado Líder” y confiaba que en el futuro su “raza superior” vencería y todas las otras serían borradas de la Tierra y se impondría el Reino Eterno que profetizó su Amado Líder Adolfo H. Escuchadas sus sinceras y emponzoñadas palabras por una audiencia asombrada, la petición de clemencia fue retirada y nada más se dijo. Martín H era el canalla de siempre y ya no le importaba esconderlo, como antes escondió por cobardía sus “Notas Secretas”, diarios y anotaciones privadas, con la secreta esperanza que la posteridad lo reivindicaría (lo condenó). Esa misma noche Martín H soñó éste sueño:
–¿Quién eres tú? ¿Dónde estamos? ¿Qué hacemos aquí?
-Éstas aquí para que conozcas tú mismo una verdad. Éstas tierras son la frontera entre Roma y una tribu bárbara en la que están presentes algunos de tus antepasados. Éste es el año 258 después de Cristo y yo soy un arcángel. Nadie puede vernos ni oírnos y nosotros podemos ver y oír todo.
–¡Esto es imposible!
-Imposible para tí, que eres ateo por creer las locuras de un demente sifilítico a quien llamas filósofo y maestro, para Dios es simple.
–¿Eres Dios?
-Ya te dije que soy un arcángel y actúo según sus instrucciones.
–¿Así que Dios existe, pero necesita ayudantes?
-Es Todopoderoso pero no le gusta la soledad y así nos tiene ocupados. Y tú no tienes méritos para verlo, aún.
–¿Aún? ¿Lo veré después?
-Eso depende de tí. Es tu voluntad, tu libre albedrío, el hacer los méritos o continuar acumulando oprobios.
-¿Por qué me insultas e insultas la memoria de mí maestro Nietzsche? ¿Por equivocarnos al decidir ser ateos, merecemos maltratos?
-¿Te sientes maltratado por escuchar verdades? ¿Tú, racista instigador de genocidios? Ahora entiendo por qué, entre tantos arcángeles, Dios me escogió para ésta desagradable tarea. Soy aficionado lector de lo que la Humanidad llama Filosofía y tú me eres antipático por tus crímenes, no por tu ateísmo. Lo que dije del desdichado Nietzsche son verdades, no insultos: Murió loco, en un manicomio, y la causa de su locura fue la sífilis. Me resulta inexplicable que admiren al atormentado Nietzsche, no un ateo sino un perturbado mental predicador de la involución a la barbarie y la abolición de la dignidad, la fraternidad y la compasión humanas, quien en delirios mesiánicos ambicionó ser un heresiarca y sustituir al Cristianismo por una religión artificial enemiga de la igualdad y la solidaridad humanas, promotora de guerras, destrucción y exterminio, que pretendió inventar en su locura. Nietzsche en “Así habló Zaratustra” imitó el estilo de los profetas bíblicos y tu alucinado maestro no dijo “Dios no existe”, como diría un ateo, dijo “Dios ha muerto, lo mató el hombre, quien tiene sus manos manchadas con su sangre”. Imagina el descomunal sentimiento de culpa que pretendió crear para fundar su religión sustituta, manipulando a la Humanidad, ya abrumada por la atribuida culpa de la crucifixión. Nietzsche fue un heresiarca fracasado quien buscó nuevas ovejas, nuevos prosélitos, nuevos creyentes. No era propiamente ateo, fue un hombre muy confundido, desde niño resentido enfermizo contra Dios por la muerte lenta y dolorosa de su padre, pastor protestante, por un cáncer. Y su mente debilitada por la sífilis naufragó al perder el sentido de la realidad, hundiéndose en la locura. ¡Cuántos hombres son domesticados seguidores de enfermos mentales! Sus tesis del “Superhombre”, “La Voluntad de Poder” y “La Moral del Amo” son antihumanas y Nietzsche goza de inmerecida fama de originalidad ante las masas ignorantes, porque desconocen que las tesis del “Eterno Retorno”, nacida de supersticiones astrológicas, el Ateísmo y “su” Existencialismo Nihilista, fueron expuestas hace dos mil años por filósofos de la Antigüedad Griega, sus maestros. El errado Nietzsche, apóstata anticristo, estudió filología y filosofía griegas, fue helenista, y paradójicamente, su enorme influencia sembró de irracionalidad, ignorancia y catástrofes la política del siglo XX y de maravillas su arte.
