Breda

Enrique Fraguas

El asedio de Breda (1625) – Desarrollo militar y consecuencias

El sitio de Breda en 1625 se inscribe en la fase posterior a la Tregua de los Doce Años (1609-1621) de la Guerra de los Ochenta Años, en pleno reinado de Felipe IV. Tras reanudarse la guerra en 1621, la Monarquía Hispánica buscaba retomar la iniciativa en Flandes contra las Provincias Unidas, apoyándose además en la coyuntura de la Guerra de los Treinta Años en Europa. Breda era una plaza fuerte de gran importancia geoestratégica en Brabante, controlando rutas fluviales (río Mark) y caminos clave entre los Países Bajos rebeldes y los territorios leales a España. Recuperar Breda suponía proteger el Brabante español de incursiones holandesas y abrir la puerta a futuras conquistas en la región. Además, la corona española buscaba una victoria resonante para reforzar su posición en eventuales negociaciones de paz, por ejemplo exigiendo libertad de culto para católicos en la República y el fin del bloqueo del río Escalda. En este contexto, Felipe IV encomendó la operación a su mejor general, el genovés Ambrosio de Spínola, al frente del prestigioso ejército de Flandes.

Fuerzas involucradas en ambos bandos

El asedio enfrentó a un importante contingente del ejército español de Flandes contra la guarnición holandesa de Breda y sus aliados. Spínola concentró alrededor de 18.000 soldados de los tercios españoles (incluyendo veteranas compañías españolas, italianas, valonas y alemanas), apoyado por oficiales destacados como Carlos Coloma o el marqués de Leganés. Por su parte, la plaza de Breda estaba defendida por cerca de 7.000 hombres bajo el mando del gobernador Justino de Nassau, miembro de la casa de Orange. La guarnición incluía tropas de las Provincias Unidas y también contingentes aliados ingleses, franceses y escoceses al servicio holandés. Durante el sitio, los rebeldes trataron de enviar fuerzas de auxilio: en febrero de 1625 una expedición de 6.000 ingleses dirigida por Ernesto de Mansfeld, junto con 2.000 daneses, intentó socorrer la ciudad, pero fue rechazada por las tropas de Spínola que controlaban los accesos. Otro cuerpo de 7.000 soldados holandeses también fracasó en romper el cerco. En suma, Breda fue sitiada por un ejército superior en número y recursos, mientras sus defensores, aunque tenaces, quedaron aislados sin recibir refuerzos ni víveres.

Tácticas de Spínola y desarrollo del sitio

Ambrosio de Spínola llevó a cabo un asedio metódico y ejemplar, aplicado con las técnicas más avanzadas de la época. Desde el inicio (noche del 28 de agosto de 1624), Spínola realizó maniobras de distracción en la zona para confundir a los holandeses y luego invistió repentinamente Breda, estableciendo un cerco firme. El objetivo principal fue cortar todo suministro a la ciudad: los españoles construyeron líneas de circunvalación con trincheras, baluartes y fuertes de campaña alrededor de Breda para aislarla completamente. Spínola incluso inundó los terrenos circundantes abriendo esclusas y anegando los accesos, de modo que las fuerzas de socorro no pudieran acercarse ni introducir víveres. Al mismo tiempo, sus ingenieros practicaron minas y túneles bajo las defensas para volarlas, mientras los sitiados cavaban contraminas para frustrar estos intentos. Ambas partes soportaron así una amarga guerra de desgaste, con escaramuzas constantes en torno a las líneas y penurias crecientes dentro de la ciudad. Spínola rehusó asaltar frontalmente la fortaleza –muy bien artillada y con bastiones modernos–, optando por rendir por hambre a la guarnición. Dentro de Breda se impuso un estricto racionamiento durante los casi 10 meses de asedio, agotándose lentamente las provisiones. Los intentos holandeses de liberar la plaza chocaron con la eficaz defensa en profundidad de Spínola, que había apostado destacamentos en los caminos clave y rechazó a las columnas inglesas y neerlandesas que intentaron forzar el cerco. La táctica paciente de cerco hermético dio sus frutos: hacia mayo de 1625, la situación dentro de Breda era insostenible, con la población y los soldados debilitados por el hambre y la enfermedad.

Desenlace militar y rendición de la ciudad

Tras una defensa tenaz que las crónicas calificaron de heroica, Breda finalmente capituló el 5 de junio de 1625. El gobernador Justino de Nassau, exhausto y sin víveres, acordó la rendición con honores. Spínola, cuyo prestigio creció enormemente por esta victoria, mostró una actitud magnánima hacia el enemigo vencido. Siguiendo sus órdenes, los defensores fueron respetados y tratados con dignidad. La guarnición holandesa e inglesa pudo evacuar la plaza formada en orden militar, con las banderas desplegadas y las armas al hombro, en reconocimiento a su valiente resistencia. Según relatan los testigos, el propio Spínola esperó a Nassau fuera de las puertas y lo saludó cortésmente en el momento de la entrega, sin exigir un gesto humillante de rendición. (De hecho, el célebre cuadro Las lanzas de Velázquez inmortaliza esa escena de encuentro respetuoso entre ambos generales). Los sitiadores, embarrados y fatigados tras meses en las trincheras, observaron con asombro que sus adversarios lucían en mejor estado al salir, pues habían resistido bajo techo hasta agotar el pan disponible el último día. Con la evacuación de la guarnición y la entrada de los tercios españoles, Breda volvía a dominio de la Monarquía Hispánica tras 35 años en manos holandesas (los rebeldes la habían tomado en 1590 mediante un ardid). Pocos días después de la rendición, la Infanta Isabel Clara Eugenia (gobernadora de los Países Bajos españoles) visitó la ciudad y ordenó restaurar el culto católico tras décadas de Calvinismo. La caída de Breda supuso así un gran triunfo militar para España, conseguido a costa de miles de bajas en ambos bandos y de una costosa campaña de sitio.

Consecuencias políticas y diplomáticas

La toma de Breda fue recibida con júbilo en Madrid y en las cortes europeas aliadas de España. En la capital española, Felipe IV –que inicialmente había dudado de la conveniencia de asediar Breda– celebró la noticia como una gran victoria, al igual que su valido el conde-duque de Olivares. Este éxito, junto con otras victorias de 1625, marcó el “annus mirabilis” de la Monarquía Hispánica. En efecto, en ese año los españoles no solo lograron la rendición de Breda, sino también la recuperación de Salvador de Bahía en Brasil (arrebatándola a los holandeses), la exitosa defensa de Cádiz frente a una flota inglesa, el rechazo de un ataque holandés en Puerto Rico y el socorro de Génova contra franceses y saboyanos. Breda brilló como la más resonante de estas victorias, generando de inmediato una avalancha de propaganda literaria y artística para ensalzar a los vencedores. En Madrid, el dramaturgo Calderón de la Barca estrenó pocos meses después la comedia El sitio de Bredá glorificando el triunfo. Pintores como Velázquez (con La rendición de Breda, 1635) y Pieter Snayers, o grabadores como Jacques Callot, difundieron por Europa imágenes del sitio y la capitulación, destacando la clemencia y el honor con que Spínola trató al vencido. Diplomáticamente, la victoria reforzó temporalmente la posición española en las negociaciones internacionales: España podía reclamar desde la fuerza, exigiendo por ejemplo tolerancia para los católicos en Holanda y otras concesiones. Por el lado de las Provincias Unidas, la caída de Breda supuso un duro golpe moral y estratégico. Perdían una fortaleza clave y sufrían la muerte ese mismo año de su comandante Mauricio de Nassau (fallecido de enfermedad durante la campaña), lo que provocó cambios en el liderazgo neerlandés. Sin embargo, lejos de rendirse, la república holandesa se mantuvo decidida a prolongar la resistencia, recurriendo a apoyo externo y preparando contraofensivas en cuanto la situación lo permitiera.

Consecuencias a medio plazo y equilibrio del conflicto

Aunque Breda significó el punto álgido de la ofensiva española, a medio plazo no alteró decisivamente el curso de la guerra. En los años inmediatos tras 1625, la Monarquía Hispánica no aprovechó plenamente la ventaja obtenida. El conde-duque de Olivares, preocupado por las finanzas y reacio a los costosos asedios, cambió de estrategia: en lugar de explotar la victoria con nuevas conquistas territoriales en las Provincias Unidas, prefirió una guerra de corso y bloqueo comercial para ahogar la economía holandesa. Spínola, triunfador de Breda, fue llamado a Madrid en 1627 e intentó disuadir a Olivares de esa estrategia, pero cayó en desgracia; cansado y humillado, no regresó a Flandes. Sin el genio de Spínola en el campo, la iniciativa española se enfrió. Por su parte, los holandeses aprovecharon la pausa para reorganizarse: su situación financiera mejoró (notablemente tras capturar Piet Hein la flota española de plata en 1628) y pudieron ampliar su ejército. Así, en 1629 la balanza comenzó a inclinarse en sentido opuesto cuando el nuevo estatúder Federico Enrique de Orange lanzó una contraofensiva. Ese año los holandeses tomaron la fortaleza de ’s-Hertogenbosch (Bolduque), rompiendo el cinturón defensivo español en Brabante. Esta derrota marcó el fin del cerco estratégico que España intentaba imponer por tierra a la República. A partir de entonces, la guerra en Flandes entró en una fase de desgaste para España: la falta de fondos y la apertura de nuevos frentes (por ejemplo, la guerra con Francia desde 1635) obligaron a los tercios a pasar a la defensiva. Breda permaneció en manos españolas solo hasta 1637, cuando Federico Enrique la volvió a conquistar para las Provincias Unidas. En perspectiva, el asedio de 1625 fue una de las últimas grandes victorias españolas en la Guerra de los Ochenta Años. Si bien prolongó la contienda y dio a España cierto respiro, no impidió que el conflicto continuase otros veinte años, concluyendo en 1648 con la independencia definitiva de los Países Bajos. El equilibrio global de la guerra, por tanto, no se decantó totalmente tras Breda: la victoria española resultó importante pero no decisiva, y el impetuoso contraataque holandés en los años 1630 terminó por neutralizarla.