En un instante estaban dentro de una tosca choza o cabaña de troncos en una miserable aldea, y dentro, una familia de bárbaros comía en el piso, con las manos.
-Allí están algunos de tus antepasados, tu “raza superior” que aún no tiene escritura, que carece de alfabeto y será Roma quien le dé uno y le muestre la civilización, la rescate del atraso y las tinieblas de la ignorancia primitiva.
–¿Ésta gente casi salvaje son mis antepasados? ¡No puedo creerlo!
-Algunos de tus antepasados. No necesito mostrarte todo. Solo no olvides que tu “raza superior” vive en ésta precariedad, en forma tan primitiva, rudimentaria, mientras los romanos han construido desde hace siglos grandes ciudades con magníficos edificios, acueductos, carreteras, bibliotecas, teatros, monumentos, y tienen barcos, puertos, faros, y sus hombres continúan la tradición griega de acumular conocimientos y reflexionar sobre filosofía, política, ciencias, literatura, música, teatro, poesía, danza, las artes en general.
–¡Yo soy un gran filósofo!
-Nunca lo fuiste, solo repites mentiras e inventas galimatías, palabras huecas. Puedes engañar ilusos, pero nada sabes de sabiduría. ¿Cómo pretendes ser un amigo de la sabiduría, buscador de la verdad, siendo solo un racista enemigo de la Humanidad, veleidoso repetidor de disparates y seguidor de locos, homicidas y genocidas? ¿Superhombres, Voluntad de Poder, Moral del Amo, Exterminio de Subhombres? ¡Delirios para perpetrar crímenes imperdonables! Me recuerdas al fraude nombrado Carl S, tu compañero de Partido, surgido como tú, de una reacción conservadora contra el determinismo marxista y sus reduccionistas tesis de La Lucha de Clases. A tí los carentes de entendimiento te creen “filósofo”, a él lo creen “jurista”, aunque fue otro apologista de la Dictadura y el Totalitarismo, otro aberrado fascistoide incitador o justificador de guerras, matanzas y genocidios. Otro amanuense buscador de amo, adulante leguleyo mercenario y tinterillo cagatintas que involucionó a la barbarie de la caverna, llamó “soberano” al jefe de tribu y declaró, en su servil delirio, que el criminal “Líder” Adolfo H era “el Derecho”, imitando al absolutista rey francés Luis XIV.
Después estaban en un moderno laboratorio de genética humana y Martín H fue sometido a pruebas sanguíneas de análisis genético que determinaron que 2,98% de su material genético era Neandertal, de origen europeo, y 97,02% era material genético de Homo Sapiens, de origen africano.
–¿Que soy mayormente africano y desciendo de cavernícolas? ¡Es absurdo!
-Los Neandertales y los Homo Sapiens son especies humanas, que incluso se mezclaron, y todos los Homo Sapiens tienen sus orígenes en África. ¿Nunca leíste con atención La Odisea? ¿Piensas que Homero no tenía motivos para cantar repetidas veces “hombres de palabra articulada”? Existieron “hombres sin palabra articulada” y en tiempos de Homero aún persistían sus recuerdos, los recuerdos de tiempos compartidos por especies humanas contemporáneas y los Neandertales son el origen remoto de los gigantes, ogros y jayanes que existen en las mitologías de distintos pueblos, que así perpetúan éstos vestigios o reliquias de una especie humana ya extinta que en una época anterior compartió el mundo con la humanidad actual.
Y al instante se trasladaron otra vez en el tiempo y en el espacio y presenciaron las matanzas de civiles indefensos de “razas inferiores” en un campo de exterminio durante la bestial guerra de Adolfo H.