Impacto en la imagen de Felipe IV y sus generales

La rendición de Breda tuvo un impacto considerable en la imagen pública de Felipe IV y sus comandantes, tanto en España como en el resto de Europa. Para el joven Felipe IV (en el trono desde 1621), el triunfo de 1625 fue un espaldarazo a su prestigio como monarca en guerra. La corte de Madrid presentó la toma de Breda como prueba del renovado poderío de la Monarquía Católica, tratando de revivir la “formidable reputación” que el ejército español había tenido en tiempos de Carlos V. Olivares mandó decorar el nuevo Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro con grandes pinturas de las victorias de su reinado, colocando La rendición de Breda como pieza central dada su importancia simbólica. En la obra de Velázquez –encargada una década después para glorificar la campaña– se representa a Spínola recibiendo las llaves de la ciudad con benevolencia, enfatizando la clemencia y grandeza del general victorioso. Este gesto magnánimo, destacado también por cronistas contemporáneos como el padre Herman Hugo, proyectó la imagen de un ejército español caballeroso e invencible, guiado por líderes virtuosos. Spínola en particular alcanzó fama europea tras Breda, considerado por amigos y enemigos como uno de los grandes capitanes de la época. Los príncipes y mandatarios extranjeros siguieron con atención el asedio y quedaron impresionados por la caída de una plaza tan sólida. A corto plazo, la victoria elevó la moral española y reforzó la autoridad de Felipe IV sobre sus dominios, consolidando la confianza en sus generales. Sin embargo, esta aureola tendría sus límites: con el paso del tiempo, los reveses militares –especialmente la derrota en Rocroi (1643) contra Francia, que quebró la mítica invencibilidad de los tercios– acabarían disipando aquella imagen gloriosa. Pese a ello, Breda quedó en la memoria colectiva como un emblema de la épica militar española del Siglo de Oro, reflejando tanto el momento culminante del joven Felipe IV y de Spínola, como el inicio del ocaso estratégico que seguiría en las décadas posteriores.

Fuentes: El contexto y desarrollo del asedio se han sintetizado a partir de las obras citadas y crónicas de la época, incluyendo la Obsidio Bredana (1626) de Herman Hugo. (artículo Sitio de Breda (1625), destacado en neerlandés) para cifras y hechos contrastados, complementados con análisis modernos de historiadores (por ejemplo, Á. Claramunt en Desperta Ferro). Las consecuencias e interpretación provienen de estudios académicos sobre la Guerra de Flandes, así como de fuentes primarias recogidas en la Colección de Documentos de Indias y obras del Museo del Prado sobre la propaganda artística del reinado de Felipe IV. Estas referencias garantizan la fiabilidad de la información presentada.

Grado Historia y Arqueología, Masterando Profesor UCJC, Máster HIstoria Dirección Museos (U. La Laguna/ULGC)

  • Related Posts

    Rafael Martínez: cultura, patriotismo y socialismo

    Eduardo Montagut Rafael Martínez López constituye una figura fundamental en la Historia de la educación en España. Participó en la creación de la Sociedad de Obreros del Ferrocarril del Mediodía en 1899, habiendo ingresado unos años antes en la Agrupación…

    El cantonalismo

    Eduardo Montagut El cantonalismo fue un movimiento que planteó una alternativa a la organización centralista de España y defendió una serie de profundas reformas sociales en su tiempo. El cantonalismo fue un movimiento de insurrección que tuvo que ver con…

    Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

    ARTÍCULOS

    Isidora cumple 20 años ¡hoy!

    Isidora cumple 20 años ¡hoy!

    Fuego y patrimonio cultural: ¿cómo conservar lo irremplazable tras un incendio?

    Fuego y patrimonio cultural: ¿cómo conservar lo irremplazable tras un incendio?

    Zugazagoitia i el judici al passat

    Zugazagoitia i el judici al passat

    La represión de los testigos de Jehová en el tardofranquismo

    La represión de los testigos de Jehová en el tardofranquismo

    Cuando se quemaban libros en la posguerra

    Cuando se quemaban libros en la posguerra

    Los objetivos de la revista “Vida Socialista”

    Los objetivos de la revista “Vida Socialista”

    El hambre para Clemenceau

    El hambre para Clemenceau

    ¿Qué son los pasquines?

    ¿Qué son los pasquines?

    Continúa cerrado el baño en Melenara por precaución tras un vertido en la costa

    Continúa cerrado el baño en Melenara por precaución tras un vertido en la costa

    Por una relación nueva entre América y España en la República

    Por una relación nueva entre América y España en la República

    Flotillas para Gaza detenidas en octubre de 2025: contextos, actores y reacciones internacionalesIntroducción

    Flotillas para Gaza detenidas en octubre de 2025: contextos, actores y reacciones internacionalesIntroducción