-Ésto es parte del Infierno en la Tierra que creó tu “raza superior”. Ve como los alucinados criminales de tu “raza superior” se degradan a ser peor que animales, bestias inhumanas, brutales violadores de niñas y mujeres, desalmados asesinos de bebés, niños, mujeres, hombres, ancianos, de todo ser humano. Son imperdonables genocidas, seres abyectos, aberrados morales. Vive la vergüenza, vive el oprobio, presencia ésta inenarrable ignominia por mil años, como dijo duraría su reino Adolfo H, el perturbado criminal que admiraste como líder, a quien te sometiste voluntariamente, demostrando tu insensatez, tus limitaciones intelectuales de mentecato y engreído simulador, tu verdadero carácter de vasallo, tu perversión moral, tu abismal pequeñez, tu naturaleza corrupta y corruptora, el gigantesco fraude que eres, Martin H. Te conozco y no soy un impresionable ser humano sometido a las mentiras y manipulación que te elevaron temporalmente a “genio filósofo”. Eres un hombre miserable y un gran embaucador, una personificación del oprobio, un fraude absoluto y total. Espero que Aquí puedas recordar todo el mal que hiciste, todas las muertes que provocaste, todas las persecuciones que apoyaste, todas las desgracias que determinaste y te beneficiaron o alegraron, todas tus ingratitudes, tus traiciones y tus bajezas, todas tus felonías. Y espero que esos recuerdos te permitan reflexionar y arrepentirte mientras estés Aquí.
–No entiendo ¿Permaneceré mil años en éste horroroso lugar, en éste campamento infernal?
-¿Esperabas el Infierno de Homero, de Dante y Botticelli, de El Bosco, de Quevedo, de Milton o el benigno de Swedenborg y Blake? Te dije que soy un arcángel, aquellos que estamos autorizados por Dios para bajar a los infiernos y combatir a los demonios, y tú eres un hombre que voluntariamente te transformaste en demonio. Nunca te arrepentiste y ya se acabó tu tiempo. Éstas muerto. No despertarás más y tu alma la conduje primero por el mundo de los hombres, todos hijos de Dios e iguales en dignidad, para que veas lo terriblemente equivocado que estás y tu primera penitencia es estar aquí mil años, los mil años que vociferó duraría su Tercer Reino el criminal que admiraste como héroe, después Dios verá.
Martín H nunca despertó de ese sueño que terminó en pesadilla. Esa mañana de su cumpleaños número 85, sus carceleros encontraron su cuerpo inerte, frío, con un grotesco rictus de espanto, casi de terror. Anunciaron su muerte y fue enterrado en un cercano cementerio, en una discreta ceremonia a la que asistieron solo unos pocos carceleros, por deber o por misericordia, y un escritor contemporáneo y soñador (quien soñó que Dios impartió Justicia Divina), nieto memorioso de uno de los colegas profesores universitarios que murieron torturados por la policía secreta a raíz de una delación de Martín H, a quien le esperan mil años en “el paraíso” soñado por “su raza superior”, exterminio que promovió y ahora le repugna y atormenta, porque el fanatismo, la ignorancia y estupidez del racismo les impidió al abominable Adolfo H y demás criminales, ver y entender que la “raza superior” era ya una mentira delirante refutada por Jesse Owens en las Olimpiadas de 1936, Albert Einstein en 1905 con E=mc2, por los Bronces de Benín desde el siglo XIV, Tenochtitlan en el siglo XVI y por el general Sun Tzu con El Arte de la Guerra, quinientos años antes de Cristo. ¡Qué idiotas son quienes como tú y tu “Líder”, niegan la realidad!
Desde que le vendió su alma al perverso Adolfo H, el envilecido Martín H se convirtió en una vergüenza eterna para la Humanidad, porque no actuó por ignorancia, lo guió su maldad, su egoísmo, su racismo, su “voluntad de poder”. Las generaciones futuras se preguntarán ¿Cómo pudo el oprobioso Martín H ser considerado alguna vez un filósofo, sí él representa la negación de la Filosofía? Nunca fue Martín H amigo ni amante de la sabiduría, fue un execrable embaucador, charlatán adorador del error y el poder, perseguidor, delator, oportunista, codicioso, una desgracia humana. Y su paquidérmico libraco, escrito en su cómoda cárcel, que pensó le daría inmortalidad filosófica o literaria, está destinado al olvido (a pesar del entusiasmo de deslumbrados incautos), como su Ser, como él mismo, cuyo nombre será borrado por el Tiempo, quizás como un acto de misericordia, de piedad, de compasión, de generoso e inexplicable Perdón Divino, para borrar la repugnante, la fea y sucia mancha que fue, la Nada que fue Martín H.
Esta es una de las historias ficticias creadas por David B sobre el infame nazi Martín H, quien denunció a su abuelo Arturo S -asesinado en Auschwitz- ante la Gestapo por sus raíces judías. Sumergido en la realidad virtual de su avanzada computadora, David B logra que Dios imparta justicia y merecido castigo al envilecido Martín H, la basura racista quien murió impune y admirado como “gran filósofo”, no obstante ser un ferviente admirador y colaborador del abominable criminal Adolfo Hitler y perpetrador de varios crímenes que jamás fueron castigados, por la indulgencia e hipocresía que favoreció a muchos criminales nazis y filonazis después de la victoria aliada de 1945, injusticia eterna contra sus millones de víctimas, injusticia alimentada por el casi inmediato enfrentamiento con el imperialismo expansionista de los comunistas soviéticos, el deseo de alemanes y austriacos de olvidar el criminal pasado Nazi y el interés de muchos aliados, auxiliares y cooperadores de los Nazis de varios países de Europa ocupados por los Nazis de negar, ocultar o minimizar su participación junto a los Nazis en crímenes contra la Humanidad.
En la próxima simulación virtual David B fusilará a Martín H, aunque ahora tiene el proyecto de escribir un ensayo documentado sobre su participación en la Alemania Nazi (1933-1945), que titulará “Martin H: ‘El Filósofo’ Nazi, Impune Perseguidor de Judíos”. Piensa combatir así, en la realidad real, el insensato endiosamiento de un Nazi de corazón y uniforme. Cerebro no tenía mucho, solo para desplegar su afición al mal y sus dotes de embaucador, como los pasados y los actuales neonazis y fascistas, encubiertos y descubiertos, como el infame Putón, Pitón, Pitín o como quiera que se llamó El Carnicero de Ucrania ¿Cómo se les ocurrió, en un país sobreviviente de una larga dictadura totalitaria, elegir de gobernante democrático a un tipejo esbirro de la criminal policía política de tal dictadura? Otra dictadura, otro delirante mequetrefe creyéndose Pedro El Terrible, otro peligroso tiranuelo ladrón, asesino cruel, verdugo a sangre fría y genocida, otras guerras y matanzas, era lo esperado con una mierda en el poder. La humanidad es tan irracional e ilusa, pensó David B. Algunos de los irracionales, ilusos o ignorantes admiradores del “filósofo” seguramente intentarán refutar su ensayo y alabarán “la inocencia, la sabiduría y la naturaleza angelical del filósofo Martín H, y querrán librar su figura histórica de toda culpa por escribir sus pazguatadas”, argumentando que David B no puede ser imparcial ni objetivo porque uno de sus abuelos era judío, uno de los más de seis millones de judíos asesinados bestialmente en el Holocausto perpetrado por los Nazis, quienes también asesinaron a gitanos, a los niños y adolescentes a quienes llamaron “bastardos de Renania”, a discapacitados, a sus adversarios políticos y a los integrantes de otras minorías, además de los pueblos masacrados en sus guerras de conquista ¿Olvidan o ignoran los ignorantes, los ilusos, los irracionales y los neonazis y todo tipo de fascistas, que la verdad de los hechos no depende de la parcialidad o imparcialidad de un narrador?
Relato de Mario Raimundo Caimacán
(Publicado en
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